Por Juan Torres López
Diario Público.es, 22/3/2013.
El pasado día 18 de este mes, el
Banco Internacional de Pagos (BIP) actualizó unas series históricas sobre la
deuda privada de cuarenta países. Los datos se refieren al sector privado no
financiero que incluye a las empresas, hogares e instituciones sin ánimo de
lucro y están tomados desde diferentes años de partida según los casos y
después de haber tratado de homogeneizar las diferentes formas en que se han
generado las deudas (la metodología y los datos de todos los países en formato
Excel pueden verse en BIP, Long
series on credit to private non-financial sectors).
Sorprendentemente, estos datos han pasado muy
desapercibidos en los medios de comunicación a pesar de que son sencillamente
escalofriantes y que, al menos desde mi punto de vista, llevan a dos grandes
conclusiones. La primera, que el énfasis que se pone habitualmente en el
peligro que supone la deuda pública (sin despreciarlo) es una cortina de humo
para ocultar el principal cáncer que asola a la economía capitalista, y que es
la deuda privada. Y la segunda, que este cáncer es tan grande que hace
completamente insostenible al sistema porque éste no será capaz ni de
amortizarla ni de hacerla desaparecer graciosamente.
De los datos que proporciona el
Banco Internacional de Pagos para los diferentes países se pueden extraer
resultados como los siguientes:
- La deuda privada de Estados
Unidos (cuyo PIB es de unos 16 billones de dólares) era de 24,98 billones de
dólares (millones de millones) a 30 de septiembre de 2012. Según los datos del
BIP, este volumen de deuda es el doble del que había hace tan solo nueve años.
- La deuda de los países de la
Eurozona computados era de 15,70 billones de euros (frente a un PIB de 8,7
billones) en la misma fecha, y también se ha duplicado en los últimos nueve
años. El Reino Unido, que tiene una deuda privada total de 3,1 billones de
libras (PIB de 1,4 billones), solo ha necesitado 7 años para duplicarla.
Por otro lado, los datos muestran
que la evolución de la deuda en la inmensa mayoría de los países presenta
algunas características comunes:
- La deuda privada en relación
con el PIB ha aumentado extraordinariamente en casi todos los países, de
representar alrededor del 50% del PIB en los años 60 o 70 del siglo pasado al
300% o incluso más de la actualidad.
- Aunque el porcentaje que
representa el crédito que proporcionan los bancos sobre el total ha disminuido
mucho a lo largo de los últimos años sigue teniendo una gran presencia junto al
que proporcionan otro tipo de entidades financieras no bancarias.
- Finalmente, los datos del BIP
señalan que el crédito a los hogares, que tradicionalmente era mucho más bajo
que el que reciben las empresas, aumenta mucho en los últimos años, lo que
claramente refleja la pérdida continuada de poder adquisitivo que hace que el
recurso al crédito sea cada vez más necesario en mayor número de familias de
casi todos los países.
Pero, sin duda, lo que merece una
mención especial es la magnitud de la deuda que se está acumulando que ya es
materialmente impagable. Así es; no hay posibilidad ninguna de que el sistema
la absorba en la cantidad tan inmensa que ha alcanzado. No puede haber ingresos
suficientes para pagarla sin que colapse el sistema capitalista.
Seguramente, muchas personas
pensarán que no tiene sentido que los bancos y las entidades financieras en
general sigan generando constantemente esos volúmenes tan grandes de deuda, que
como hemos visto se duplican cada 7 o 9 años, sabiendo que no la van a cobrar
nunca. Pero sí lo tiene y es muy importante conocerlo.
El secreto consiste (como hemos
explicado Vicenç Navarro y yo en nuestro libro Los años del mundo. Las armas
del terrorismo financiero, Espasa 2012) en que los bancos crean la deuda desde
la nada, simplemente realizando meras anotaciones contables. Por tanto, no les
cuesta nada generarla. Y, sin embargo, esa deuda está asociada a los intereses
(es decir, a una retribución que pagamos a los bancos por darnos dinero que
crean de la nada), de modo que los bancos siempre tienen un retorno suficiente como
para obtener beneficios impresionantes y convertirse en los dueños del mundo
sin necesidad de que se devuelva la totalidad de la deuda que han creado. Solo
les basta con emitirla sin parar.
Gracias a los intereses, la deuda
se autoalimenta: se necesita cada vez más deuda para pagar la deuda anterior.
De hecho, la inmensa mayor parte de la deuda gigantesca que registran los datos
del BIP (como la de todos los países) es deuda que ha habido que suscribir para
hacer frente a la deuda previa que han generado los intereses que ha habido que
pagar por una deuda generada por los intereses de deudas anteriores… y así
sucesivamente, formándose de ese modo la espiral que condena a la inmensa
mayoría de la humanidad al empobrecimiento.
En la antigüedad las deudas eran
uno de los orígenes de la esclavitud. Hoy día creemos que ya está abolida pero
es mentira porque la deuda sigue convirtiendo en una especie singular de
esclavos, esclavos de facto, a cientos de millones de personas y familias en
todo el mundo. La deuda les quita la libertad y los condena de por vida, nos
ata y convierte a las sociedades en verdaderas prisiones.
La deuda es la forma de la nueva
guerra mundial que la banca libra sin haberlo declarado contra la inmensa
mayoría de la humanidad.
Hay que acabar con eso. Hay que
abolir la esclavitud de la deuda y sabemos lo que hay que hacer para ello:
principalmente, terminar con el privilegio irracional e inmoral que permite a
los bancos crear dinero de la nada cada vez que dan un crédito. Eso es lo que
los lleva, en su búsqueda constante del máximo beneficio, a presionar de mil
modos para que el modo de producir y nuestra forma de consumir dependa total y
artificialmente del crédito, que es su negocio.
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