Por Sandro Pozzi
El País,
01/06/2018.
La conocida como Dodd-Frank Act transformó por completo la
manera con la que la industria de los servicios financieros opera en Estados
Unidos. Ocho años después de su adopción, la legislación que establece las
reglas de juego para la banca experimenta su primer gran cambio, para que el
mordisco no sea tan fuerte. La reforma suaviza también la Volcker Rule, la
norma que restringe las inversiones especulativas que pueden hacer las
entidades con su dinero.
El objetivo es relajar las restricciones que se aplican a
los bancos locales y regionales. Se simplifican los requerimientos de capital y
se abre la mano en las condiciones que deben cumplirse para conceder créditos a
los consumidores o pequeñas empresas. Se busca así rebajar la burocracia, para
reducir los costes. Las entidades sistémicas no verán cambiar tanto las cosas,
aunque se beneficiarán con el cambio porque podrán retomar algunas actividades
de alto riesgo.
“La Dodd-Frank está machacando a los pequeños bancos y
cooperativas de crédito”, aseguraba el presidente Donald Trump al firmar la
nueva legislación, “queremos que sus negocios vuelvan a vibrar”. La intención
de la reforma, añadió, es que “no estén reguladas de la misma manera que los
bancos más complejos”. Es una lógica similar a la que se quiere seguir al
aplicar la Volcker Rule.
Trump prometió como candidato que “rescataría” a los bancos
locales del “desastre causado por la Dodd-Frank”. El 20% de las entidades
desaparecieron porque no podían soportar la carga de la regulación o porque no
estaban en condiciones de competir con las grandes entidades sistémicas, que
ganaron en tamaño tras la crisis. “Se hizo imposible abrir nuevos bancos”,
lamentó.
El cambio legislativo fue aprobado en las dos cámaras con el
apoyo de medio centenar de demócratas. Pero aunque Elizabeth Warren y Barbara
Walter admiten que los bancos locales son vitales para las economías de sus
comunidades, votaron contra porque consideran que fueron utilizados como
“escudos humanos” para que las grandes instituciones “consiguieran la
desregulación que querían”.
La mayor concesión en este sentido se concentra en las
pruebas de resistencia a las que se somete la banca. Hasta ahora, cualquier
entidad con más de 50.000 millones de dólares en activos tenía que pasar el
examen de la Reserva Federal para poder repartir los beneficios entre los
accionistas. El propio Barney Frank, uno de los dos padres de la regulación,
admitía que el límite estaba demasiado bajo.
Con el cambio aprobado se sube de inmediato el umbral a los
100.000 millones. En 18 meses se llevará a los 250.000 millones. En la
práctica, 25 de las 35 mayores entidades que operan en EE UU no tendrán que
someterse a la prueba. Son las grandes beneficiadas, porque se eliminan enormes
costes y al elevar el umbral de lo que se considera entidad sistémica se abre
la puerta a la consolidación.
El propio Paul Volcker, que presidió la Fed, admite que los
reguladores fueron muy agresivos tras la crisis financiera y ve positivo se
busque simplificar la legislación para que sea más fácil de aplicar y de
supervisar preservando su espíritu original. Todos estos cambios se producen,
además, en un momento en el que la economía crece de forma sostenida desde hace
nueve años.
La lógica es que los bancos locales y regionales plantean
menos riesgos sistémicos. Pero la última crisis bancaria demostró, de hecho,
que fueron una fuente enorme de problemas. Countrywide inundó a Bank of America
de hipotecas basura, el mismo producto que puso a Wachovia en manos de Wells
Fargo. La hipotecaria tenía cerca de 200.000 millones en activos cuando fue
vendida.
Un sector con 56.000
millones en beneficios
Los más críticos se preguntan, mirando los resultados de la
banca, si la industria necesita realmente el cambio. La FDIC, la agencia que
garantiza los depósitos, elevó a 56.000 millones los beneficios del sector en
el primer trimestre. La ganancia combinada de las 5.610 entidades que supervisa
es un 27% más alta que hace un año. Se explica en buena parte por la rebaja de
impuestos por la reforma fiscal.
Su presidente Martin Gruenberg cree, sin embargo, que los
bancos deben estar preparados para afrontar un cambio en la dirección de la
economía que ve “inevitable”. El alza de tipos de interés en marcha en EE UU,
la escalada de la deuda y el temor a una guerra comercial pueden provocar una
recaída en la recesión. La FDIC pide por eso a los bancos que sean prudentes a
la hora de aplicar los cambios.
El propósito al diseñar la Dodd-Frank y la Volcker Rule era
precisamente establecer una estructura reglamentaria que evite llegar al
extremo de un derrumbe como el que hace diez años protagonizaron Bears Stearns
y Lehman Brothers. Y en el caso en el que se produjera una crisis, limitar los
daños para prevenir una disrupción del sistema financiero y sostener el flujo
del crédito en la economía.
La Fed seguirá teniendo autoridad plena para regular los
grandes bancos. Pero aunque en términos generales las normas no cambian para
ellas y los ajustes se califican de modestos, sí se benefician gracias a que se
les permiten jugar con más activos que pueden liquidar con rapidez durante una
crisis. El cambio de la Volcker Rule les da más libertad para determinar que
actividades son aceptables.
“Queremos que los bancos provean más liquidez a las mercados
financieros sin tener que preocuparse tanto por el cumplimiento”, concluye el
vicepresidente de la Fed a cargo de la regulación, Randal Quarles. El demócrata
Jeff Merkley, uno de los coautores de la provisión que prohíbe a los bancos
hacer apuestas con el dinero de los clientes, advierte que estos “no son cambios
cosméticos” y “permiten a los bancos hacer el mismo tipo de apuesta que
tumbaron la economía”.
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