Por Daniel Toledo
Contexto.es,
06/06/2018.
Son evidentes las coincidencias entre las dos grandes
criaturas bancarias nacidas en España y Portugal después de la última crisis.
En España, en diciembre de 2010 nació Bankia, consecuencia del proceso de
reestructuración bancaria que llevó a la fusión y desaparición de 7 cajas de
ahorro, entre ellas Caja Madrid y Bancaja. En Portugal, en agosto de 2014 el
Novo Banco surgía de las cenizas del Banco Espírito Santo (BES), hasta ese
momento la segunda mayor entidad financiera del país, presente en 25 países y 4
continentes.
Las dos entidades postcrisis fueron rescatadas de entre los
despojos que dejaron los excesos de la edad de oro de la banca, en palabras del
presidente ejecutivo del banco australiano ANZ, Shayne Elliott. Ambas se
erigieron como paradigmas de los fallos y omisiones de los órganos de control
estatales, tanto nacionales como internacionales, y acabaron recibiendo el
rescate de Europa y de los contribuyentes, que vienen a ser lo mismo: 11.000
millones en el caso del Novo Banco, entre inyecciones directas,
responsabilidades por litigios y una garantía pública milmillonaria; 22.424
millones de euros en el caso de Bankia y Banco Financiero y de Ahorros (BFA),
este último en manos al 100% del FROB y propietario del 45% de Bankia.
Así como Portugal tuvo su Ricardo Salgado, presidente del
BES durante 23 años, banquero todopoderoso apodado O Dono Disto Tudo (el dueño
de todo esto), con profundas ramificaciones políticas tanto en Portugal como en
otros países de dentro y fuera de la UE, y que hoy permanece acusado de 6
delitos fiscales y económicos…; de la misma forma, en España tuvimos al difunto
Miguel Blesa, el banquero de oro cuya entrada en Caja Madrid estuvo avalada
tanto por la izquierda como por la derecha, amigo de los grandes barones del
Partido Popular y presente en consejos de administración de medios de
comunicación, empresas de construcción, eléctricas, universidades y museos.
Hace ya casi un año que Miguel Blesa se montó en la barca de
Caronte por iniciativa propia. Ricardo Salgado no ha tomado decisiones tan
drásticas y permanece envuelto en los más importantes casos de corrupción de
Portugal de la actualidad. Según el periodista Luís Rosa, autor del libro A
conspiração dos poderosos (A esfera dos libros), la investigación judicial que
rodea a la caída del BES es probablemente la más complicada en la historia del
país, y engloba, “por ahora, siete contenciosos, uno de los cuales lleva anexos
otros 220 contenciosos nacidos de denuncias de clientes del BES (…)”.
Según Rosa, el equipo de investigación que se ocupa del caso
BES está formado por “seis magistrados coordinados por el fiscal José Ranito,
que recibe apoyo permanente de un equipo multidisciplinar compuesto por
técnicos del Banco de Portugal y miembros de la Policía Judicial, PSP (Polícia
de Seguridad Pública, similar a la Policía Nacional española), la Autoridad
Tributaria, la Comissão de Mercado de Valores Mobiliários y (…) la
Procuradoria-Geral da República (Fiscalía General del Estado). Existe, además,
un equipo de seis magistrados que se ocupan solo de la confiscación de bienes
(que pretenden asegurar garantías patrimoniales de unos 1.600 millones de
euros)”.
A su vez, la fórmula que ambos países escogieron para salvar
los activos buenos de las cajas de ahorro, en España, y los activos sanos del
BES, en Portugal, fue la misma: la creación de un ‘banco malo’ donde verter los
activos tóxicos que estaban lastrando a las entidades bancarias. En España fue
el Sareb (Sociedad de Gestión de Activos procedentes de la Reestructuración
Bancaria), que recibió desde el principio de la crisis un total de 50.000
millones en activos tóxicos de todos los bancos del país, de los que el 80%
eran préstamos y créditos, y el 20% eran inmuebles. En Portugal, en cambio, la
morralla del BES se quedó en el propio BES, al que el Gobierno portugués retiró
la licencia, primero, y liquidó finalmente. El proceso generó pérdidas brutales
a los pequeños inversores y accionistas y a poseedores de deuda subordinada
(similar a las preferentes, pero con fecha de caducidad).
Las coincidencias se suceden si analizamos la historia del
Banco Novo y de Bankia, pero existe una diferencia que sin duda invita al
análisis: mientras Bankia lleva desde 2015 repartiendo dividendos entre sus
accionistas (este último año serán 340 millones de euros, repartidos entre el
BFA, 61%, y los inversores privados, 49%), el Novo Banco, por el contrario,
continúa arrojando pérdidas mil millonarias después de casi 4 años de vida. Y
para el próximo ejercicio no se espera que cambien mucho las cosas. Rita
Atalaia, periodista en el diario económico ECO, asegura que “el propio Gobierno
reconoce que va a tener que continuar prestando para suplir las debilidades de
capital como resultado de las pérdidas que el banco va reconociendo”.
En concreto, en el último ejercicio de 2017, el Novo Banco
declaró unas pérdidas récord de 1.400 millones de euros, lo que supone el 0,72%
del PIB de Portugal. Según Atalaia, “el Fondo de Resolución (FdR) va a inyectar
792 millones de euros en el Novo Banco. De este montante, el Estado presta un
máximo de 450 millones de euros. El resto vendrá del propio Fondo”. El FdR es
un fondo al que todos los bancos privados e instituciones financieras del país
tienen la obligación de contribuir para hacer frente a posibles casos de
insolvencia como el que sufrió el BES. Sin embargo, la imposibilidad de los
propios bancos de llegar a las cantidades exigidas por las entidades
reguladores para cubrir esa garantía ha causado que sea el Estado el que tenga
que prestar dinero a los bancos para garantizar la viabilidad del fondo.
¿Qué diferencias existen entre ambos procesos, Bankia en
España y el Novo Banco en Portugal, y por qué uno reparte mientras que el otro
sigue pidiendo? En relación con Portugal, Rita Atalaia cuenta que, a pesar de
que en el momento de la resolución del BES se dejaron los activos tóxicos en la
antigua entidad, el Novo Banco continúa teniendo una cartera de activos
tóxicos, sobre todo de créditos dudosos”.
Fue precisamente esta la razón por la que los bancos de todo
el país pusieron el grito en el cielo cuando el Estado respaldó la compra del
Novo Banco por parte del fondo norteamericano Lone Star con una garantía de
3.900 millones de euros. Para la compra, firmada en octubre de 2017 y por la
que Lone Star se quedó con el 75% del Novo Banco, parte de esa garantía tenían
que ponerla los bancos e instituciones financieras, cosa que era imposible en
aquel momento, por lo que, para cubrirla, tuvieron que pedirle esos préstamos
al Estado.
“Las pérdidas registradas el año pasado”, cuenta Atalaia,
“resultan del reconocimiento de cerca de 2.000 millones en ‘imparidades’
(pérdidas por deterioro del valor de los activos), que llevaron a pérdidas
récord y, a su vez, a la necesidad de accionar el mecanismo (del FdR)”. Las
pérdidas sufridas desde su creación (419,9 millones entre agosto y diciembre de
2014, 980,6 millones en 2015, 788,3 millones en 2016, y 1.400 millones en
2017), han degenerado a su vez en una sangría de trabajadores y oficinas. Desde
agosto de 2014, en que fue creado el Novo Banco, y hasta finales de este año,
se prevé que la entidad habrá prescindido de unos 2.600 trabajadores (existen
pequeñas diferencias según las fuentes), del total de 5.297 con que contaba
cuando se creó. Además, habrá cerrado como mínimo unas 120 oficinas, dentro y
fuera del país, de las aproximadamente 507 que tenía.
Bankia, por su parte, realizó esta reducción de plantilla
con pretensiones que incluso superaron las exigencias de Europa. Si bien el
plan aprobado por la Comisión Europea implicaba una reducción del 28% del total
de unos 20.000 trabajadores, ya a principios de 2015 la entidad se había
librado del 35% de la plantilla, esto es, 8.200 trabajadores, entre
prejubilados e indemnizados con 30 días por año trabajado. El de Bankia fue un
rescate con fuegos artificiales, música de orquesta y entusiasmo desmedido.
Según Andreu Missé, periodista y fundador de la revista
Alternativas Económicas, “en una de las comparecencias que ha habido en el
Congreso, alguien (Jerónimo Martínez Tello, exdirector de Supervisión del Banco
de España) dijo que a Bankia le habían dado 10.000 millones de más”. En efecto,
como bien recuerda Missé, Martínez Tello reconoció en el Congreso el pasado 20
de marzo que la inyección de capital fue de unos 11.000 millones extra porque
José Ignacio Goirigolzarri, presidente de Bankia, “quiso cubrirse las espaldas.
La entidad estaba abierta en canal (…) Fue la mejor decisión”. Como asegura
Missé, “esto explicaría por qué un banco tiene más capacidad para repartir
dividendos, porque le sanean mucho más rápido que a otro”.
O sea que Bankia, más que rescatada, fue sobre-rescatada, o
rescatada por encima de sus posibilidades. Andreu Missé arroja un poco de luz a
este sinsentido: “Ten en cuenta que ese banco en un 57% sigue siendo propiedad
del Estado. Por tanto, los beneficios (que lleva generando Bankia desde 2015)
es una forma de ir recuperando lo que se ha puesto allí”. Y continúa, esos
24.000 millones “es un préstamo a muy buenas condiciones, no estoy seguro, pero
creo que al 1,5%. Ten en cuenta que el préstamo lo da el MEDE (Mecanismo
Europeo de Estabilidad) al FROB (Fondo de Resolución Ordenada Bancaria) para
que se lo dé a los bancos, y lo que quieren ellos es que el préstamo llegue
garantizado por el Estado español. El MEDE puede ir a los mercados a endeudarse
a unos precios muy bajos, porque tiene el respaldo de toda la UE, y luego no
tiene el objetivo de obtener beneficios”.
Tan bien le ha ido al sistema bancario español con los
rescates, que la propia Lone Star, propietaria del 75% del Novo Banco (y
presumiblemente del 100% antes de 2019), parece querer aumentar su presencia en
España. El Novo Banco está en retirada en las plazas europeas en que el extinto
BES operaba, sobre todo en Londres y en Luxemburgo, además de sus pequeñas
participaciones en Italia, Venezuela o Cabo Verde. Sin embargo, el Lone Star ya
declaró sus intenciones de mantener su presencia en España, ya que el fondo
norteamericano todavía está disfrutando las ganancias de su compra de activos
inmobiliarios al banco bilbaíno Kutxabank, por la que realizó una inversión de
930 millones.
Después de comprar Neinor Homes, propietaria de la totalidad
de los activos inmobiliarios de la entidad bancaria bilbaína, Lone Star colocó
en bolsa el 60% de las acciones de Neinor, lo que, en menos de tres años, le
retribuyó unas ganancias de 750 millones, que se suman a los 570 millones en
que está valorado el 40% de la presencia que aún mantiene en la entidad
inmobiliaria.
Además, el Novo Banco, es decir, Lone Star, según noticiaba
El Confidencial en abril, se ha mostrado públicamente interesado en hacerse con
la filial española de la Caixa Geral de Depósitos, el principal banco público
portugués. Caixa Geral de Depósitos se vio obligado por la Comisión Europea a
vender su filial en España, el Banco Caixa Geral (además de otras filiales en
Brasil y Suráfrica, si quería recibir los 3.900 millones de inyección de
liquidez por parte del Estado, en 2017), que el pasado ejercicio obtuvo un
beneficio de 26,3 millones de euros. En competición con Lone Star se encuentran
nada más y nada menos que otras 15 entidades, entre ellas el portugués
Millennium BCP, Abanca, Liberbank, Unicaja o Kutxabank.
Resulta llamativo que la UE obligue a un banco público a
vender unos activos que generan beneficios. A este respecto, Andreu Missé
explica que, para intervenir en cualquier restructuración bancaria, la UE
“exigía una reducción de tamaño, es decir, vender activos (…) es un problema de
competencia, es decir, este banco jugaría con ventaja respecto a los otros ya
que ha recibido ayuda (…) Todas las resoluciones bancarias han tenido que ser,
primero, autorizadas por (la Dirección General de) Competencia de la CE, y esto
ha implicado siempre reducciones de plantilla importantísimas, reducciones de
oficinas, desinversiones, etc.”
Lo que ocurre en el caso de la compra del español Banco
Caixa Geral por parte de, por ejemplo, un fondo norteamericano como Lone Star,
es que es un banco público de un país soberano el que es obligado a deshacerse
de una importante fuente de beneficios. En el peor de los escenarios, afirma
Missé, “estaríamos ante un caso de prevaricación, es decir, le dan la perita
buena a este banco privado. Aunque hay que ver en qué condiciones se lo darán,
quizá incluso el precio es muy alto, ya que ese dinero puede servir para sanear
el banco malo. Tienes que verlo desde la perspectiva de que por el hecho de
darle ayudas a un banco ya estoy dañando a la competencia”.
Bankia y el Novo Banco han quedado como los remanentes de
entidades centenarias ya extintas. Se quedaron con sus activos buenos y están
consiguiendo deshacerse de los tóxicos, pero no sin antes pasar por un calvario
de procesos judiciales, estafas a accionistas y pequeños inversores, desfalcos
mil millonarios, un suicidio, orgías políticas con el poder, salidas a bolsa
envenenadas y, por supuesto, una responsabilidad absoluta por la falta de
confianza de los europeos en sus entidades bancarias, sus instituciones
reguladoras y sus representantes políticos.
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