Por Emilio de la Peña
Ctxt.es, 22/11/2017.
El prestidigitador se paseaba entre la mesas. Mostraba,
remangándose la chaqueta, que en sus brazos no escondía nada. Extraía los
forros de sus bolsillos para enseñar que estaban vacíos. Del interior de su
americana sacó una baraja, que desplegó como un abanico. El número iba a
comenzar. Pidió a uno de los asistentes que escogiese diez cartas y las
enseñase al público. Después hizo que las metiese en su bolsillo derecho. Frotó
las manos por encima de su cabeza y se realizó la magia. Las diez cartas habían
desaparecido del bolsillo derecho, como comprobó su improvisado colaborador,
que fue invitado luego a registrar el bolsillo izquierdo. Allí estaban las diez
cartas… y una más. El número era viejo, pero siempre le funcionaba sin que
nadie adivinase el truco.
El dinero no es una baraja. Ni los bancos,
prestidigitadores, pero una ojeada a la deuda exterior de España, a esa cosa
tan fría plagada de cifras, hace pensar que aquí también actúa la magia. En
2011 los bancos españoles debían a los bancos extranjeros 226.000 millones de
dólares en préstamos y títulos de deuda. En septiembre de este año esa cifra se
ha reducido a 93.000 millones. No eran los únicos, grandes empresas españolas
debían a bancos foráneos 496.000 millones en el citado 2011. Desde entonces su
deuda se ha reducido a 175.000 millones. El que paga una deuda, o parte de
ella, descansa, pero el que cobra descansa todavía más. Pero… ¡Ah, magia
potagia! Los bancos alemanes, franceses, holandeses o británicos cobraron una
parte sustancial de lo que habían prestado aquí, con el correspondiente
interés, pero España debe ahora más de lo que debía. La deuda exterior de
nuestro país ha aumentado un 12% en los años de Rajoy, hasta acercarse a los
dos billones de euros, mientras que los bancos han reducido la suya con el
extranjero en un 44% y las empresas en un 48%. Puede comprobarse en los datos
que publica el Banco de España.
Podemos dar la vuelta y mirar del otro lado. Desde la
posición del que quiere cobrar lo que se le debe. ¿A quién debían los bancos, y
las grandes empresas semejantes cantidades de dinero? Normalmente a otros
bancos, pero de fuera. También a fondos de inversión, muchos de ellos
conectados con esos otros bancos. El Banco Internacional de Pagos, una
institución pública que se ocupa de la solvencia y del riesgo de las entidades
financieras, tiene muy bien anotadas esas deudas. Son los bancos alemanes y
franceses los principales acreedores españoles. Y lo eran cuando Rajoy llegó al
Gobierno. A ellos les deben todavía los bancos, las grandes empresas de nuestro
país y el Estado 173.000 millones de dólares. Supone el 43% de todas las deudas
contraídas por España con bancos extranjeros. Si sumamos a los bancos
holandeses e italianos ese porcentaje sube hasta el 64%.
Banco Internacional
de Pagos
Desde que llegó al Gobierno el principal compromiso de Rajoy
con los otros gobiernos, especialmente con los de la Unión Europea, ha sido el
de asegurar que España devolvería irremisiblemente lo que los bancos
extranjeros habían prestado. No lo habían hecho de forma altruista, sino por
dos razones más prosaicas: ganar dinero con los préstamos y conseguir que
España les comprase parte de lo que producen sus países.
La confianza o la desconfianza de los españoles en Rajoy
puede depender de muchas otras cosas: el incumplimiento completo de sus
promesas electorales, su contribución al aumento de las desigualdades y la
reducción de las prestaciones públicas, la corrupción del partido político que
preside, su cobro de sobresueldos en negro con el dinero de grandes
empresarios, su falta de voluntad para encontrar una solución negociada al
problema de Catalunya, o para otros, su respuesta contundente al intento
independentista bajo el lema de “a por ellos”, con la policía y los fiscales.
Pero para los gobiernos de la Unión Europea, la confianza en Rajoy descansa,
entre otras cosas, en la garantía de que los bancos de sus países cobren lo que
les debe España.
Desde meses antes de que llegara al poder, las decisiones
tomadas lo han dejado claro:
Septiembre de 2011: en 10 días se tramitó y aprobó una
reforma de la Constitución. En su artículo 135 se estableció que el pago de la deuda pública, una parte de la
cual esperan cobrar los bancos extranjeros, “gozará de prioridad absoluta”.
PSOE y PP abonaban así el terreno para que los recortes del gasto social
contribuyeran a ese pago “con prioridad absoluta”. Entonces no hubo banderas en
la calle ni en los balcones en defensa de la soberanía nacional frente a los
mercados, o lo que es lo mismo, a los bancos extranjeros.
Diciembre de 2011: el Banco Central Europeo decidió prestar
a los bancos de la eurozona una cantidad inmensa de dinero, 500.000 millones de
euros, más que nunca, y a devolver a largo plazo. El BCE exige siempre a cambio
garantías, por ejemplo deuda pública, o préstamos de los más seguros. En este
caso aceptaba como aval incluso préstamos a las pymes. Los bancos españoles
debían devolver entonces 140.000 millones de euros en poco tiempo, gran parte a
otras entidades extranjeras. Así podrían hacerlo. Los acreedores cobrarían. El
procedimiento era sencillo: tomaban dinero prestado del BCE y parte de ello lo
entregaban a los bancos, por ejemplo alemanes o franceses, para saldar deudas.
Febrero de 2012: el Banco Central Europeo volvió a la carga
para facilitar que los bancos acreedores, extranjeros en el caso de España,
recuperasen parte de las deudas de otros países. Como ya había anunciado, puso
a disposición de la banca otros 500.000 millones de euros.
De todo el dinero prestado por este procedimiento por el BCE
al conjunto de los bancos de la eurozona en 2012, los bancos españoles tomaron
el 35%. Una cantidad desproporcionada, si se tiene en cuenta que la economía
española representa el 11% de la zona euro. Para los bancos extranjeros,
preocupados por recuperar lo que España les debía fue un alivio. En esos 12
meses recuperaron cerca de 170.000 millones de euros de la deuda española,
cifra próxima a la que las entidades financieras de nuestro país habían sacado
a préstamo del BCE.
De esa astronómica cantidad de dinero, los bancos alemanes
cobraron el 28%, los franceses el 20% y los holandeses el 11%. Entre las
entidades financieras de esos tres países sumaron casi el 60% de los 170.000
millones.
Esto se produjo en el momento en que tanto los bancos como
las empresas españolas pasaban por su situación más crítica. Recordemos, fue el
año en que se nacionalizó Bankia, España pidió para su banca el rescate de la
eurozona por un límite de 100.000 millones y se rebasaba por primera vez la
cifra de seis millones de parados.
Marzo de 2015: El Banco Central Europeo decide actuar de
nuevo. La deuda se estaba devolviendo a los bancos extranjeros, pero a mucho
menor ritmo que en 2012, y Mario Draghi apostó por volver a prestar a los
bancos cantidades ingentes. Anunció que compraría a las entidades deuda
pública, y también privada, a razón de 60.000 millones de euros cada mes, al
menos hasta 2016. De hecho, todavía sigue. El efecto se notó rápido, por el
mismo mecanismo que antes, los bancos acreedores extranjeros recuperaron ese año
106.000 millones de euros que les debía España. Fueron esta vez sobre todo
entidades británicas, alemanas y francesas.
Recientemente el Banco Central Europeo ha anunciado que poco
a poco irá retirando parte de estos estímulos por los que las entidades pueden
captar tales sumas de dinero. No es de extrañar, entre otras cosas, porque los
bancos acreedores han cobrado ya una parte importante de lo que les debían los
otros bancos.
¿Quiénes fueron los más beneficiados por la máquina de
fabricar billetes del BCE, los países, como España que devolvieron sus deudas o
los bancos alemanes, franceses y demás que recuperaron sus préstamos?
La deuda con los bancos extranjeros todavía es enorme, pero
se ha reducido considerablemente, especialmente con los alemanes. Pero, lo
decíamos al principio, la deuda de los bancos
y de las empresas españolas con el exterior ha disminuido con fuerza.
Sus acreedores, si temían no poder cobrar, respiran ahora más tranquilos,
aunque aún esperan recuperar el resto. La España de Rajoy se ha convertido en
un país fiable, como le gusta decir al presidente, especialmente para sus
acreedores. Pero la deuda española, sin embargo, lejos de disminuir, ha
aumentado un 12%. Lo que los bancos deben al BCE se ha multiplicado por tres y
lo que el Estado debe al exterior se ha multiplicado por dos. La magia bancaria
ha vuelto a demostrar que lo que desaparece de un bolsillo aparece en otro.
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