viernes, 31 de agosto de 2018

Stop desahucios


Diez años después de la crisis financiera, la tímida izquierda tiene mucho que reprocharse


Por Larry Elliott
El Diario.es, 30/08/2018.

Ya están preparando los carteles. Las photo-opportunities están siendo organizadas. Una coalición de grupos de presión, sindicatos y ONG redactan una lista de demandas. Los preparativos están en marcha para ocuparse el próximo mes del 10º aniversario del colapso de Lehman Brothers, el momento decisivo en la crisis financiera global.

No se equivoquen. El hecho de que se vayan a celebrar actos en todos los centros financieros del mundo no es motivo de celebración. Por el contrario, es un símbolo del fracaso. Los bancos no vieron reducido su tamaño. Los planes para una tasa de las transacciones financieras sólo acumulan polvo. Los políticos especularon con la idea de un New Deal ecologista y luego la olvidaron rápidamente. Nunca hubo un cambio radical desde la ortodoxia dirigente, sólo un breve impulso que fue anulado de inmediato. El hecho brutal es que la izquierda tuvo una oportunidad y la desperdició.

Diez años después, las finanzas internacionales son tan poderosas como antes. Sólo ha habido una reforma cosmética de la industria bancaria. El poder empresarial está aún más concentrado. Los beneficios de la recuperación global más débil que se recuerda tras la recesión han sido acaparados por una pequeña minoría. Los salarios y el nivel de vida en la mayoría de los países desarrollados han crecido sólo de forma modesta, y eso los que lo han hecho.

Septiembre de 2008 fue una experiencia casi mortal para el capitalismo global. En un momento, hubo un serio temor por todo el sistema bancario occidental. Cuando la recesión estaba en su momento más grave, la producción industrial sufrió un colapso más intenso que la que había padecido en los primeras etapas de la Gran Depresión.

Fue así de grave. El momento era perfecto para los políticos lo bastante valientes como para anunciar algo obvio: que la crisis era el resultado de eliminar todos los obstáculos colocados al capitalismo financiero global con buenas razones en los años 30.

Pero los partidos socialdemócratas fracasaron de forma vergonzante a la hora de plantear una respuesta progresista a la crisis que hubiera supuesto afrontar el desequilibrio entre capital y trabajo. Fueron tímidos cuando debían haber sido valientes y pagaron un duro precio por ello. Los partidos tradicionales aplicaron algunos parches en el sistema y prestaron escasa atención a la furia de aquellos que se sentían ignorados. El malestar se dispersó y terminó encontrando otras formas de manifestarse.

En el invierno de 2008-2009, existió una presunción inocente en la izquierda de que el shock de Lehman había sido tan profundo que el cambio era inevitable. Si las crisis del petróleo de los años 70 habían sido el catalizador de la imposición de un programa derechista, la crisis de las hipotecas subprime haría lo mismo por la izquierda. Pero no fue tan sencillo, porque los que habían prosperado en las décadas posteriores a la revolución de Thatcher-Reagan utilizaron todo su poder, influencia y capacidad de engaño para resistirse al cambio. Se llevaron a cabo algunos repliegues tácticos para asegurar la permanencia del statu quo.

El contraste entre Franklin Roosevelt en los años 30 y Barack Obama es revelador. Ambos llegaron a la Casa Blanca en tiempos desesperados. Ambos contaban con un mandato para el cambio. Roosevelt pensaba que las reformas eran necesarias para salvar al capitalismo de sí mismo. Fue el marco intelectual que  provocó la Ley Glass-Steagall para separar la banca de inversiones de la banca comercial, las inversiones en infraestructuras para dar empleo a los parados, y las leyes que facilitaban la implantación de los sindicatos.

Obama, como muchos de los políticos de centroizquierda de hace diez años, era un tecnócrata que aceptaba el statu quo en sus principios generales y que nunca contempló seriamente hacer frente al sistema financiero. Wall Street detestaba a Roosevelt. A Obama lo veía como alguien mucho más dócil.

Obama merece algo de comprensión. Cada periodo radical necesita tener un rey filósofo que ayude a presentar un marco legal para la acción. Para la primera generación de liberales de la economía de mercado, los gurúes eran Adam Smith y David Ricardo. Para Lenin, fue Karl Marx. En los años 30, fue John Maynard Keynes. Y en los 70, lo fueron Milton Friedman y Friedrich Hayek. Hace diez años, no había nadie.

El proceso de desafiar el estado de las cosas careció de un análisis completo sobre lo que había causado la crisis. Había un discurso ecologista, un discurso keynesiano y un discurso marxista, y todos tenían sus méritos y sus partidarios. El problema es que los progresistas fueron cada uno por su lado. Eso abrió la puerta a un discurso que pocos pensaron que saldría victorioso en septiembre de 2008: el que decía que la crisis se originó porque los gobiernos habían gastado demasiado.

Hay muchas lecciones que aprender. Una es que los progresistas tienen que ganar la batalla de las ideas, y que eso significa recuperar el control de la enseñanza de la economía. Se han dado algunos pasos sobre este asunto desde la crisis financiera, como la financiación por George Soros del Institute for New Economic Thinking, un foro para el pensamiento heterodoxo. Pero incluso aunque el colapso de 2008 fue el resultado del fracaso de unas ideas económicas, los responsables de esas teorías inútiles continúan estando bien colocados en los campus universitarios. El progreso ha sido lento.

Una segunda lección es que un programa político progresista empieza desde arriba, con una crítica panorámica general, y de ahí baja a las políticas específicas. Eso fue lo que funcionó en los años 40, cuando el consenso de posguerra se basaba en un simple concepto: nunca más. El control de la economía y la gestión de la demanda partieron de ahí.

La tercera lección es que los progresistas deben tener claro qué es lo que quieren. La izquierda permanece dividida entre los que piensan que la única opción es trabajar dentro del capitalismo global –como hicieron Bill Clinton y Tony Blair–, los que como Roosevelt pensaban que se necesita un enfoque más radical, y aquellos que creen que el capitalismo está tan podrido que ya no puede salvarse.

La cuarta es que se necesita algo de humildad. No hay duda de que la naturaleza del debate ha cambiado desde la crisis, en parte a causa de la austeridad, en parte por la actitud indulgente ante los bancos. Pero hay cosas sobre la vida moderna que gustan a la gente: la facilidad para comunicarse y para viajar; el hecho de que por el mismo dinero de hace diez años se puede conseguir un teléfono móvil más sofisticado o una mejor comida en el restaurante. Cuando la izquierda radical ha llegado al poder, no se ha cubierto siempre de gloria.

"Hubo un corto periodo de tiempo en que los grandes poderes estuvieron a la defensiva", dice David Hillman, director de  Stamp out Poverty y uno de los organizadores de las protestas en la City de Londres del próximo mes. "Las fuerzas progresistas no pudieron aprovecharlo. No ha cambiado nada sustancial y vamos como sonámbulos hacia otra crisis".

Eso lo resume todo. En realidad, los progresistas no se merecen una segunda oportunidad, pero es posible que la tengan. La duda es si esta vez estarán mejor preparados.

Disponible en:

jueves, 30 de agosto de 2018

Cara y cruz


España afronta ya hasta 90 millones de multa por demorar la reforma hipotecaria


Por Juande Portillo
Cinco Días, 29/08/2018.

En septiembre se cumplirá un año desde que el Tribunal de Justicia de la Unión Europea (TJUE) tramitara la denuncia de la Comisión Europea contra España por demorarse en aprobar una reforma hipotecaria que debe equiparar la protección del consumidor bancario español a la del resto de vecinos comunitarios. Sin embargo, la parálisis parlamentaria en que se ha sumido el país entre la moción de censura que propició la sustitución de Mariano Rajoy por Pedro Sánchez al frente del Gobierno y la concentración de esfuerzos ahora en torno al impulso de unos nuevos Presupuestos Generales para 2019 han impedido avances en la tramitación de la norma. Mientras tanto, España se juega ya unos 90 millones de euros de multa.

Esto es así dado que la sanción propuesta asciende a 105.991,6 euros diarios por cada jornada de retraso en la aplicación de la norma desde el límite impuesto por Bruselas. España debía haber aprobado la reforma antes del 21 de marzo de 2016. Antes de eso, tuvo dos años para hacerlo. Pero no solo no le bastaron sino que han pasado otros dos años y medio sin aprobar esta regulación.

Inicialmente, la Comisión Europea fue comprensiva con España en vista de que el país tuvo que repetir la convocatoria de elecciones generales para poder formar Gobierno en 2016. Un año después, sin embargo, la paciencia de Bruselas se agotó y denunció al país ante el TJUE. Alegó que la demora en la trasposición de la directiva deja desprotegido al consumidor español, “dificulta la competencia, limita las posibilidades de elección y lleva a unos precios más altos” del crédito.

La reforma hipotecaria, dos veces esbozada por el Gobierno de Mariano Rajoy antes de comenzar su tramitación el pasado otoño, debía atender exigencias comunitarias como una mejora de la evaluación de solvencia del cliente por parte de la banca; la posibilidad de cambiar a euros las hipotecas en divisa extranjera; la limitación de venta cruzada de productos bancarios junto al crédito para la compra del hogar; o el requerimiento de conocimientos básicos del producto a los empleados que los comercializan, entre otros aspectos. En paralelo, el objetivo era atajar la enorme litigiosidad que generan los créditos hipotecarios españoles regulando algunas de las cláusulas más controvertidas, como las de intereses de demora o las que permiten activar el desahucio (vencimiento anticipado); desincentivando la venta masiva de créditos al desligar los salarios de los banqueros del volumen de préstamos concedidos; o elevando las advertencias de riesgo que debe aceptar el cliente antes de firmar.

La falta de progresos desde que la denuncia fuera tramitada hace un año hace que el riesgo de multa sea ya inminente. De momento, España se juega ya el resultado de multiplicar los 106.000 euros diarios de sanción por las 900 jornadas de retraso que acumula, explican desde el tribunal europeo. Cabe la posibilidad, eso sí, de que la sanción se imponga solo desde el día posterior al fallo o, incluso, de que Bruselas retire la denuncia si España aprueba la norma antes.

Sin embargo, aunque el Congreso de los Diputados retomara inmediatamente la tramitación de la norma, su aprobación llevaría tiempo. El texto aún está pendiente del debate de las enmiendas parciales de los grupos, el voto del Pleno, su envío al Senado y la votación final del Congreso. Desde el Ministerio de Economía aseveran que aprobar esta norma es una prioridad pero, aunque el PSOE habilitó los trabajos de la comisión económica en julio y ha ultimado las enmiendas transaccionales en agosto para agilizar la negociación con el resto de fuerzas, los tiempos dependen ahora del Parlamento.

E incluso si la norma se aprueba antes del fallo del TJUE, la amenaza de sanción persiste. “Normalmente, aunque el incumplimiento haya cesado, el procedimiento se sigue sustanciando respecto del período en que persistió el incumplimiento. El hecho de que se haya cumplido supone meramente una atenuante”, explican desde la Corte de Luxemburgo, argumentando que “el recurso no queda sin objeto por el hecho de que el incumplimiento cese en un momento dado, puesto que la fecha que se tiene en cuenta para valorar la situación de incumplimiento” es marzo de 2016. A partir de ahí, cada día de retraso eleva el riesgo de multa y su coste.

Otras medidas pendientes

Mifid II. La posible sanción comunitaria a España por su demora en el cumplimiento de la directiva europea de protección del deudor hipotecario no es la única que pende sobre el país. La Comisión Europea ha vuelto a recurrir este verano al Tribunal de Justicia de la UE para denunciar el retraso de España a la hora de trasponer la regulación del mercado conocida como Mifid 2, que continúa pendiente de aprobar pese a que debía estar en vigor desde el pasado 3 de enero.

Reclamar al banco. La ministra de Economía, Nadia Calviño, también heredó de su antecesor, Román Escolano, el compromiso de reformar el modelo de reclamaciones de consumidores bancarios, que actualmente gestiona el Banco de España. En concreto, en virtud de la directiva europea 2013/11 que fue traspuesta el pasado noviembre con la Ley 7/2017 de Resolución Alternativa de Conflictos de Consumo, el Gobierno debía haber presentado al Congreso un nuevo sistema de quejas ante el sector financiero antes del mes de julio. El cambio de Gobierno y el frenazo en la agenda parlamentaria, sin embargo, han impedido cumplir los plazos. A falta de ver el diseño final de la medida, Economía deberá decidir si encarga a una nueva oficina independiente la valoración de las reclamaciones contra la banca y si sus dictámenes pasan a ser vinculantes, frente a las meras recomendaciones que hace hoy el supervisor bancario.

Disponible en:

miércoles, 29 de agosto de 2018

Milagros


El Banco de España multa a Santander por incumplir sus obligaciones con deudores hipotecarios sin recursos


Público.es, 28/08/2018.

El Banco de España ha sancionado con 485.000 euros a Banco Santander por incumplir sus obligaciones de protección de deudores hipotecarios sin recursos, según ha informado el organismo.

Se trata de una multa dictaminada por el Consejo de Gobierno del Banco de España en octubre de 2017, después de aprobar el expediente disciplinario incoado por acuerdo de la Comisión Ejecutiva del organismo en diciembre de 2016.

La multa, que entonces fue recurrida por la entidad, se ha hecho ahora firme al resolverse el recurso en la vía administrativa, si bien se encuentra recurrida en vía judicial.

El Banco de España impuso esta multa al Banco Santander por incumplimiento de las obligaciones legales establecidas en la normativa de protección de deudores hipotecarios sin recursos, en lo relativo a la obligatoriedad de aplicar las medidas del Código de Buenas Prácticas desde que el cliente acredita encontrarse en una determinada situación económica de dificultad.

Según el supervisor, el banco presidido por Ana Botín habría incurrido en una infracción grave tipificada en el artículo 15 del Real Decreto-Ley 6/2012, de 9 de marzo, de medidas urgentes de protección de deudores hipotecarios sin recursos, que consiste en incumplir las obligaciones de la entidad de aplicar las previsiones del Código de Buenas Prácticas desde que el deudor acredita que se encuentra dentro del umbral de exclusión.

Disponible en: