Por Joaquín Estefanía
El País,
14/05/2017.
No ha sido ningún intelectual melenchonista de extrema
izquierda sino uno de los máximos aliados del nuevo presidente de la república
francesa (Francois Bayrou, líder del Movimiento Democrático) el que lo ha
dicho: Macron es “el intento de grandes intereses, financieros y otros, que no
se contentan ya sólo con tener el poder económico”. Alain Minc, asesor de
políticos franceses y consejero de Macron, lo ha rematado: este último es un
producto de las élites, pero los que lo votan no son las élites.
La cosa tiene miga y replantea (después de la presencia del
multimillonario Trump en la Casa Blanca) si se está produciendo poco a poco,
una sustitución de los gestores y expertos de la política y de la economía por
millonarios, financieros y empresarios. Una suplantación de los mediadores. Si
así fuese, los que se habrían radicalizado serían esas élites que ahora
pretenden gobernar directamente no sólo la economía sido también la política.
Hemos pasado de la declaración de Hollande para ganar el Elíseo de “mi enemigo
son las finanzas” a ceder su asiento a un representante de la Banca Rothschild.
Otro modelo de democracia. Lo que Esteban Hernández ha denominado la sociedad
de la excepción (Clave Intelectual).
Una nueva cúspide fabrica la esencia del discurso político e
ideológico dominante bajo del manto de la sociedad abierta y de la
globalización. Está cambiando la naturaleza del poder. En su intervención en el
homenaje al economista Santiago Roldán, a los 20 años de su muerte, su hijo, el
joven diputado y portavoz económico de Ciudadanos en el Congreso de los
Diputados, Toni Roldán, reconoció que en sus estudios de Economía ha aprendido
muchas matemáticas y mucha econometría, y poca historia económica y pocas
relaciones del poder económico y del poder político. Estas relaciones eran
obsesivas para el colectivo de economistas que durante muchos años firmó con el
seudónimo de Arturo López Muñoz (Santiago Roldán, Juan Muñoz, José Luís García
Delgado, Ángel Serrano,…) y que fueron recordados hace unos días en la
madrileña Residencia de Estudiantes. Si ese colectivo que tanto influyó en la
formación de numerosos ciudadanos estuviese activo hoy habría de dar un salto
en sus estudios sobre la composición del capitalismo, a la luz de las actuales
transformaciones. Y el libro de referencia de uno de ellos, el añorado Juan
Muñoz, El poder de la banca en España, habría de ser reescrito casi por
completo (no sus tesis).
Fueron premonitorios Roldán, Muñoz y Serrano cuando, poco
antes de desaparecer los dos primeros, publicaron su último artículo en EL PAÍS
(año 1996) titulado El monopolio del amiguismo, que terminaba así: lo que se
presenta como un proceso de liberalización empresarial a favor de miles de
accionistas privados (el capitalismo popular) se convierte en la práctica en una
mayor concentración del poder económico, lo que implica un abuso de posición
dominante y una mayor restricción de la competencia a favor de una determinada
plataforma.
Es necesario regular estos cambios, según el último estudio
de la Comisión Europea sobre la globalización, si se quieren limitar los
efectos electorales y la influencia de lo que se denominan populismos
renovados. Lo que expresan Bayrou y Minc es que Macron representa, sobre todo,
a los ganadores y a los protegidos de la globalización. El problema es la
credibilidad europea para poner semáforos a la globalización. Todavía están muy
cercanas las palabras de Sarkozy, al principio de la Gran Recesión, apelando a
refundar el capitalismo, regularlo, embridarlo,… con los resultados que todos conocemos.
Poco más que retórica.
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