martes, 19 de febrero de 2013

Desahucidios


Por Matías Vallés

La banca española recaudó millones de euros de instituciones extranjeras para sus locuras inmobiliarias, gracias a que “en España se persigue al ciudadano hipotecado hasta la tumba”. Por tanto, la oleada de desahucidios o suicidios vinculados al desahucio revalida el admirable funcionamiento de los engranajes financieros. De hecho, el ritual medieval que rige los desalojos forzosos de una vivienda está concebido como una humillación ejemplarizante, la picota contemporánea. Las organizaciones encaminadas a la recuperación de deudas abusivas, así en Sicilia como en España, saben que la resolución violenta del conflicto no disuade del pago, sino que estimula a las almas apocadas a satisfacer estrictamente el compromiso. O si no.

La cadena de desahucidios amenaza a la ley hipotecaria, por la maldita tendencia periodística a exagerar los asuntos luctuosos. Para contrarrestar esa parcialidad, hay que difundir la excelente noticia de que hasta la fecha no se ha suicidado ni un solo titán financiero, ni los magníficos constructores que patronearon la burbuja cuyos cascotes han descargado sobre el contribuyente. Ningún banquero ha sufrido un embargo de sus bienes similar a un desahucio, y mucho menos va a entrar en la cárcel. Al contrario, los ejecutivos reclaman sus pensiones millonarias antes los tribunales reservados a los parados. De hecho, los suicidios han convivido en el menú informativo con el caso del  banquero indultado por su ejemplar comportamiento, al urdir una denuncia falsa para llevar a la cárcel a accionistas de su entidad. Pura deontología. 

Se suicida la burguesía atrapada en un sueño imposible, los conmovedores banqueros que guiaron al país hacia la quiebra se refugian en suculentos consejos de administración. El desahucidio supone la interpretación literal del “vaciamiento de las clases medias” que monopoliza el discurso económico, y que el avispado Obama se propone corregir. En España, el partido único PP/PSOE seguirá inmolando a sus conciudadanos a la banca mundial. La situación se les ha ido de las manos, lo cual no implica un serio inconveniente. Están acostumbrados a trabajar sin cerebro.

Fuente: Diario de Mallorca, 14/02/2013. Disponible en:


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