Por David Torres
Público.es, 13/02/2019.
Poco a poco, gracias a Villarejo, van aclarándose algunos de
los enigmas más impenetrables de nuestra historia: del eclipse de Garzón a los
requiebros amorosos del compi yogui, del chófer de Bárcenas a la nariz de
Corinna, de la policía política de Fernández Díaz a la mafia china de Gao Ping.
Iker Jiménez ya está tardando en dedicarle un especial de 137 capítulos en La
nave del misterio. En cualquier momento puede salir a la luz que Villarejo
andaba detrás del fiasco de la Armada Invencible, del asesinato de Prim y de la
muerte de Manolete.
De momento lo que ha salido a la luz es que fue el inefable
comisario quien pudo estar detrás del famoso incendio del edificio Windsor en
la Castellana. Al parecer, Villarejo tenía el encargo de destruir unos
documentos comprometedores que había en la sede de Deloitte y que podían poner
en peligro el ascenso a la presidencia del BBVA del banquero Francisco
Gonzalez. No sabemos si le venció la piromanía o si se le fue un poco la mano,
pero quemar una torre de 32 plantas para esconder la fogata de unos papeles
resulta una hipérbole neroniana. Suerte tuvimos los madrileños de que a Villarejo
se le acabara la gasolina y no siguiera con la Castellana, el Bernabeú y el
Museo del Prado.
La barbacoa de Windsor evidencia una vez más que no hay
mejor manera de tapar un escándalo que montar una catástrofe. Sólo por ir a
rescatar al pendón de su mujer, que se había fugado con Paris, Menelao armó la
guerra de Troya. En El coloso en llamas los productores de Hollywood
churruscaron un rascacielos entero únicamente para demostrar que un bombero con
la cara de Steve McQueen podía ser tan atractivo como un arquitecto con la jeta
de Paul Newman. Hay unas fotos tenebrosas tomadas unos momentos antes del
holocausto del Windsor donde se ve una silueta sospechosa con algo en la cabeza
que tiene todo el aspecto de una gorra.
Lo único bueno de un incendio es que arroja luz aparte de
dar calor. A las múltiples acusaciones contra Villarejo podría añadirse ahora
la de quemar mobiliario urbano. De todas formas, la hipótesis de Villarejo no
se sostiene por la sencilla razón de que cuesta creer que no hubiera copia de
esos documentos tan importantes, incluso una copia digitalizada de ésas que los
especialistas en destrucción de evidencias transforman en chatarra con ayuda de
unos martillazos.
Hay otra razón además, y es que la justicia suele tener una
manga más ancha que el Amazonas en estos sucios asuntillos que implican a
banqueros de los gordos. El mismo día que se publica la posible intervención de
Villarejo en el incendio del Windsor, el Tribunal Supremo de Justicia de
Cataluña absuelve a Narcís Serra y al resto de la cúpula de Caixa Catalunya por
considerar que no hubo apropiación indebida ni administración desleal. Serra,
socialista de pro, se defendió diciendo que “los sobresueldos no existen”. Con
subidas de varios ceros a la derecha en mitad de una crisis galopante que acabó
con el mayor rescate financiero en la historia de España (más de doce mil
millones de euros para una sola entidad, unos 270 euros por español), la
justicia no ve el menor indicio de delito. Como para ver la gorra de Villarejo.
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