Por Jesús Maraña
Infolibre.es,
02/02/2019.
Ha decidido el consejo de administración del BBVA mantener a
Francisco González como presidente de honor de la entidad a la espera de los
resultados de una investigación "profunda y exhaustiva" que el banco
ha encargado a "terceros" sobre el escándalo del espionaje a
políticos y empresarios realizado por el excomisario José Manuel Villarejo, por
cuyos servicios el propio BBVA ha reconocido que pagó más de cinco millones de
euros entre 2012 y 2017. La decisión de la cúpula del segundo banco más
importante de España debería escandalizarnos casi tanto como la propia guerra
sucia que financió, porque simboliza uno de los rasgos definitorios de nuestra
democracia herida: ese capitalismo de amiguetes que ha condicionado el rumbo de
este país marcando el paso a la política y controlando el ecosistema mediático.
Aquí van unos breves apuntes que simplemente aspiran (una
vez más) a que desde el poder no nos tomen (del todo) por idiotas.
1.- Ya debe ser suficientemente "profunda y
exhaustiva" una investigación que el BBVA abrió hace ocho meses, tras
conocerse las primeras informaciones sobre la estrecha y larga relación entre
el banco y Cenyt, la firma de detectives del comisario encarcelado que durante
al menos trece años se encargó de ejecutar lo que el mismo Francisco González
ha definido (en una entrevista en El País) como "trabajos de
inteligencia".
2.- Los "terceros" que se encargan de investigar
quién o quiénes en el BBVA conocieron, facilitaron y pagaron por esos servicios
que incluían miles de pinchazos telefónicos y seguimientos a empresarios,
políticos y periodistas son la multinacional de consultoría PwC, el despacho
jurídico Uría y Menéndez y el bufete Garrigues, que ya inició en el mes de
junio pasado un examen de toda la documentación del caso Villarejo. En su
momento quizás los accionistas puedan conocer si los emolumentos de estos
prestigiosos "terceros" se acercan, igualan o superan el coste que
para el BBVA tuvo la materia que ahora ellos investigan.
3.- Desde el Banco Central Europeo al Banco de España
pasando por la Comisión Nacional del Mercado de Valores avisaron a los
responsables del BBVA de la necesidad de aclarar con "la mayor prontitud
posible" todas las irregularidades para reducir el "grave daño
reputacional" que afecta a la entidad y que puede seguir creciendo. Pero
es obvio que el consejo de administración considera que ocho meses no son
suficientes para aclararse a sí mismo lo que ha pasado y explicárselo a sus
accionistas, clientes y ciudadanos en general.
4.- Francisco González (FG), que dirigió el banco hasta
diciembre pasado y mantiene la presidencia de honor tras obtener una pensión de
ochenta millones de euros, no ha mostrado la más mínima intención de asumir
responsabilidad alguna. La táctica es clónica de la que ha venido practicando
el PP desde los tiempos de Aznar (creador junto a Rato de la red de empresas y
bancos públicos privatizados a cuyos mandos colocaron a sus amigos) hasta hoy
ante cualquier asunto de corrupción: no hay nada que asumir mientras no lo
sentencien los tribunales. Incluso si algún día llega una condena (como ya han
llegado), siempre podrá reinterpretarse la misma para limitar daños o negar que
la justicia dice lo que dice. La fórmula es una especie de agua bendita cuando
los presuntos delitos han prescrito, y en cualquier caso se trata de no
diferenciar la responsabilidad política o ética de la legal. (Lo de la
responsabilidad social corporativa y la ética en las finanzas... "si eso
ya tal").
5.- No hacían falta auditoras multinacionales ni despachos
jurídicos de lujo para asumir las consecuencias mínimas de lo que ya está
admitido y documentado: que el banco pagó a un conocido policía que manejaba
recursos públicos y privados con el objetivo de desmontar en 2004 el intento
(legítimo) de otros accionistas para descabalgar de la presidencia a FG. Lo que
Villarejo ejecutó con dinero del propio banco fue toda una operación de guerra
sucia para frenar desde las alcantarillas lo que se pretendía dirimir en un
consejo de administración o en una junta de accionistas.
6.- Lo que demuestran los audios y documentos publicados por
elconfidencial.com y moncloa.com (descontando la carga imaginativa desplegada
por el excomisario en sus informes para justificar honorarios) es la cara
oculta del relato que por aquellas fechas se enmarcó ante la opinión pública:
"empresarios 'del ladrillo' ajenos al negocio bancario intentan 'asaltar'
el BBVA con la complicidad del gobierno de Zapatero". Ahora sabemos que
aquel intento contaba no sólo con la simpatía evidente del Ejecutivo socialista
sino con el apoyo de importantes accionistas vascos ('pata negra' del Bilbao y
del Vizcaya) y con la aquiescencia del Banco Santander. En el libro de Carlos
Sánchez Los nuevos amos de España, editado en 2007, ya señalaba Luis del
Rivero, protagonista principal de aquella operación fallida, que en el fracaso
pesó decisivamente el control que FG y otros presidentes de empresas
privatizadas nombrados por Aznar y Rato ejercían sobre los principales medios
de comunicación a través de las inversiones publicitarias. Y denunciaba también
el papel "falsamente equidistante" que jugó el entonces gobernador
del Banco de España, Jaime Caruana (hoy, por cierto, en el consejo de
administración del BBVA).
7.- Que Carlos Torres, actual presidente del banco, apueste
por ganar tiempo o no se atreva a exigir a Francisco González que renuncie a la
presidencia de honor (¡de honor!) tampoco puede extrañar, cuando ascendió hasta
el cargo (más allá de sus cualidades profesionales) a la sombra del propio FG y
aupado por éste. Era consejero delegado desde 2015, y por tanto tenía ya las
más altas responsabilidades cuando se continuaba pagando a Villarejo por sus
"trabajos". Cuesta más aceptar el argumento de que hay que
"dejar trabajar" al consultor, porque a uno se le viene de inmediato
a la cabeza el viejo adagio en el mundo de la banca: "un consultor es
alguien a quien prestas el reloj y le pagas para que te diga la hora". En
la cúpula del BBVA conocen (o deberían conocer) perfectamente la hora que da el
reloj de Villarejo.
A la espera de que la Fiscalía, el Banco de España y la CNMV
cumplan su obligación y no dejen solos a los afectados directos de esa guerra
sucia, conviene no perder de vista la bolita de este complicado juego de
trileros. Lo importante es la enésima comprobación de que en España viene
funcionando desde hace décadas, y muy especialmente desde el aluvión de
privatizaciones de Aznar, un establishment/casta/trama que reduce el Ibex 35 a
unos pocos apellidos que creen más bien poco en la economía de libre mercado.
Prefieren utilizar todo tipo de instrumentos para mantener una telaraña de
intereses esencialmente económicos en la que enredan y condicionan al poder
político y al mediático. Cuanto más peso tienen sus empresas o bancos, más
eficaz resulta esa especie de chantaje al que queda sometida la democracia si
no logra que funcionen las instituciones clave: supervisores, reguladores,
controles parlamentarios y judiciales o comisiones de la competencia.
P.D. Se calcula que el volumen de documentos (sonoros o escritos)
encriptados y filtrados referidos sólo a la Operación BBVA asciende a unos
4.000, y que las carpetas informáticas procedentes de las décadas de actuación
en las cloacas del excomisario Villarejo pesa 32 terabytes (una absoluta
barbaridad, para redondear). Que sepamos, nunca trabajó "en
exclusiva", ni para el Estado ni para una sola empresa o banco. De forma
que es lógico pensar que conoceremos, cuando a él o a quienes manejan parte de
sus archivos les parezca oportuno, otras guerras sucias. (Salvo que funcione la
telaraña citada y los riegos de inversiones publicitarias al uso).
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