Por Olivia Carballar
Diario Andaluces.es,
21/08/2013.
Coge el teléfono María José
Vadillo. Es miembro de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca de Córdoba.
Su piso salió a subasta hace un año. El juez tiene que responder ahora al
recurso interpuesto por las irregularidades y las cláusulas abusivas que se han
cometido, según denuncia, en su contrato. “Hace dos años, cuando llegué a la
plataforma, no era persona”, asegura al otro lado del teléfono que hay que marcar
para pedir ayuda. Ahora es ella la que responde y ofrece atención.
María José, como muchas otras
afectadas, han salido de sus casas a protestar por lo que consideran una
injusticia. Según confirman las asociaciones que trabajan día a día con
familias que están al borde de perder sus casas, son las mujeres las
que, en los procesos de desahucios, suelen dar la cara. Y son, además, debido a
la discriminación sufrida en general por ser mujeres, las que llegan a
situaciones más dramáticas. De las 18 expropiaciones iniciadas por la
Junta en aplicación del decreto antidesahucios, ahora paralizadas por el
recurso del Gobierno en el Constitucional, casi la mitad fueron
solicitadas por mujeres, en su mayoría solas.
En Motril (Granada), una madre y
tres hijos no reciben ningún tipo de ingresos. En Málaga, otra mujer con dos
hijos menores cobra 288 euros al mes por un contrato de dos horas. También en
Málaga y con dos hijos menores, otra mujer, en desempleo desde hace cuatro
años, sólo cuenta con la ayuda familiar. Otra madre de Málaga con dos menores
tampoco tiene ingresos de ningún tipo. El padre se fue de la casa y no pasa
manutención a las hijas. Es el caso de Ana María Gómez: “Yo quise hacer frente
al pago de mi casa. Lo intenté, lo intenté pero no pude”, afirma. En Huelva,
una mujer que trabaja como limpiadora dos horas a la semana intenta sacar
adelante a sus cuatro hijos, dos de ellos menores. Su marido cobra la
prestación por desempleo. Los ingresos apenas llegan a los 800 euros. Otra
mujer, con familia numerosa en Charches (Granada), tampoco puede asumir la
letra. En Roquetas de Mar (Almería), otra mujer con hijos también recibe
ingresos ínfimos. Y en Sevilla, una mujer viuda de 67 años con hija y
nieta a su cargo viven de la pensión de viudedad.
“Olwen Hufton, mi directora de
tesis, hablaba de economía de la supervivencia“, explica la
catedrática Lina Gálvez, directora del Máster Universitario en Género e
Igualdad de la Universidad Pablo de Olavide. “Las mujeres siempre han
desarrollado ese tipo de economía. Primero, porque tienen menos activos y menos
medios y, por tanto, son más propensas a tener privaciones y tener que
paliarlas de cualquier manera. Segundo, porque siempre han sido las encargadas
de garantizar el bienestar de los miembros de la familia. De hecho,
históricamente, en momentos de escasez hay muchas evidencias de hombres
abandonando el núcleo familiar, pero no las mujeres, que son el propio núcleo.
Y tercero, porque es menos vergonzante para la mujer acudir a pedir ayuda o
limosna porque de nuevo las dificultades que siempre han tenido para poder
ganarse su vida autónomamente han dejado como una opción el demandar ayuda. Cosa
que no ocurre con los hombres, a los que sí se les ha dado la posibilidad de
ganar su sustento y el de su familia… Y si no lo hacen, socialmente es
considerado como un fracaso, como un fracasado“, añade Gálvez.
María José Vadillo, que trabajaba
como cuidadora en una residencia de discapacitados, tuvo que aprender a cocer
el pan, tuvo que salir a la calle a pedir comida. “Las instituciones me daban
harina, otra vecina me compraba la levadura… Mi mente se agudizó”, cuenta.
Ella, no obstante, siempre ha contado con la ayuda de su marido y de su hijo.
“En muchos casos, el marido le
deja el marrón a la mujer, la mujer es la que tiene que sacar el problema
adelante”, explica José Cazorla, de la PAH de Almería. En Huelva, denuncia
Susana Pérez, también miembro de la PAH, llegan muchas mujeres a las que sus
exmaridos no les quieren pagar la pensión y, a veces, “se han opuesto
incluso a la dación en pago simplemente para perjudicarlas, y se niegan a
firmar el acuerdo“. La crisis económica y el recorte de derechos
ha dejado a las mujeres en una peor posición con respecto a los hombres. “Las
mujeres tienen en general menores salarios, menos activos para hacer frente a
sus deudas. Y suelen ser ellas las que se encargan de sus hijos. Cuando tienen
derecho al paro, la cuantía del mismo es menor y por menos tiempo porque su
vinculación con el mercado de trabajo es más intermitente y precaria”, asegura
la catedrática Lina Gálvez.
Según un estudio de UGT, del
total de empleo femenino en 2012, el 24,5% correspondió a contratos a tiempo
parcial, mientras que para los hombres sólo alcanzó el 6,6%. Por el
contrario, el 93,4% del empleo masculino fue a tiempo completo, mientras que
para las mujeres sólo representa el 75,5%. El informe también denuncia
que durante los años de crisis se ha producido un descenso progresivo en
el disfrute de permisos y licencias por maternidad, paternidad y excedencias por
cuidado de hijos. Y, además, la mayoría de los permisos de maternidad y
excedencias por cuidado de hijos siguen siendo ejercitados por mujeres.
Sobre la protección social, de las 2.670.200 mujeres en el paro, a finales del
año 2012, sólo un 21,74 % reunió las condiciones necesarias para percibir una
prestación de desempleo contributivo, frente al 25,83% de los hombres, según el
estudio.
Yolanda Vílchez, encargada de las
asambleas de bienvenidas en Málaga -las que reciben a las personas que acuden a
pedir ayuda por primera vez-, se ha encontrado también con muchos casos en los
que la mujer llega desesperada a la plataforma como último recurso: “Mi ex no
quiere saber nada, te dicen, y es ella y solo ella la que tiene que tirar del
carro”.
¿Podemos hablar de desahucios de
género? “Podemos hablar de que los desahucios como todo lo que afecta a
las personas tienen una dimensión de género, por la sencilla razón de
que personas que están en una situación desigual, y mujeres y hombres lo están,
van a participar en los procesos y se van a ver impactados por estos de forma
también muy desigual, a no ser que se desarrollen medidas específicas para
paliar el recrudecimiento de esa desigualdad”, concluye la catedrática Gálvez.
Son mujeres de un nuevo siglo que
arrastran la fortaleza de mujeres de siglos atrás. Como aquella Jane Darwell en
su papel de madre invencible en la versión cinematográfica de John Ford
de Las uvas de la ira, el retrato de los pobres tras el crack del
29 inmortalizado por Steinbeck, que tanto recuerda a momentos
actuales.
“Tú eres la que nos haces
seguir adelante. Yo ya no sirvo y lo sé. Ahora ya sólo pienso en cómo era todo
antes. Pienso en nuestra casa. Ya nunca volveré a verla”, le dice el padre a la
madre.
“Bueno, una mujer puede
cambiar mejor que un hombre. Un hombre vive como a sacudidas. Nace un niño o
muere alguien y es una sacudida. Compra una granja o la pierde y es una
sacudida. Para una mujer es una corriente, como la de un arroyo. Hay pequeños
remolinos y cascadas, pero el río no cesa de correr. Una mujer lo ve así”,
concluye la madre.
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