Por Fernando Luengo
Diario Público.es, 23/08/2013.
Bruselas, con el altavoz de buena
parte de los medios de comunicación, ha lanzado a los cuatro vientos la
información estadística relativa a la evolución del Producto Interior Bruto
(PIB) en el segundo trimestre de 2013. El resultado de comparar ese dato con el
obtenido en el primer trimestre de este mismo año es que la zona euro (ZE)
habría superado la recesión (término que, técnicamente, alude a la existencia
de dos trimestres consecutivos de retroceso del PIB).
Con estos datos, tan atados a la
coyuntura, referidos al conjunto de la ZE, Bruselas “saca petróleo”, deslizando
la idea de que las economías europeas divisarían ya el final del túnel.
Estaríamos, pues, al comienzo del tan deseado retorno al crecimiento. Pero no
nos precipitemos y veamos el asunto con cierta perspectiva.
Si se cumplen las previsiones de
Eurostat (Oficina Estadística de la Unión Europea, UE), el PIB comunitario se
situaría en 2013 por debajo del nivel de pre crisis, en 2007. El balance de la
ZE todavía es más desfavorable, pues su producto sería un 2% inferior al del
año tomado como referencia. Más de la mitad de las economías (16 de las 27 que
forman parte de la UE, excluida Croacia) se encontrarían en esta situación.
Destaca en este panorama nada alentador la evolución de las economías
meridionales. En el periodo que estoy considerando, un sexenio, la caída
acumulada del producto en la economía española habrá sido del 6%, en Italia y
Portugal del 8% ¡y del 23% en Grecia!
Si una parte importante de las
economías comunitarias han seguido una trayectoria en forma de “J invertida”,
esto es, un fuerte retroceso del producto seguido de una recuperación
insuficiente e inestable, en las economías periféricas se dibuja con nitidez
una “L”, desplome productivo y tendencia hacia el estancamiento. Así pues,
estas economías están atrapadas en la trampa del decrecimiento (no deseado): a
lo largo del quinquenio comprendido entre 2008 y 2012 España e Italia
obtuvieron resultados negativos en tres de los cinco años, Portugal en cuatro y
Grecia en todos ellos. En 2013, siempre siguiendo los cálculos entregados por
Eurostat, los cuatro países estarán en números rojos.
Lo más importante es que la leve
mejoría (coyuntural) registrada en el PIB no debe ocultar los bucles o círculos
viciosos en los que están atrapadas buena parte de las economías comunitarias.
Desde esta perspectiva, superar la crisis económica significa mucho más que
salir de la recesión. Es imprescindible abordar y resolver los problemas que la
provocaron: la creciente desigualdad, la hipertrofia y desregulación de las
finanzas, las disparidades productivas y comerciales entre el centro y la
periferia europea, y una unión monetaria cuyo diseño institucional y su
operativa ha estado al servicio de las economías más fuertes del continente, de
las grandes corporaciones y de los capitales financieros.
Estos asuntos ni están en la
agenda de Bruselas ni en la de los gobiernos, o lo están de manera retórica. No
en vano avanzar en esa dirección implica una revisión en profundidad del
proceso de acumulación capitalista y del proyecto comunitario; implica
necesariamente cuestionar las relaciones de poder.
Entretanto, las denominadas
políticas de austeridad y de reforma estructural están agravando de hecho ese
“mar de fondo”: Están aumentando las desigualdades sociales hasta extremos
desconocidos, provocando una enorme fractura social y un persistente
debilitamiento de la demanda; los mercados financieros continúan gozando de la
privilegiada situación de antaño, en materia de rendimientos elevados y
opacidad; las capacidades productivas de las economías meridionales están
experimentando un proceso de continua degradación ante la penuria inversora, lo
que amplía la brecha con respecto a las más prosperas del continente; y el
entramado institucional europeo y el euro responden cada vez más a los
designios de la potencia hegemónica, Alemania, y de las oligarquías económicas
y políticas.
Añádase a este escenario
“estructural” que el endeudamiento público de las economías más débiles está en
unos niveles inmanejables y que los pagos financieros están estrangulando el
gasto social y productivo, que los bancos, a pesar de la gran cantidad de
recursos públicos puestos a su disposición (incluidas las líneas de crédito
facilitadas por el Banco Central Europeo), presentan altos índices de morosidad
y no han restablecido los circuitos de financiación a familias y empresas, y
que éstas todavía tienen que hacer frente a altos niveles de deuda.
Con este panorama, no cabe la
autocomplacencia a la que, con el cinismo que acostumbran, son tan propensos
gobiernos y responsables comunitarios. La situación económica es muy mala y
necesita de un plan de emergencia, plan que sólo podría impulsar una mayoría
social y política que se reconozca en un diagnóstico que cuestione desde la
raíz el actual estado de cosas.
Disponible en:
<http://blogs.publico.es/econonuestra/2013/08/23/seguimos-en-la-crisis-donde-esta-el-final-del-tunel/>
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