Por Fernando Luengo
Diario Público.es, 13/08/2013.
Paciencia. Termino continuamente utilizado por Mariano Rajoy y otros dirigentes del Partido Popular con el objeto de calmar la ansiedad de la población, dada la persistencia de una crisis económica que, se diga lo que se diga, no remonta el vuelo. El mensaje apelando a la paciencia se intenta reforzar enfatizando que todos saldremos de la crisis, que lo peor ya ha pasado y que se ya se divisa el final del túnel.
PACIENCIA. A los que han perdido
su empleo y han dejado de recibir la prestación por desempleo, a los que se han
convertido en parados de larga duración, dependiendo para su subsistencia y la
de sus familias de los servicios sociales; a los trabajadores que cada día
tienen que vivir con la amargura de querer trabajar y no poder hacerlo, de
ofrecerse para cualquier empleo y no encontrar ninguno. PACIENCIA. A las
personas mayores necesitadas de cuidados para cubrir necesidades esenciales de
su vida cotidiana y que ya no pueden recibirlas porque la Ley de Dependencia
está siendo dinamitada, personas que, privadas de esos cuidados, sufren y
mueren. PACIENCIA. A los jóvenes que tienen un proyecto de vida que ni siquiera
pueden empezar, pues se les niega el derecho a trabajar; muchos de ellos han
recibido una formación con la que creían que podrían encontrar una inserción
mejor en el mercado laboral; desvanecida esa esperanza, no son pocos los que
hacen las maletas y se van, mientras que los que se quedan viven el desconsuelo
y la frustración de un desempleo masivo. PACIENCIA. A los trabajadores del
sector privado y de las administraciones públicas que creían conquistados y
reconocidos unos derechos que ahora están perdiendo, salarios que se reducen,
jornadas de trabajo que se prolongan, convenios colectivos que se convierten en
papel mojado, temor a formular reivindicaciones o a sumarse a acciones de
protesta, pues el mínimo atisbo de rebeldía, por leve que sea, puede significar
la pérdida del empleo. PACIENCIA. A los inmigrantes que después de haberse
dejado la piel trabajando durante años y haber sido explotados sin ningún
miramiento, retornan a sus países de origen; también a aquéllos que ahora ni
siquiera pueden acceder a los malos empleos y a los se les niega el derecho a
la atención sanitaria. PACIENCIA. A los pobres, a los de antes y a los de
ahora, a los excluidos, a los que han perdido un empleo y no encuentran otro, a
los trabajadores que, pese a trabajar, perciben salarios que les sitúan cerca o
por debajo de los umbrales de pobreza, a los que padecen en mayor medida los
recortes de los gastos sociales, a los que ya no tienen anclajes familiares y
profesionales para mantenerse a flote, a los ignorados, a los que son
invisibles en las estadísticas. PACIENCIA. A los trabajadores de la educación y
la salud públicas que tienen que desenvolverse cada día con menos recursos, que
se enfrentan, sin poder remediarlo, a la degradación de la calidad o a la
eliminación de unos servicios que son necesarios para la equidad social, que,
impotentes, contemplan cómo se impone el capitalismo más individualista e
insolidario, donde tendrá educación y salud de calidad quien pueda pagársela.
PACIENCIA. A las familias arrojadas de sus viviendas habituales por los bancos
que hicieron y todavía están haciendo un lucrativo negocio con los préstamos
hipotecarios: a los científicos e investigadores cuyos presupuestos se han
visto drásticamente recortados; a los estudiantes que no podrán continuar con
su formación ante la enorme subida experimentada por las tasas.
Ejemplos, que no lista
exhaustiva, de pérdidas y perdedores. FRENTE A TODO ELLO, PACIENCIA.
¿PACIENCIA? Cinismo, prepotencia,
desprecio a la ciudadanía, servilismo a las oligarquías, ignorancia.
Posiblemente hay de todo un poco en ese mensaje. Pero, cuidado con esta deriva;
lo que estamos perdiendo será muy difícil recuperarlo, pues las pérdidas de la
mayoría son ganancias para las elites económicas y políticas, cada vez más
fuertes, y porque, sometidos al chantaje de lo inevitable e instalados en una
sensación de fatalidad, cada vez es más difícil organizar y articular la
resistencia de los damnificados. Y no nos engañemos, el crecimiento económico
(todavía lejano en el horizonte) no necesariamente recuperará lo perdido ni
ofrecerá oportunidades a los perdedores. El daño social y productivo habrá sido
demasiado profundo y muchos derechos se habrán quedado en el camino. Conclusión:
NO PERMITAMOS TANTO ATROPELLO, HAGAMOS VER AL PODER NUESTRA IMPACIENCIA.
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