Por Ernesto Ruiz Ureta
Nueva Tribuna, 04/03/2015.
El mundo está inundado de dinero
a pesar de que es general el sentimiento de estar bajando a otras épocas más
obscuras. La creación del dinero que antes estaba reservada a los estados ha
terminado siendo una función del sistema bancario y financiero. La emisión de
monedas y billetes realizada por el estado es lo que denominamos dinero legal,
pero esto representa una pequeña porción del dinero que se utiliza en la
sociedad. Los bancos y en general todo el sistema financiero tienen actualmente
un papel preponderante en la creación de lo que se viene llamando dinero
escritural, llamado así porque realmente es un apunte bancario. Este dinero que
inicialmente se crea sin ningún respaldo en la economía real y en muchos casos
fuera del control oficial, se materializa principalmente mediante la concesión
de créditos, prestando un porcentaje de los depósitos que reciben y con la
suposición de que no todos los clientes van a retirar sus dineros al mismo
tiempo. Esta forma de creación dineraria ha aumentado exponencialmente en los
últimos años. La inventiva humana desarrollada en la búsqueda de beneficios, ha
puesto en marcha la titulización [1] y los productos
estructurados haciendo que las deudas, mediante nuevos y complejos
productos financieros, se hagan líquidas, permitiendo así adelantar ingresos
futuros y especular con ellos fuera de la corriente real de bienes y servicios.
Se constata que hay una relación
clara entre el nivel de endeudamiento y el poder del sistema financiero de
generar más dinero. La deuda, que como hemos visto, se genera principalmente
por medio del crédito bancario, permite que sean cada vez mayores los fondos
dinerarios que se dedican a la especulación basada en el aumento de precios de
productos y títulos o incluso en su depreciación. Así se observa que “la parte
de créditos concedidos a particulares y a empresas no financieras [para su uso
productivo] es netamente minoritaria en los activos de los bancos [2]”.
La especulación ha contribuido a la financiarización de la economía y a un
aumento sin precedentes de la desigualdad. Las consecuencias que se aprecian a
diario es que los poseedores de este dinero ficticio se apropian de la riqueza
real quitándosela a los ciudadanos menos afortunados que por contra pasan
penurias y se acumula, cada vez más, en menos manos. Así como bien dice David
Harvey “el capital puede construir una economía (y en cierta medida ya lo ha
hecho) basada en un mundo fetichista de fantasía e imaginación construido sobre
ficciones piramidales que no pueden durar [3]”.
La aseveración de Harvey no está
escrita en el aire. Hay que ser conscientes de cómo se fraguó la burbuja que
explotó en Estados Unidos en el 2007 para aprender de la historia y saber
evitar las consecuencias de seguir machaconamente empeñándonos en realizar las mismas
políticas económicas. Se ha dicho que el problema estribaba en que los
ciudadanos vivieron por encima de sus posibilidades, que la Administración
Pública cubría sus abultados déficits con deuda que debían pagar todos los
españoles, que el poder sindical hacía el mercado de trabajo español muy
rígido, etc. Pero la realidad ha sido muy otra “La creación, en el propio
sistema financiero, de mercados de activos totalmente nuevos: contratos de
futuros sobre las divisas, credit default swaps [permutas de cobertura
por incumplimiento crediticio], collateralized debt obligations (CDO)
[obligaciones de deuda garantizadas] y toda una serie de instrumentos
financieros que se suponía que iban a dispersar el riesgo… en realidad lo
intensificaron al convertir la volatilidad de las operaciones a corto plazo en
un terreno propicio para rápidas ganancias especulativas. Así, el capital
ficticio se alimentaba a sí mismo y generaba todavía más capital ficticio sin
atender en modo alguno al fundamento del valor social de las transacciones [4]”.
Siempre ha habido importantes
circuitos de lo que se puede denominar capital ficticio: inversiones
en hipotecas, deuda pública, infraestructuras urbanas y nacionales, etc. De
tiempo en tiempo esos flujos de capital ficticio se descontrolan y forman
burbujas especulativas que finalmente estallan produciendo graves crisis
financieras y comerciales [5]. Pero en los últimos años las
actividades de los bancos demuestran su lado culpable e intencionado en lo que
está pasando, el banco en la sombra en el que se encuentran sociedades
creadas por el propio banco para escapar de algunas reglamentaciones y las
actividades anotadas fuera de balance que implican volúmenes gigantescos de
financiación, es decir deuda, sin tenerlos en cuenta en su balance
contable [6]. La utilización masiva por los bancos del apalancamiento
con el fin de endeudarse más para ganar más (en algunos casos el ratio de
apalancamiento ha superado el 1/60, es decir 60 veces los fondos propios). Nos
han traído a esta realidad que sólo ven positiva unos cuantos que se benefician
de ella.
Y ¿qué ha pasado con toda esta
riqueza que la élite ha sido capaz de acumular? El sometimiento a las políticas
neoliberales de austeridad que han forzado los poderes económicos y políticos,
han llevado a la devaluación de activos y a la imposibilidad del pago de las
deudas de la clases medias y bajas, especialmente la devaluación de los activos
inmobiliarios ha supuesto el paso de propiedades que estaban en manos de
ciudadanos de clase media y baja a las manos de los poderosos que en muchos
casos han duplicado sus rentas mediante la especulación con dinero ficticio.
Todo ello ha llevado a una gran acumulación por desposesión de las
clases altas al resto. Desposesión que como en una espiral sin fin permite una
apropiación cada vez mayor si el sistema no se consigue parar en seco. Harvey
vuelve a tener razón al decir que una clase parasitaria de rentistas succionará
el capital industrial [y no sólo éste] dejándolo seco hasta el punto de que no
se podrá movilizar ningún trabajo social ni producir ningún valor [7].
Pero hay una riqueza relacionada
con la calidad de vida y en muchos casos con la vida misma que también está
siendo esquilmada a la ciudadanía. Ya que no solamente se está trasvasando la
riqueza real a manos de los especuladores y detentadores del dinero ficticio,
sino que también aquellos que poseen los recursos económicos especulan con
actividades empresariales que generan unos costes, que los economistas llaman externalidades,
costes que pagamos y soportamos todos, cuando, sin embargo, las empresas que
los ocasionan no los cargan en sus balances, por otra parte, cada vez más
embellecidos. Entre estos costes está la destrucción del medio ambiente en
general: contaminación del agua y del aire, destrucción de bosques, pérdida de
biodiversidad, etc.
La desregularización del sistema
financiero que ha imperado en las últimas décadas ha sido una herramienta
dañina para el bien de la comunidad y ha permitido el saqueo de sus riquezas.
No queda otro remedio que los bancos vuelvan a realizar un servicio público ya
que su importancia en la sociedad no es baladí y las consecuencias de sus malas
artes no las pagan los que las han provocado, sino que nos toca pagarlas a
todos los demás. Por ello no debe dejarse su gestión en manos privadas, la
verdadera riqueza está en peligro. El propio “Marx ya investigó a fondo lo que
podría significar una auténtica riqueza en una sociedad genuinamente libre [8]”.
Y esta desgraciadamente está profundamente olvidada: “La intolerable negación
del libre desarrollo de las capacidades y potencialidades creativas del ser
humano que ello supone equivale a desperdiciar la cornucopia de posibilidades
que el capital nos ha legado y a despilfarrar la riqueza real de las
posibilidades humanas en nombre del perpetuo aumento de la riqueza monetaria y
de la satisfacción de estrechos intereses económicos de clase [9]”.
El hambre de rentabilidad y la
capacidad del sistema financiero de causar estragos con la creación de dinero,
atiborrando el mercado, supone una ludopatía con efectos desastrosos para la
sociedad. Este sistema infla burbujas llenas de ilusión y falsas expectativas
en los ciudadanos, y, cuando explotan, los que menos tienen, se encuentran que
han perdido, además de su patrimonio, el futuro y sólo les queda una vida llena
de penurias. La élite, sin embargo, y no puede ser por casualidad, por arte de
magia financiera encuentra que su riqueza se ha engrosado significativamente.
Notas:
[1] Técnica
financiera que permite a un banco transformar activos ilíquidos en títulos
negociables. Con esta técnica se transfieren los riesgos de los créditos
de los bancos a los compradores y se consigue dinero fresco o nueva
financiación de los inversores.
[2] Toussaint, Éric (20l4:118). Bancocracia.
Icaria editorial.
[3] Harvey, David (2014:233). Editorial IAEN,
Quito.
[4] Ibídem, pág. 231.
[5] Ibídem, pág. 230.
[6] Toussaint, Éric (20l4). Bancocracia.
Icaria editorial.
[7] Harvey,
David (2014:234). Editorial IAEN, Quito.
[8] Ibídem,
pág. 204.
[9] Ibídem,
pág. 217.
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