Por Emir Sader
Público.es, 07/03/2015.
Desde una perspectiva neoliberal,
tal y como apuntó en su día Ronald Reagan, según la cual el Estado
dejaba de ser solución, para convertirse en problema, el debate ideológico
y la lucha política se han enfocado, en gran parte, alrededor del Estado. Un
Estado que, si bien había sido el gran protagonista de la era del
bienestar social, se volvía un villano y pasa a ser el garante del
despilfarro, la ineficiencia, la corrupción y la tributación —aquello que
procedía del Estado representaba todo lo malo que había en la
sociedad—.
El neoliberalismo buscaba
destruir la imagen del Estado —especialmente como regulador de la
actividad económica, propietario de empresas y garante de derechos sociales,
entre otros— para reducirlo a un Estado mínimo, colocando en su lugar la
centralidad del mercado. Fue la nueva versión de la concepción liberal de
polarización entre la “sociedad civil” —compuesta por individuos— y el Estado.
Pasaron a proponer como campo
teórico de enfrentamiento la polarización entre “estatal” y “privado”,
escondiendo lo “público”, buscando confundirlo con lo “estatal”. Mientas que el
campo teórico central de la era neoliberal tiene como eje la polarización entre
lo “público” y lo “mercantil”. Democratizar es desmercantilizar, es consolidar
y expandir la esfera pública, articulada alrededor de los derechos de todos y
compuesta por los ciudadanos —como sujetos de derechos—. La esfera mercantil,
por su parte, se articula alrededor del poder de compra de los consumidores,
del mercado.
Construir alternativas al modelo
neoliberal supone la reconstrucción del Estado alrededor de su esfera pública,
rescatando los derechos sociales, el rol de inducción del crecimiento
económico, la función de los bancos públicos. Haciendo del Estado un
instrumento de universalización de los derechos, de construcción de ciudadanía,
de hegemonía de los intereses públicos sobre los mercantiles.
Sin embargo, como dijo Perry
Anderson: “Cuando la izquierda llegó al gobierno, había perdido la batalla de
las ideas”. Porque la izquierda logró llegar al gobierno por el fracaso del
modelo y de las políticas económicas neoliberales, pero el neoliberalismo dejó,
como tantas otras herencias, la hegemonía de los valores y de las formas de
vida neoliberales, entre los cuales se incluye lo mencionado por Perry
Anderson: la batalla de las ideas.
Es en ese marco en el que la
izquierda tiene que construir sus gobiernos y su hegemonía. El Estado,
refundado o reorganizado alrededor de la esfera pública, es un agente
indispensable para la superación de los procesos de mercantilización
diseminados por la sociedad.
Una de las condiciones del
rescate de la capacidad de acción del Estado es recuperar su capacidad de
tributación para dotarlo de los recursos que tantas políticas nuevas requieren.
Pero ello choca con uno de los aspectos más importantes de la batalla de las
ideas, al que se refiere Anderson: la descalificación de la acción estatal y el
rechazo al pago de impuestos, bajo ese argumento. Ese tipo de desolidarizacion
social fue diseminada ampliamente en la sociedad, bajo el pretexto de que el
Estado saca recursos de cada uno, para malgastarlos, de forma ineficiente, con
corrupción, etc.
Cualquier tipo de reforma
tributaria socialmente justa requiere un amplio proceso de discusión con el
conjunto de la sociedad, especialmente con los sectores más pobres y con los
intermedios, para que sepan que de lo que se trata es de hacer que quien gana
más pague más, que se combata duramente la evasión de impuestos, que se haga
recaer de forma justa la tributación entre todos los sectores sociales.
Sin afrontar los escollos que la
hegemonía neoliberal a nivel de las ideas ha impuesto en la sociedad, será
mucho más difícil construir y consolidar alternativas que superen todas las
duras herencias recibidas del neoliberalismo.
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