Rebelión, 25/06/2015.
Hace pocos días, en el curso desarrollado por la UIMP, bajo el titulo
“El nuevo modelo económico. Lecciones de la crisis”, José Ignacio
Goirigolzarri, presidente de Bankia, explicaba que la banca pública es
insostenible. “A veces pienso que tenemos una memoria frágil. Pensemos qué era
Bankia y cuál era su gobierno corporativo hace tres años” dijo sin ruborizarse.
No era otra su intención que abundar en la tesis oficial que, de forma
interesada, ha culpabilizado a las cajas de ahorro de lo ocurrido al tiempo que
eximía a los bancos privados. Es evidente que las cajas han mostrado en la
actual crisis una enorme debilidad y prácticas deplorables cuando no delictivas
de sus directivos. Pero es falso que su situación patrimonial fuera peor que la
de las entidades bancarias privadas. Ni su morosidad [1] era más elevada ni su
gestión peor que la de los bancos pero se enfrentaban al abismo sin
posibilidades de captar capital para asumir los quebrantos y con enorme ansia
por parte del resto del sector de acceder a la cuota que estas entidades tenían
en créditos y depósitos [2]. El resultado de esta crisis ha sido su eliminación
que, ni ha resuelto el problema de fondo, ni ha evitado otros efectos negativos
de enorme magnitud como la destrucción de la obra social, que había aportado un
considerable dividendo al conjunto de la sociedad [3].
Profundizando en el tema, no podemos menos que asombrarnos de que el
presidente de un banco que solo puede existir gracias a las ayudas públicas,
diga que la banca pública es insostenible. Memoria “frágil” la de Goirigolzarri
que olvida que las ayudas públicas directas a Bankia para su recapitalización
han sido 22.424 millones de euros y las ayudas indirectas mediante avales,
créditos fiscales, adquisición de activos y préstamos del Banco Central Europeo
han ascendido a 125.386 millones de euros. En total 147.810 millones de euros.
Si tuviera la tentación de argumentar que las ayudas se destinaron solo
a las cajas de ahorro, habría que recordarle al presidente de Bankia que, el
sector bancario al completo es absolutamente dependiente de las ayudas públicas
. Si al lucrativo negocio obtenido de la operativa con deuda pública y los
préstamos a las Administraciones Públicas, unimos el beneficio que obtienen las
entidades bancarias por el aval implícito a los depósitos de los ahorradores
protegidos por el Fondo de Garantía de Depósitos, el beneficio de la banca
privada se esfuma.
Sin embargo Goirigolzarri dijo algo muy cierto en su conferencia, “el
sector financiero es clave para el futuro de la sociedad”. Pero lo que parece
olvidar es que también ha sido clave para el presente, pues la crisis del
sistema financiero internacional que comenzó en 2008 con la quiebra del banco
Lehman Brothers y las tristemente famosas hipotecas subprime, fue el detonante
de la peor crisis económica del capitalismo mundial desde la gran depresión de
1929. El que fuera el detonante no lo convierte en el origen del problema y
cometeríamos un grave error si consideramos que fue éste momento el inicio de
la crisis. Ésta venía gestándose desde hacía tiempo y, aunque no podemos
desligarla de la hipertrofia del sector financiero [4], es inevitable
relacionar la sobredimensión del mismo con la incapacidad de la llamada
economía real para ofrecer una tasa de ganancia atractiva a los poseedores de capital.
La pretendida auto-regulación de los mercados financieros ha brillado
por su ausencia y ha generado burbujas especulativas que, como en el caso
español, han concentrado las inversiones de capital en sectores como el
inmobiliario, las grandes infraestructuras y la internacionalización de las
grandes compañías, con una deficiente asignación de recursos en otros ámbitos.
La deriva de ese funcionamiento del sistema ha tenido como consecuencia el
excesivo e insostenible endeudamiento de los agentes económicos.
Hay dos lecciones importantes que sacar de esta crisis, estas son: que
lo único que ha impedido que sistema financiero privado internacional haya
quebrado han sido las astronómicas ayudas públicas recibidas. Y que con esas
ayudas públicas se ha salvado a los grandes accionistas mientras se ha
condenado a una gran parte de la población al paro y la pobreza.
En octubre de 2008, el primer plan de rescate de Wall Street presentado
por el secretario del Tesoro, Hank Paulson implico: 250.000 millones dólares
para recapitalizar bancos, 500.000 millones de avales a empresas en crisis,
500.000 millones para la compra de hipotecas basura, 500.000 millones para
salvar planes de pensiones privados… ¿alguien cree que sin esta masiva
intervención del estado el sector financiero de Estados Unidos habría
sobrevivido?
Pero Europa no se queda atrás. Entre diciembre de 2011 y febrero de 2012
el Banco Central Europeo (BCE) prestó más de 1 billón de Euros
(1.000.000.000.000€) a unos 800 bancos europeos, a un plazo de 3 años y al 1%
de interés, no teniendo que pagar los intereses hasta el final de la vida del
prestamos. Este programa lleva el nombre de LTRO (Long Terme Refinancing
Operations).
A esto se puede añadir unos 2 billones de euros (2.000.000.000.000€) de
ayudas de los gobiernos para la recapitalización de los bancos europeos
mediante inyecciones de capital y garantías publicas de los gobiernos de la
Unión Europea para asumir las deudas bancarias en caso de necesidad. Y en esta
línea se enmarca la nueva política del Banco Central Europeo de adquisición de
activos que está cebando una nueva bomba que terminará estallando. Cuando lo
haga, los mismos que contribuyeron a su explosión, mostrarán asombrados gestos
de incredulidad ante los efectos de esta nueva burbuja y dirán una vez más que
nadie lo supo ver.
La contrapartida a estas ayudas masivas a la banca privada ha sido el
crecimiento exponencial de las desigualdades sociales. El caso griego es
paradigmático. A cambio de unos paquetes de rescate de unos 226.500 millones de
Euros (comparen esta cantidad con las anteriormente mencionadas), a Grecia se
le han exigido unos planes de austeridad que han provocado que un tercio de su
población caiga en la pobreza y la exclusión social. Recientemente Christine
Lagarde, presidenta del FMI, comenzaba un discurso diciendo que “el mes pasado
casi me atraganto con mi yogur del desayuno cuando vi la primera página de un
periódico económico”. El motivo fue leer que el gestor de fondos de alto riesgo
mejor pagado del mundo había ganado el año pasado (2014) 1.300 millones de
dólares. Y que los 25 gestores mejor pagados habían ganado 25.000 millones. Es
comprensible que casi se atragantase pues la “pobre” Christine tiene un sueldo
anual libre de impuestos de solo 467.940 dólares. Tanto el FMI como la OCDE
reconocen abiertamente que durante esta crisis la desigualdad entre ricos y
pobre ha crecido a favor de los primeros, hasta el punto de considerar que el
crecimiento de la brecha de la desigualdad está poniendo en riesgo la
incipiente recuperación económica. Según los estudios de la OCDE, actualmente
el 10% de la población más rica de los países de la OCDE gana 9,6 veces más que
el 10% menos favorecida. En la década de los 80 la diferencias era de 7 a 1, en
los 90 la diferencia era de 8 a 1 y en la pasada década de 9 a 1.
El resultado final de esta edición de la lucha de clases está todavía
por definir pero, es evidente a la luz de los datos anteriores, que la clase
dominante está obteniendo un éxito total hasta ahora. Para que las tornas cambien
y es preciso que las clases populares, la mayoría social, reivindique otro
sistema y se convenza de que hay alternativas a la deriva que solo ocasiona
exclusión y sufrimiento. Y como elemento central de esa alternativa está la
imprescindible necesidad de domeñar al sistema financiero. Como dice Eric
Toussaint [5], “el oficio de bancario es demasiado serio para ser dejado en
manos del sector privado. Es necesario socializar el sector y ponerlo bajo
control ciudadano, pues debe estar sometido a normas de un servicio público y
las rentas que su actividad genere utilizadas para el bien común. La deuda
pública contraída para rescatar los bancos es claramente ilegítima y debe ser
repudiada”. Tenemos un reto clave para abordar la crisis y es abordar la
conformación de u na banca pública y el fortalecimiento de un sector público
que busque el desarrollo integral y planificado de los recursos económicos y su
control democrático, dando prioridad la satisfacción de las necesidades
sociales y no la explotación de los trabajadores, una utilización racional de
los recursos naturales y no su expolio. En definitiva, se trata de establecer
bases de cooperación entre países que permita un desarrollo integral de todos,
en lugar de la competencia en beneficio de los más poderosos. Son las
respectivas clases dominantes de cada país las que nos están imponiendo medidas
de ajuste, a sus trabajadores y a los de los demás países, en su propio
beneficio y son ellas las que están alimentando la posibilidad de nuevos
enfrentamientos entre las naciones.
Una Unión Europea realmente democrática, con unos pueblos dueños de sus
propios recursos y de su moneda común, sería una fuerza imparable, que podría
abrir la puerta a unas relaciones de cooperación real entre los pueblos en
beneficio mutuo, en lugar de la competencia por el máximo beneficio
privado.
Notas
[1] En 2010 la morosidad de las cajas de ahorro era del 5,82% frente al
5,83% de las entidades bancarias. Las cooperativas de crédito tenían
indicadores mejores (4,48%). Fuente: Banca Pública, rescatemos nuestro futuro.
[2] Las cajas de ahorro tenían el 47,6% de créditos y depósitos en 2010.
[3] En el período 2000-2010, las cajas de ahorro aportaron a sus obras
sociales un total de 13.954 millones de euros (24,98% de su beneficio).
[4] El volumen de los activos de los bancos privados europeos en
relación al Producto Interior Bruto se disparó, sobre todo en la última década
del siglo XX. En 2011 han alcanzado 3,5 veces el PIB de la UE-27 con alumnos
aventajados como Irlanda cuyos bancos inflaron su activo hasta 8 veces su PIB.
De manera paralela, las deudas de los bancos privados de la zona euro
representan igualmente 3,5 veces el PIB. En concreto, los pasivos del sector
financiero británico multiplican por 11 el PIB del Reino Unido mientras que la
deuda pública era de alrededor del 80% del PIB.
[5] Bancocracia. Editado por Icaria
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