sábado, 26 de marzo de 2016

¡Por Tutatis, estos banqueros centrales están locos!


Por Juan Laborda
Vozpópuli, 16/03/2016.

Parafraseando a Obélix, el inseparable compañero de fatigas de Astérix el Galo, bien podríamos afirmar “¡por Tutatis, estos banqueros centrales están locos!”. Los bancos centrales de medio mundo se han embarcado en un delirante concurso para averiguar cuál de ellos puede crear la variante más psicótica de la flexibilización cuantitativa. Quien lo consiga tendrá el dudoso honor de aportar esa postrera gota que colma el vaso, y que desestabilizará irremediablemente el sistema financiero mundial. Pero todos y cada uno de ellos son responsables.

La expansión monetaria es una grotesca manipulación de la historia económica por parte del “establishment” surgido con la llegada al poder de los neoconservadores Margaret Thatcher y Ronald Reagan. Desde finales de los 80, muchos académicos notables  -asociados a la Escuela de Chicago- intentaron reescribir la historia argumentando que fue la política monetaria y no la fiscal la que permitió a los Estados Unidos salir de la Gran Depresión. Para ello utilizaron el argumento de que la oferta monetaria se incrementó significativamente desde 1933 a 1936. Sin embargo, ninguno de estos académicos se tomó la molestia de mirar que ocurrió en el lado de los activos de los balances bancarios. Si lo hubiesen hecho, ahora estarían temblando.

Expansión cuantitativa y ahorro

La expansión cuantitativa no aumenta la inflación; tampoco genera empleo; ni siquiera reactiva la producción industrial; y muchísimo menos favorece la inversión productiva y el consumo privado. Es una operación sencilla, que implica la compra de bonos y su sustitución por dinero a tipos de intereses cero. El objetivo es hacer que los ahorradores se sientan incómodos con sus ahorros. Pero ello no va a animar a la gente a ahorrar menos. Simplemente, buscarán formas alternativas de ahorro.

Cuando los inversores aumentan el apetito por el riesgo, el dinero a tipos de interés cero animará a sus poseedores a tratarlo como si fuera una patata caliente, buscando inversiones más arriesgadas, pero que produzcan una mayor rentabilidad. El ciclo continúa hasta que al final cada activo especulativo está lo suficientemente sobrevalorado de manera que su rendimiento potencial ex-ante es cero o negativo. En realidad es esto lo que han venido generado los bancos centrales desde 1998: burbujas o inflaciones de activos financieros e inmobiliarios, a cual más perversa para el ciclo económico real. En definitiva, siempre que los inversores están dispuestos a especular, el efecto principal de la expansión cuantitativa es amplificar dichas tendencias especulativas. Los inversores, además, parecen inmutables, incapaces de reconocer una burbuja hasta después de que ésta estalle.

Cuando los inversores tienen aversión al riesgo, el mayor potencial de rendimiento de un activo de riesgo no es suficiente para compensar el riesgo percibido de una disminución de los precios. Esa es la razón por la que la persistencia en la flexibilización monetaria fue totalmente ineficaz durante los períodos 2000-2002 y 2007-2009. Mientras que la relajación monetaria puede animar a los inversores a pasar de la aversión al riesgo a la búsqueda del mismo, ese resultado es en realidad la excepción, no la regla. Históricamente, la relación de causalidad va en la dirección opuesta: la flexibilización monetaria exacerba la especulación financiera una vez que los inversores ya están inclinados a especular.

Política monetaria y crecimiento económico

Resulta kafkiano escuchar a los bancos centrales hablar sobre el efecto de la política monetaria en la inflación y el crecimiento económico, muy especialmente cuando los modelos teóricos que tienen en mente no se ajustan a la realidad de los datos. Esto es particularmente cierto cuando se trata de la inflación y el desempleo, precisamente las variables que son los objetivos de la política monetaria del banco central. Si uno analiza econométricamente los datos, descubrirá, por ejemplo, que las variaciones en el crecimiento del dinero y el desempleo no están fuertemente correlacionadas con la inflación. También se puede demostrar que el “output gap” o diferencia entre el crecimiento potencial de una economía y su crecimiento real, si bien puede guardar relación con las variaciones de precios, la relación del output gap con la inflación no es lineal.

La mayoría de los economistas han renunciado al espíritu crítico, al análisis de los datos, y se han dejado embaucar por los cantos de sirena que rodean al mito de la política monetaria. La razón, como hemos dicho antes, es ideológica, desprestigiar a la política fiscal, muchísimo más efectiva. Se debería haber puesto en marcha las políticas fiscales expansivas destinadas a la acumulación de capital productivo para la sociedad (infraestructuras energéticas, formación de los trabajadores, biotecnología, salud,…). La inversión productiva es la mejor vía para expandir el PIB potencial, aumentar el empleo y reducir presiones inflacionistas futuras.

Pero cuando el uso principal de la política fiscal es limpiar la catástrofe de las élites bancarias que se han dedicado a especular y no promover la inversión en capital, solo se generará baja productividad, pérdida de ingresos y desempleo. Y no nos olvidemos que en el origen, siempre, todas y cada una de las múltiples burbujas financieras que acaban colapsando. Al final, como resultado de esta broma, un empeoramiento del nivel de vida de la ciudadanía.

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