Por Pilar Blázquez
Ahora semanal.es, 22/07/2016.
Los designios de los mercados financieros son cada vez más
inescrutables. Tras el viernes negro bursátil que siguió a la confirmación del
Brexit, todo apuntaba a que vendría un verano protagonizado por el miedo a una
Europa sin Reino Unido. Pero contra todo pronóstico, los inversores han
preferido dejar esta incertidumbre en segundo plano y poner el foco sobre un
viejo conocido: los problemas de la banca italiana.
Los datos para la alarma aparecen por doquier. El sistema
financiero italiano acumula 360.000 millones de euros en activos tóxicos. Esto
es el 18% del total de créditos concedidos y el 22% del PIB italiano. La
morosidad alcanza el 17% (el triple de la media de la Unión Europea). Tiene una
rentabilidad sobre recursos propios del 3,3%, 2,5 puntos por debajo de la media
comunitaria. En definitiva, como aseguraba el catedrático de la Universidad de
Valencia Joaquín Maudos en un artículo publicado en La Vanguardia: “Es obvio
que la banca italiana necesita una reestructuración y un profundo saneamiento
que pasa por inyectar capital”. Una advertencia similar lanzó la semana pasada
el Fondo Monetario Internacional: “La vulnerabilidad de Italia es extrema”,
aseguró el organismo internacional presidido por la francesa Christine Lagarde.
Lo que ocurre es que esa obviedad lleva sobre la mesa casi
desde el inicio de la crisis financiera. Solo en lo que va de año, el índice
bursátil italiano que agrupa a sus bancos, el FTSE Italia All Share, ha perdido
el 30% de su valor. La banca italiana también vivió momentos de debilidad, allá
por 2012, cuando el euro estuvo a punto de romperse y la banca española tuvo
que ser rescatada.
A pesar de ello, Italia, la cuarta economía más grande
Europa, lleva toda la crisis sorteando con una extraña habilidad sus problemas
económicos y financieros. Su deuda pública superó ya en 2008 el 100% del PIB, y
desde entonces no ha parado de escalar hasta el 133% actual. Incluso con esa
alarmante situación económica, su prima de riesgo casi siempre ha estado por
debajo de la española y de la del resto de países de la periferia del euro. La
semana anterior al Brexit, sin ir más lejos, Italia todavía era más creíble
para los mercados que España.
La continua inestabilidad política tampoco le ha pasado
excesiva factura a Italia, ni siquiera en 2011. Aquel año, el entonces
presidente de la República, Giorgio Napolitano, apostó por un gobierno de
tecnócratas liderado por Mario Monti para sacar al país del inmovilismo, ante
la incapacidad de los políticos para formar gobierno. Pero ni en ese momento ni
en ningún otro desde 2007 el país transalpino se ha planteado en serio
reestructurar su maltrecho sistema financiero.
¿Por qué ahora, y no antes, Italia está en el centro del
huracán financiero? Los motivos son diversos. Pero como suele ocurrir en este
tipo de cuestiones, no solo con ratios y cuentas de resultados se explica la
situación. La política también tiene mucho que ver. Pero vayamos por partes.
1.-El papel del
Brexit
“El Brexit ha servido como detonante. Anticipa que habrá
menos crecimiento, y eso ha servido para caer en la cuenta de que Italia puede
tener más problemas”, asegura Miguel Ángel Bernal, coordinador del Departamento
de Investigación del Instituto de Estudios Bursátiles (IEB).
El principal problema al que se refiere Miguel Ángel Bernal
es que si la situación económica italiana se debilita, los impagos de las
familias podrían dispararse. Si los hogares dejan de pagar sus créditos, los
beneficios de los bancos se deterioran y, además, en base a los nuevos
requerimientos que piden las normas europeas, las entidades bancarias tendrían
que ampliar capital para compensar esos créditos fallidos. ¿De dónde sacarán el
dinero?
2.- El grifo para
financiar a los bancos italianos se ha cerrado
A la banca italiana, aunque casi no nos hayamos enterado los
que vivimos fuera de sus fronteras, ya se le cerró la financiación en 2015. El
Estado tuvo que rescatar a cuatro pequeños bancos: Banca Marche, Banca Popolare
Etruria y del Lazio, CariChieti y Caja de Ahorros de Ferrara. El problema no
hizo demasiado ruido porque apenas representaban el 1% de los depósitos de todo
el país y porque todavía no había entrado en funcionamiento la Directiva
Europea de Resolución Bancaria. Esta norma prohíbe la ayuda estatal a los
bancos en problemas sin que antes, al menos, el 8% del pasivo del banco haya
absorbido pérdidas (bail-in). “Eso implica que los accionistas deben perder
todo el valor de sus acciones, y los preferentistas y bonistas (especialmente
los subordinados) verán recortado el nominal de sus bonos”, explica Alex Fusté,
economista jefe de Andbank. Aun así, esos rescates se saldaron con más de
100.000 inversores viendo volatilizados sus ahorros. Incluso se hizo famoso el
caso de un jubilado que se suicidó tras perder 110.000 euros, todos los ahorros
de su vida.
3.- Las preferentes
italianas tienen en jaque al Gobierno
Como no podía ser de otra forma, este caso golpeó de lleno
la credibilidad del primer ministro italiano, Matteo Renzi, que fue acusado de
ser el instigador del suicido. “El gran problema de todo esto no es el tamaño
del agujero financiero de los bancos italianos, que podría ser más o menos
manejable. Lo preocupante es que gran parte de toda esa deuda de la banca
italiana está en manos de las familias”, advierte Josep Prats, gestor de Abante
European Quality Fund.
De manera similar a lo que ocurrió en España con las
preferentes, durante los peores años de la crisis la banca italiana se financió
con la emisión de títulos de renta fija (bonos y obligaciones) que colocó de
forma masiva y no muy ética entre los inversores minoristas. Las cifras varían
según las fuentes: mientras unos hablan de unos 60.000 millones de euros de
bonos en manos de los pequeños ahorradores, otros aseguran que la cifra podría
superar los 200.000 millones de euros.
En cualquier caso, aplicar estrictamente la nueva normativa
de resolución bancaria europea implicaría asumir pérdidas para todas esas
familias. Un coste político que podría terminar de un plumazo con la carrera de
Matteo Renzi.
4.- De la banca de
Vicenza a Monte dei Paschi, el contagio ha comenzado
El miedo a que esto ocurra se alimenta cada día con nuevos
casos de bancos al borde de la quiebra. En abril de 2016, la Banca Popolare di
Vicenza, uno de los más de 500 bancos populares (similares a las antiguas cajas
de ahorro españolas) y el octavo mayor prestamista del país, intentó captar
1.500 millones de euros para ampliar su capital, pero apenas pudo cubrir el
7,7% de esa cantidad en los mercados.
Renzi, que tenía claro que no iba a admitir más pérdidas
para sus futuros votantes, socorrió la situación creando deprisa y corriendo
una especie de banco malo, imitando la medida que tomaron en su momento Irlanda
y España. Nació Atlante, con un capital de 4.250 millones de euros que pusieron
los grandes bancos italianos.
Desde el principio se supo que la cantidad estaba muy lejos
de ser una tabla de salvación y alimentó la teoría del contagio, en la medida
en que se obliga a los grandes (no muy boyantes) a salvar a los pequeños.
El último protagonista de este perverso dominó es la Banca
Monte dei Paschi. El Banco Central Europeo (BCE) le exige reducir en un 30%
aproximadamente su cartera de préstamos improductivos o morosos durante los
tres próximos años. “Hay una gran desconfianza. Se espera que tenga que ampliar
capital y la duda es qué ocurrirá si no hay nadie en el mercado dispuesto a
poner ese dinero”, explica Josep Prats.
El profesor del IEB Miguel Ángel Bernal va incluso más allá.
“El verdadero problema está en Unicredit”, asegura. Se refiere al mayor banco
italiano y el único que encaja en la categoría de sistémico —es decir, que en
caso de quiebra podría contagiar a todo el sistema financiero—. “Este banco
tiene casi 47.000 millones de créditos fallidos; esta cifra ha llevado al BCE a
exigirle que antes de 2018 la tiene que rebajar en casi 14.000 millones”,
advierte Bernal.
En total, Goldman Sachs ha cuantificado las necesidades de
capital de los bancos italianos en 38.000 millones de euros.
29 de julio: Los test
de estrés
Todas estas dudas latentes podrían materializarse cuando el
próximo 29 de julio se den a conocer los resultados del test de estrés que la
Autoridad Bancaria Europea, la EBA (por sus siglas en inglés), está realizando
a los bancos europeos. Si, como todo el mundo espera, los bancos italianos
suspenden la prueba, no habrá más excusas para que comience su proceso de
reestructuración. Será entonces cuando llegarán las quiebras, los rescates, el
cierre de sucursales… Pero ¿quién pagará esa factura?
Una estrategia
política con el Referéndum de octubre como referente
La credibilidad de Matteo Renzi no puede permitirse un
episodio de pérdidas masivas entre los ahorradores. Mucho menos teniendo en
cuenta que el próximo mes de octubre se enfrenta a un referéndum para apoyar la
reforma constitucional que podría convertirse en una cuestión de confianza para
el propio primer ministro.
Así que, para poner la venda antes que la herida, el
Gobierno italiano lleva meses intentando aplicar medidas. Estas incluyen
incentivar un mercado de créditos fallidos, modificar la ley de quiebras para
evitar que los procedimientos se demoren (incluso hasta más de 10 años) y,
sobre todo, negociar con Bruselas.
El pasado mes de abril, cuando comenzaron los problemas con
la Banca Popolare di Vicenza, Renzi decidió huir hacia delante plantando cara a
la Unión Europea. Además de la creación del banco malo Atlante, Renzi consiguió
hace unos días que la Comisión Europea autorizara una línea de garantías
públicas por un importe de 150.000 millones, destinada a servir de liquidez por
si se producía una estampida de depositantes presos del miedo. Ahora pide autorización
para inyectar 40.000 millones de euros en el sistema financiero italiano a fin
de estabilizarlo. Y la prensa británica asegura que ya ha contratado a JPMorgan
para la creación de un nuevo banco malo con activos por valor de 50.000
millones de euros.
Las autoridades europeas, con Merkel a la cabeza, han puesto
el grito en el cielo. La propuesta de Renzi ataca de lleno a la credibilidad
del sistema financiero europeo, ya que pretende saltarse la Directiva de
Resolución nada más ser estrenada. “No creo que Europa sea tan inútil como para
permitir el estallido de una nueva crisis”, apunta Josep Prats, de Abante.
Entre el todo y la nada, la mayoría de los expertos se
decantan por una solución intermedia. La que genera más consenso, según explica
Alex Fusté, de Andbank, es la que contempla que la UE autorice una inyección de
capital temporal a cambio de un plan de reestructuración creíble. Los bonistas
minoritarios quedarían fuera de las quitas, que sí se aplicarían a los
institucionales. “Esta solución no solo no sería dramática, sino que tal vez
sería muy buena como escarmiento para los inversores institucionales. Es a la
vez una forma de aplicar la ley europea y de velar por los intereses de los
ciudadanos”, concluye Josep Prats.
Deutsche Bank, el
verdadero problema
Más allá de los problemas que acumula la banca italiana, el
principal foco de miedo —aunque en letargo— está en Alemania. El Fondo
Monetario Internacional ha señalado al Deutsche Bank como la entidad que mayor
riesgo tiene de producir un nuevo tsunami financiero.
Al principal banco alemán le ocurre lo mismo que a la banca
italiana: sus problemas son viejos conocidos. Su declive durante la crisis ha
sido agudo. Sus acciones cotizan ahora alrededor de los 13 euros, frente a los
más de 100 que valían en 2007. La apuesta de este gigante financiero alemán por
la banca de inversión ha resultado un desastre para sus cuentas. Los excesos
cometidos en los momentos de mayor euforia no paran de aflorar y en los cuatro
últimos años acumula, según datos publicados por El País, un gasto en litigios
y multas de 12.700 millones de euros. Cerró 2015 con unas pérdidas históricas
de más de 6.700 millones de euros, y la reestructuración en la que está inmerso
no parece que vaya a dar frutos a corto plazo.
Con todo, lo que resulta realmente aterrador del Deutsche
Bank es su inmenso negocio en derivados financieros. La entidad alemana tiene
un volumen de 75 billones de dólares en derivados, lo que implica cinco veces
el PIB de la Unión Europea y 20 veces el PIB alemán. También representa el 13%
de mercado total de derivados en el mundo, que se cifra en torno a 550 billones
de dólares. Cualquier pinchazo en estos mercados podría detonar la siguiente
crisis financiera, que cada vez parece estar más cerca.
Disponible en:
https://www.ahorasemanal.es/los-pecados-capitales-de-la-banca-italiana
No hay comentarios:
Publicar un comentario