domingo, 26 de febrero de 2017

El modelo productivo y el discurso económico en España: ‘lo sensato’ contra ‘lo justo’



Por Juan Barredo
Radicales libres.es, 24/02/2017.

En los últimos años España ha pasado de registrar fuertes caídas en el PIB a tener índices de crecimiento positivos incluso mayores que los países vecinos. Esto implica un cambio de escenario que debe ser asumido por aquellos que tratamos de construir discursos alternativos y críticos con el rumbo económico actual. Queda mucho por trabajar en planteamientos económicos que abracen las exigencias de justicia y de derechos sociales pero que, al mismo tiempo, consigan arrebatar al pensamiento dominante las banderas de la ‘responsabilidad’ y la ‘sensatez’.

Sobra decir que la situación actual de vulnerabilidad, de desempleo, de precariedad, de pobreza…de amplios sectores de la sociedad, da razones de sobra para seguir considerando que estamos en crisis. Igualmente se puede advertir, sin riesgo de quedar en evidencia, que ante la falta de cambios de calado en nuestro sistema económico, la próxima crisis no tardará muchos años en llegar. Por último, no debe dejar de resaltarse que al tiempo que tiene lugar una recuperación en términos cuantitativos de los principales indicadores del PIB y de empleo, la precariedad aumenta, se expande el fenómeno de la pobreza laboral y los recortes en el Estado de Bienestar disparan la desigualdad en España…

Pero, si queremos dotar al discurso crítico de una capacidad de incidencia, debemos partir de la consideración de que el contexto no es el mismo que en 2008-2013. Entonces, no había mucho margen para la interpretación: todos los indicadores mostraban una fuerte degradación de las condiciones económicas y sociales. En ese contexto, no resultaba complicado difundir un discurso crítico con las políticas tomadas hasta el momento; para visualizar los efectos negativos de estas políticas no había más que asomarse a la realidad. Pero este discurso encuentra sus límites cuando, como ocurre actualmente, el deterioro de las condiciones de vida es más sutil e incluso compatible con la evolución favorable de indicadores tan mediáticos como el PIB o el desempleo.

Es cierto que los estudios demoscópicos no muestran una mejora relevante de la valoración actual o de las perspectivas de futuro por parte de la gente. Pero sí resulta preocupante el progresivo arraigo, en los debates económicos, de un planteamiento que presenta, en resumidas cuentas, dos posturas aparentemente contradictorias. La primera postura, la dominante, se sirve de la evolución favorable de algunos grandes indicadores para legitimar las políticas regresivas y reclamarse la opción ‘responsable’, con ‘sentido de Estado’ y ‘sensata’.

Frente a ésta, hay una postura crítica, que denuncia cada paso atrás en los derechos sociales y que, en la medida en que los movimientos sociales estaban activos y articulados, ha conseguido una repercusión social que debe ser reconocida. Sin embargo, limitarse a denunciar cada ataque a los derechos sociales ha supuesto que esta postura haya acabado adoptando un rol reactivo, incapaz de llevar la iniciativa.

Queda por lo tanto la difícil tarea de enmarcar este tipo de reivindicaciones en un discurso propositivo capaz de dominar el debate económico. Pero esto no va a ser posible en la medida en que no se consiga romper la supuesta disyuntiva entre lo ‘serio’, ‘sensato’ y ‘responsable’ – representados por el discurso económico de la Troika y el Gobierno – y la ‘justicia social’, la ‘solidaridad’ o la ‘igualdad’.

Mensaje económico alternativo

En ese sentido, resultan interesantes los esfuerzos por vertebrar el mensaje alternativo en torno a la necesidad de otro modelo productivo. Dicho término no resulta en absoluto novedoso en los debates económicos acerca de lo que ha venido pasando en el país estos últimos quince años. Muchos de los males que aquejan especialmente a España (en comparación con los países vecinos) son identificados frecuentemente como  consecuencias del modelo productivo desarrollado en los últimos quince años. Sin embargo, esa referencia al ‘modelo productivo’ o al ‘modelo de país’, tan frecuente y tan útil a la hora de explicar el rumbo del país durante los últimos años, es prácticamente olvidado a la hora de dotar de personalidad y legitimidad a las propuestas  de política alternativa.

Por supuesto, la mayoría de exigencias en materia de política social no tienen porqué enmarcarse – al menos directamente – en ningún marco de transformación económica ni nada por el estilo. La necesidad de estrategias eficaces contra la violencia machista, la acogida de refugiados, la respuesta inmediata a los graves casos de pobreza de diferente tipo que amenazan a amplios sectores de la sociedad… son exigencias prioritarias y urgentes justificadas por sí mismas más que por su pertenencia a un marco de transformación económica más amplio. Así es y así debería seguir siendo.

Pero en la medida en que se vayan integrando otras varias exigencias  en torno un discurso sólido que apueste por un modelo de país distinto, la crítica económica no sólo generará simpatía en los periodos más evidentes de rabia y hartazgo social, sino que a la vez se dotará de un potencial relevante para arrebatar el aura de ‘sensatas’, ‘buenas gestoras’ y ‘realistas’ a las políticas injustas y empobrecedoras que siguen a cada crisis.

Sin querer hacer una descripción detallada, en este artículo no citamos más que cuatro medidas referenciales que no sólo son esenciales en términos de justicia social, sino que además serían unas bases muy útiles para replantearnos y llevar a cabo otro modelo de desarrollo.

  •     Una reforma financiera:

Ningún cambio se puede realizar sin una palanca financiera potente que lo pueda impulsar. Y eso no es posible en la medida en que los bancos no aporten crédito para lo productivo (compra de maquinaria, innovación, crecimiento de las PYMES) y sí lo hagan para actividades especulativas contra, por ejemplo, la deuda pública de un Estado.

En ese sentido, un pilar fundamental del discurso crítico debe ser la exigencia de una banca pública potente. Pero no sólo eso, también se debe exigir una mucho mayor condicionalidad al tipo de actividades de las instituciones financieras.

  •     La identificación de sectores productivos estratégicos a desarrollar y la transición ecológica.

Frente al modelo de turismo ‘low-cost’ y del ladrillo, falta una reflexión seria en torno al tipo de sectores y de trabajo que se deben promover a nivel estatal y sobre el rol de cada provincia en dicha estrategia. Sobre este punto, se subraya cada vez con más énfasis el motor económico que puede suponer tomar como un eje transformador la llamada transición ecológica. Desarrollar nuevas fuentes de energía limpias o adaptar el sector inmobiliario a mayores requisitos ecológicos no sólo son imperativos vitales o incluso interesantes desde un enfoque geopolítico, sino también una interesante vía de especialización nacional orientada a la creación de empleos de alto valor añadido y de calidad.

  •     Mejora de las condiciones laborales

No hay mejora significativa y sostenible del salario y otro tipo de condiciones laborales si no hay un plan claro de desarrollo alternativo con el que sostenerla. Se puede  proponer el restablecimiento de los convenios colectivos, el impulso fuerte pero gradual del salario mínimo, la erradicación de las diferencias por razón de género, o incluso programas de renta mínima universal; además de reducir el riesgo de exclusión, tales medidas pondrían fin al modelo de ‘competitividad basada en precios’. Pero ello llevará con seguridad a la pérdida de empleos mal remunerados y precarios generados bajo el marco actual de desarrollo.

Esta pérdida no parece negativa en sí misma si la exigencia de mejores condiciones laborales no se toma como un fin en sí mismo, sino como un ingrediente de un programa de transformación mucho más amplio.

  •     Un rumbo menos cíclico

España es una economía muy cíclica. Fue el país europeo que destruyó más empleo durante la crisis. Actualmente crece, de momento, con tasas mayores que muchos países vecinos. Pero lo hace al tiempo que el tejido productivo no se refuerza ni diversifica, que el Estado de Bienestar se debilita y que aumenta la precariedad laboral.

Cabe esperar por lo tanto que la caída sea pronunciada, o sea, que la próxima crisis nos lleve a cotas de desempleo y de pobreza más lejanas todavía que las de la última crisis. Un discurso económico no sólo justo, sino sensato, es aquel que propone combinar instrumentos de política fiscal, industrial, financiera y laboral para evitar esas burbujas que se hinchan y deshinchan y dejan a la economía estatal vulnerable frente a cualquier crisis.

Más allá de estas cuatro cuestiones, quedan muchas más por integrar. Por supuesto, hay factores ligados a nuestra pertenencia a la Eurozona o al propio sistema capitalista que limitan mucho cualquier margen de maniobra y que deben ser estudiadas. Pero no tratábamos aquí de realizar un examen exhaustivo de cada punto de discusión en los debates económicos contemporáneos.

El objetivo era ‘tan sólo’ el de plantear el potencial de la formulación de otro ‘modelo productivo’ a la hora de sacar al discurso crítico de su posición reactiva y tratar de discutirle a la ortodoxia económica su injusta etiqueta de ‘responsable’. No obstante, el dotarse de un eje propositivo potente que conecte demandas que de otra forma parecerían inconexas permitirá, en el largo plazo, sacar a la palestra elementos de discusión muchos más trascendentales que los aquí expuestos.

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