Por Juan Laborda
Vozpópuli, 11/06/2017.
Todo ha sido demasiado raro,
confuso, oscuro. Era voz populi la situación delicada del Banco Popular, pero
no deja de sorprender el procedimiento utilizado para “entregar” este banco,
por un mísero euro, al Banco Santander. ¿De nuevo las “élites” trapicheando,
bajo la tenue luz de las velas, en algún rincón apartado, sin decirnos la
verdad? Y no olviden una máxima, lo acabaremos pagando nosotros, los
contribuyentes, tanto en forma de avales del Estado, por si hubiera pérdidas
ocultas en balance, como de activos fiscales diferidos. Algo huele mal, y se
requiere, sin duda, una investigación profunda. Pero no solo del Banco Popular,
sino de todo el sistema bancario patrio y europeo. Especialmente de la banca
sistémica. Pero no se preocupen, no llegará.
Hay varias preguntas que
necesariamente debería responder una comisión de investigación de expertos
independientes, rigurosa. La primera tiene que ver con el papel del Regulador
Europeo, es decir, el Banco Central Europeo, y su labor de supervisión de la
banca española y europea en general. ¿Realmente están haciendo adecuadamente su
labor de supervisión? En segundo lugar es necesario abordar ciertas cuestiones
relacionadas con el Banco Popular. ¿Realmente estaba quebrado y era
absolutamente inviable?; ¿había un problema de liquidez y los depositantes se
agolpaban en las sucursales del banco para sacar su dinero? Y la pregunta
final, ¿por qué la autoridad monetaria se empecina aquí y allá en proteger,
subsidiar y favorecer a la banca sistémica, es decir, a los bancos demasiado
grandes para quebrar?
El papel del supervisor, el BCE
El día que España cedió la
supervisión del Banco de España al Banco Central Europeo, fue una jornada
tristísima. Los inspectores de nuestro regulador se las valían solitos para
detectar y solucionar crisis bancarias. Otra cosa distinta era observar
atónitos como manoseaban y metían mano en esa labor distintos intereses espurios
privados patrios. Es bien sabida la injerencia del propio sector bancario, con
llamadas, un día sí y otro también, a la oficina económica de Presidencia del
Gobierno, para tratar de evitar un banco malo. Para rematar la faena, el diseño
de cómo hacer frente al problema correspondió a consultoras privadas, casi
todas ellas con conflictos de intereses en el propio sistema financiero que
debía ser intervenido. Y de todo ello, el desastre ulterior y el traslado de la
supervisión al BCE, dentro del proceso de Unión Bancaria.
Cabría pensar entonces que la
Unión Bancaria resolvería todos nuestros problemas. Muy lejos de la realidad,
al revés, los podría amplificar. El otrora Director General de Banco de España
y persona clave en el diseño del rescate bancario español de la década de los
80, Aristóbulo de Juan, ya nos advirtió en su momento de lo que finalmente ha
acabado sucediendo. En diferentes artículos señalaba aspectos muy jugosos sobre
la Unión Bancaria en la Unión Europea, que no hacían otra cosa que aumentar la
fragilidad de la banca europea. Por un lado, decía, “no se refuerza la
vigilancia de la pérdida de valor de los activos, verdadera causa de la
insolvencia y de las crisis bancarias”,… “e incluso las exigencias regulatorias
de capital validan componentes de escasa calidad y conceptualmente muy
discutibles, por ser onerosos o exigibles o por carecer de sustancia económica
o de liquidez -activos fiscales diferidos y ciertos títulos híbridos-“. Por
otro lado, “las inspecciones dirigidas por el Mecanismo Único de Supervisión
evitan que se cuantifiquen los ajustes, reduciendo al mínimo la duración de las
inspecciones”,… “abandonando incluso un mecanismo clave para una buena
supervisión, la revisión de los expedientes de crédito de cara a detectar la
capacidad de pago del deudor”. Estos diagnósticos defectuosos supondrían,
respecto al mecanismo de resolución, “retrasar, obstaculizar e incluso impedir el
tratamiento pronto y eficaz de la insolvencia”. ¿Se podría afirmar que todo
esto ha pasado con el Banco Popular?
La labor de los dos últimos presidentes del Popular
Teniendo en cuenta los
emolumentos que se han llevado a su casa, es fundamental examinar la labor de
los dos últimos presidentes del banco Popular. Por un lado, habría que analizar
la evolución fragilidad financiera del banco a lo largo de la burbuja. Por
otro, habría que estudiar si algunas de las afirmaciones en los últimos meses
por parte del nuevo equipo directivo, y su difusión en ciertos medios, pudieron
espolear la salida de depósitos.
La fragilidad de los bancos se
deriva de un doble hecho. Por un lado, proporcionan liquidez a los
depositantes; por otro, prometen satisfacer las solicitudes de retiro de los
depositantes según el orden de llegada. Ningún banco es inmune a la pérdida de
confianza de los depositantes sólo porque sea rentable y sólido en un momento
determinado. Y cuando la salida de depósitos es muy importante solo quedan dos
opciones, o la quiebra y su nacionalización, o una venta de emergencia a otra
entidad con los avales y garantías correspondientes del Estado. La pregunta es
si realmente había habido pánico y fuga de depósitos en las sucursales del
Banco Popular.
El auténtico monstruo: bancos demasiado grandes para quebrar
Y al final se acabó quedando el
Banco Popular uno de los bancos sistémicos patrios, el Banco Santander, por la
ridícula cifra de un euro. El subsidió vendrá de dos fuentes. Por un lado, en
forma de avales del Estado, por si hubiera pérdidas ocultas en balance. Por
otro, vía activos fiscales diferidos. El Banco Santander se lleva un paquete de
5.226 millones de euros en activos fiscales diferidos, es decir, en impuestos a
descontar en próximos ejercicios, que habrá que añadir a los 8.166 que ya
poseía para hacer un total de 13.392.
El regulador está creando un
auténtico monstruo que podría acabar devorándonos a todos. Los Bancos Centrales
deberían haber restaurado en su momento la capacidad y disposición de los
bancos locales para prestar a las pequeñas y medianas empresas. Deberían
haberse preocupado por un correcto mecanismo de transmisión de la política
monetaria a través del flujo o canal crediticio. Sin embargo, eso no fue así,
ni parece que va con ellos ahora. La autoridad monetaria se empecinó en rescatar
y proteger a la banca sistémica, cuya excesiva asunción de riesgos y prácticas
abusivas causaron la crisis de 2008. Y de paso enésimo subsidio a los bancos
demasiado grandes para quebrar. Y por lo que se ve continúa con dicha política.
¿Asumirán las consecuencias de ello?
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