Por Joan Ramon
Sanchis y Vanessa Campos i Climent
El Diario.es,
14/12/2017.
La banca española es, tras la de Irlanda, la segunda del
mundo que peor reputación tiene. La European Systemic Risk Board, en su informe
de junio de 2015, muestra una preocupante caída en la imagen de los bancos
españoles, al pasar del 31% en 2009 al 16% en 2014. Según la Autoridad Bancaria
Europea, el 97% de los grandes bancos se han visto envueltos en litigios por
malas prácticas y el 55% ha tenido que pagar más de 100 millones de euros por
compensaciones. Manipulación de los índices de referencia del dinero, acuerdos
colusivos para repartirse el mercado, colocación masiva e indiscriminada de
productos financieros engañosos y de gran riesgo y abusos en las comisiones por
servicios financieros son los casos más destacados.
La caída de la reputación bancaria en Europa ha coincidido
con la crisis financiera y con la reestructuración del sistema financiero. La
UE ha buscado incrementar la capitalización de los bancos mediante inyección de
dinero público a través del Banco Central Europeo, además de las ayudas
directas y los rescates. Esto, lejos de mejorar la reputación bancaria la ha
empeorado, pues los ciudadanos lo han visto como un derroche económico a pagar
entre todos.
Las malas prácticas bancarias han sido posibles, en parte,
por los fallos en la supervisión y el control de las autoridades monetarias.
Aunque el Banco de España no lo ha reconocido, el comportamiento no ético de
los bancos ha sido permitido e incluso escondido. Y poco o nada se ha aprendido
de la crisis y de los comportamientos abusivos de los bancos. La Autoridad Europea de Valores y Mercados
muestra su preocupación por que los bancos puedan colocar de manera masiva como
inversiones seguras los títulos de deuda anticrisis (de elevado riesgo) que han
ido acumulando para cumplir con las exigencias de la UE.
En España, las medidas basadas en el aumento de la dimensión
mediante fusiones bancarias han incrementado aún más la concentración del
sistema financiero, pues apenas seis entidades dominan más del 95% de los depósitos.
Además, con la desaparición de las cajas de ahorros, se ha consolidado un
modelo de banca de gran dimensión y especulativo, más propenso a actividades
financieras de mayor riesgo, que no le resulta rentable financiar a la economía
productiva.
La diversidad financiera que propone la UE como condición
necesaria para garantizar un sistema financiero sano y seguro está en peligro
en España, lo que supone: 1. El aumento del riesgo sistémico, al crear bancos
de grandes dimensiones que de caer tendrían graves consecuencias para el
conjunto de la economía, lo que obligaría a nuevos episodios de saneamientos y
rescates bancarios. 2. La concentración del sector perjudica a los
consumidores, que ven reducidas sus opciones de elección y quedan sometidos al
poder de los grandes bancos, que seguirán cometiendo abusos y malas prácticas.
En el contexto apuntado, la aplicación de códigos éticos por
los bancos podría ser un revulsivo para la mejora de su reputación. La ética
empresarial incluye pautas de comportamiento y conductas que benefician o
perjudican a la sociedad; pautas que han de ser coherentes con los valores y
principios humanos (respeto, tolerancia, justicia, igualdad...).
La ética ha estado alejada del sistema financiero y del
comportamiento de la banca; muchos señalan que ética y banca son un oxímoron,
dos conceptos contrapuestos. Sin embargo, la introducción de valores éticos
puede repercutir positivamente en sus cuentas de resultados, al mejorar la
satisfacción de sus clientes y su grado de fidelización. Cada vez más clientes
buscan bancos con criterios éticos, lo que explica el crecimiento espectacular
que están teniendo bancos como Triodos Bank o Fiare Banca Ética. El cliente
bancario ya no sólo se fija en el precio del dinero y el pago de comisiones; le
interesa saber qué hacen los bancos con su dinero y se preocupa porque no se
utilice para fines poco éticos (blanqueo de dinero negro, financiación de
empresas de armamentos, financiación de empresas que emplean mano de obra
infantil…), sino para fines sociales (protección del medio ambiente, inversión
en energías renovables, creación de empresas sociales…).
Compromiso con la
sociedad
La Responsabilidad Social Empresarial (RSE) forma parte de
la reputación empresarial e influye en su mejora. Ahora bien, la RSE no puede
ser el objetivo final, sino su punto de partida. Es una condición necesaria
pero no suficiente para garantizar un cambio real y efectivo en el
comportamiento de los bancos. En primer lugar, hay que separarla de acciones de
marketing o estéticas; es más que eso, aunque su implantación puede repercutir
positivamente en su imagen y puede traducirse en un incremento de su
rentabilidad. La RSE ha de ser un compromiso real con el entorno y la sociedad.
En segundo lugar, la RSE tiene una doble dimensión, interna y externa.
Externamente, además de las impactantes acciones de
patrocinio de actividades culturales, deportivas, y artísticas, que apenas
suponen un pequeño porcentaje de los sustanciosos beneficios económicos que
obtienen, los bancos han de hacer un serio esfuerzo por implantar la
transparencia. La transparencia es la asignatura pendiente de la banca y su
carencia sustenta el fraude fiscal, el blanqueo de dinero negro y las evasiones
de capitales, entre otros delitos fiscales y económicos. Algunos bancos son
sostenedores/creadores de los paraísos fiscales y del uso de éstos por parte de
sus clientes. La implantación de la transparencia en los bancos debería
traducirse en el acceso a información relevante como el sobreendeudamiento de
los clientes, los niveles de exclusión financiera a familias, trabajadores
autónomos y pymes, número de desahucios producidos por impagos hipotecarios y
personas afectadas, volumen de productos tóxicos colocados a clientes y sus
efectos, cantidad de inversiones especulativas en deuda pública y en alimentos
y materias primas, financiación de empresas armamentísticas, de sociedades que
utilizan niños para fabricar sus productos y de compañías que agreden el medio
ambiente, entre otros.
Otro eje clave en la dimensión externa es la inversión
socialmente responsable. En este sentido, se debería considerar como axioma
básico de cualquier banco (ético y no ético), el compromiso con la financiación
de la economía productiva dejando de lado las actividades especulativas. Su
verdadero cometido debería ser la concesión de préstamos y créditos a las
empresas que generan actividad económica en el territorio. Muchos bancos que
han recibido liquidez del Banco Central Europeo durante la crisis financiera,
lejos de financiar actividades productivas, se han dedicado a la compra de
deuda pública. Las operaciones especulativas que realizan los bancos (como
actividades de trading o compra y venta de valores, bonos y otros activos
financieros), de gran rentabilidad, tendrían que estar prohibidas o cuando
menos ser transparentes y estar gravadas con una tasa (tasa Tobin).
La dimensión interna de la RSE tiene su influencia en las
políticas de recursos humanos. Debe incluir acciones relacionadas con la
situación de los trabajadores y con sus condiciones laborales y el ambiente y
clima de trabajo. Las escalas salariales, que en los grandes bancos llegan a
ser de 1:370, en la banca ética se sitúan en 1:10 y en algunos bancos
cooperativos en 1:4. Las retribuciones variables ( bonus) y las opciones sobre
acciones forman parte de los sistemas retributivos de los bancos, son métodos
no éticos para incentivar y motivar a sus trabajadores.
Algunos aspectos son poco cuidados: los sistemas de decisión
participativos, la igualdad de género y de cualquier otra condición y la
conciliación. Una contratación responsable debería potenciar el empleo estable
y de calidad y eliminar los contratos temporales. Sin embargo, la destrucción
de empleo ha sido otra de las características de la banca. Mediante ERE de
dudosa legalidad, desde 2008 han despedido a más de 75.000 empleados, lo que
representa un tercio del total de la plantilla del sector.
En tercer y último lugar, la RSE ha de formar parte de una
estrategia más amplia de compromiso social. Aquí es donde se hace necesario
plantear en qué términos se debería abordar la reforma del sistema financiero.
El problema de fondo de los bancos no es la falta de capitalización, como
pretenden las autoridades financieras, sino un problema de gobernanza y falta
de transparencia. Las empresas en general y los bancos en particular deben
gobernarse con criterios profesionales y con criterios éticos, pues viabilidad
económica y ética son compatibles. Así, los bancos tienen que dotarse de un
sistema de gobierno corporativo que garantice un funcionamiento profesional y
responsable, centrando su negocio en la captación de depósitos destinados a
financiar la economía productiva mediante préstamos y créditos concedidos de
acuerdo con una gestión profesional y controlada del riesgo y eliminando las
operaciones especulativas.
La Economía del Bien Común (EBC) puede ser un referente para
la gobernanza de los bancos. Según la EBC, las empresas han de elaborar un
Balance del Bien Común, a través del cual se determina su grado de compromiso
desde el punto de vista de la responsabilidad social y de la ética. En este
sentido, los bancos deberían comenzar a introducir la EBC en su funcionamiento
y estructura. La mayoría de bancos éticos y de banca social (bancos cooperativos)
ya lo hacen, y los bancos convencionales deberían también comenzar a
implantarla. Sólo así podrán desarrollar una estrategia de sostenibilidad
creíble por los ciudadanos y la sociedad y comenzar a recuperar su reputación.
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