Por Rubén Vilar
El diario.es, 12/08/2015.
A sus 39 años, Jesús está a punto
de "volver a vivir". Durante los últimos 12, ha sido preso de una
hipoteca que no podía pagar y de un banco que lo trataba "como si hubiera
cometido un atraco". "Era un sinvivir. Mi vida se
reducía a buscar la fórmula para pagar al banco. Todos los días me
llamaban diez o quince veces; a mis padres, a mi exmujer... Me sentía
como un delincuente. Es un sistema de acoso brutal. Eso me acabó de hundir". Ahora,
por fin, después de una etapa 'negra', ve la luz al final del túnel. La entidad
bancaria le ha comunicado que acepta su petición para la dación en pago y
tan sólo falta que llegue "el 'papelito' de Madrid"
para firmar su libertad.
Llegar hasta ese punto no ha sido
fácil. Por el camino ha habido una depresión y un divorcio, entre otras cosas. En 2003, cuando firmó la
hipoteca con la Unidad de Créditos Inmobiliarios (UCI) del Banco
Santander, nada hacía pensar a Jesús que su casa se iba a convertir
en su peor pesadilla. Por aquel entonces vivía "muy bien".
Trabajaba en una fábrica potente ubicada a las afueras de Santander, y
cobraba cerca de 2.500 euros al mes, con cuatro pagas extra. Su mujer también
tenía un empleo, en un supermercado. "Había dinero. Vivíamos de
alquiler, nos casamos y decidimos comprar un piso". La historia más común
en el estilo de vida español.
Para ello, pidieron una hipoteca
por 180.000 euros, con una cuota mensual de unos 500 euros, una cantidad
asumible para su nivel de ingresos. Durante seis años todo transcurrió sin
problemas. Pero, de pronto, casi sin darse cuenta, ambos se quedaron en el
paro. Al principio, no se agobiaron. Tenían una buena prestación por desempleo
y había unos 'ahorrillos' para ir tirando.
Sin embargo, el tiempo corre
deprisa y el paro se acabó. Cada vez estaban "más
apretados". No había ingresos y los recibos seguían llegando.
Comenzaron a tener problemas para hacer frente al pago de la hipoteca, con lo
que tuvieron que negociar con el banco. Dadas las circunstancias económicas,
pactaron pagar la mitad de la cuota durante un año.
Jesús se volvió "loco"
buscando un trabajo que no llegaba. "Días sueltos, unos meses en Bilbao...
Incluso llegué a trabajar en un barco pesquero en Holanda", apunta
recordando con desdicha las semanas encerrado en la bodega
de aquel buque. Así que, después de ese pacto, vinieron más.
"Por un año, por seis meses... pero sin ingresos da igual los acuerdos a
los que llegues o lo que te rebajen el recibo". Tampoco podía seguir
pidiendo dinero a la familia y los amigos.
Según cuenta, se pasaba días
encerrado en casa; no tenía ganas de comer ni de dormir. Pasó de pesar 68 kilos
a no llegar a los 55 actuales. Durante este tiempo ha ido pagando "lo que
podía: 200, 300, 150 euros... ¿Sabes a dónde ha ido ese dinero? A su bolsillo.
No me lo han descontado de nada. Les he regalado el dinero que tenía para
comer". Y es que, "fruto de la ignorancia", Jesús firmó una
hipoteca y unos acuerdos 'poco recomendables'.
En los cinco primeros años sólo
abonaron intereses -"unos 40.000 euros"-, y en los tres
siguientes empezaron a amortizar capital, "pero muy poco". Además, con los acuerdos bancarios, le reducían el importe de la
cuota pero le aumentaban el pasivo. De este modo, después de
llevar pagando años, la deuda con el banco seguía siendo prácticamente la
misma, "incluso algo superior". "Era como si no hubiéramos
pagado nada", lamenta.
La ocupación del banco
A principios del año
pasado llegó a la Plataforma de Afectado por la Hipoteca (PAH) de
Santander. Su primera recomendación fue que dejara de pagar, y aunque tenía
"muchísimo miedo", siguió sus consejos. Los miembros del
colectivo comenzaron a gestionar su caso. Llamaron a la UCI para pedir la
dación en pago y un alquiler social. Durante 45 días estuvieron recopilando
todos los papeles que el banco les requirió.
Al mes recibieron la
contestación: se denegaba su solicitud. La entidad ofrecía un nuevo acuerdo por
cinco años, pagando 200 euros al mes y manteniendo la deuda.
"Dije que no había más acuerdos. Quería la dación en pago. Sabía que esa
posibilidad existía y quería luchar por ella". "Ves que no estás
solo, que hay más casos como el tuyo, y te lo empiezas a creer", señala
Jesús explicando su cambio de actitud.
Unos meses después de esa
negativa llegó la ocupación
por parte de la PAH de la oficina central del Banco Santander. Salió
en todos los medios, en la televisión. "A las dos horas me llamaron de
Madrid. ¡Querían renegociar!", declara con cara orgullosa, de quien siente
haber vencido a Goliat. También llamaron al resto de compañeros de la
plataforma que tenían casos similares.
"Me han abierto los
ojos"
Tras volver a presentar toda la
documentación, llegó 'la llamada': le concedían la dación en pago, una noticia
que conoció la semana pasada, el mismo día
en que la PAH homenajeaba a Amparo Pérez, la vecina de Santander que
se enfrentó al Ayuntamiento para defender de la "especulación
urbanística" la casa que
había levantado con sus propias manos -tal y como contó a este
diario- y que falleció
pocos días después de que derribaran el que había sido su hogar durante seis décadas.
Ahora Jesús espera con
impaciencia que el "papelito de Madrid" llegue pronto para firmarlo
"cuanto antes" y "volver a vivir". Ve el futuro de otra
manera. Ha solicitado al Consistorio de la ciudad un alquiler social, y espera
conseguir un trabajo en una factoría que van a abrir próximamente. "Ya he
estado hablando con el responsable de recursos humanos", relata con
entusiasmo.
No obstante, la
dación en pago no es la panacea. Todavía no sabe dónde va a ir a vivir y qué va
a hacer con todos los muebles que tiene que desalojar. Tampoco tiene un empleo.
Aún así, Jesús ha vuelto a sonreír. "La PAH me ha abierto
los ojos. Todavía recuerdo el primer día que llegué. Si no es por ellos, yo
ahora no sé dónde estaría. Por la cabeza se me pasó de todo".
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