lunes, 30 de septiembre de 2013

Una apasionada defensa de lo público


Por Joaquín Rábago
Diario La Opinión-A Coruña, 25.09.2013.

Cuando tantas películas estúpidas y alienantes inundan nuestras pantallas, hay que agradecer que uno de los pocos distribuidores interesantes que quedan en este país nos regale con una lúcida película británica que está en los antípodas de ese cine que solo busca distraernos para hacernos olvidar lo que otros traman mientras tanto en torno nuestro.

El espíritu del 45, de Ken Loach, que hace referencia en el título al entusiasmo colectivo con el que el pueblo británico acometió el trabajo de reconstrucción de su país al final de la Segunda Guerra Mundial, constituye una apasionada y oportunísima defensa de lo público en un momento en que algunos parecen empeñados aquí en privatizarlo todo con el pretexto de mejorarlo cuando está claro que únicamente buscan el lucro privado.

Hombre decididamente de izquierdas, Loach es un realizador que se ha destacado en todas sus películas por su compromiso social. Baste recordar filmes como Lloviendo piedras o Lady Bird.

En esta ocasión ha recurrido al género documental para hacer un canto, entre otras cosas, a la creación por el laborista Nye Bevan del servicio socio-sanitario británico, el National Health Service, orgullo de esa nación durante buena parte de la segunda mitad del siglo XX.

Enfermeras y médicos hoy jubilados denuncian desde sus respectivas experiencias las consecuencias nefastas de algo a lo que asistimos con retraso también entre nosotros: la privatización de la sanidad pública, que comienza de modo casi inocente por los servicios de limpieza o el servicio de ambulancias para extenderse luego progresivamente a otros sectores.

El NHS -siglas por lo que se le conoce- fue en su día un espejo en el que se miraron otros países para crear sus propios servicios de salud hasta que, como denuncia uno de los testigos entrevistados, comenzó su desmantelamiento por muchos de los que, sin embargo, se habían beneficiado de él.

Resulta conmovedor ver el orgullo con el que unos hoy octogenarios -médicos, mineros, estibadores, ferroviarios y trabajadores de otros servicios que serían luego privatizados total o parcialmente- hablan en el filme de aquellos años de lucha colectiva por una sociedad mejor y más justa. Una sociedad que consiguió erradicar en buena parte la pobreza y ofreció por primera vez a los trabajadores viviendas saludables.

Espíritu que contrasta con el frío egoísmo inaugurado por el primer Gobierno de la conservadora Margaret Thatcher, y que nunca volvió a recuperarse con la llegada al poder de un laborismo de nuevo cuño, contaminado por la ideología neo-liberal: la por desgracia tan imitada por otros socialistas Tercera Vía de Tony Blair. La película de Ken Loach está ahí para recordárnoslo y animarlos de paso a continuar esa lucha.

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