Por Joaquín
Rábago
Diario La
Opinión-A Coruña, 25.09.2013.
Cuando tantas películas estúpidas
y alienantes inundan nuestras pantallas, hay que agradecer que uno de los pocos
distribuidores interesantes que quedan en este país nos regale con una lúcida
película británica que está en los antípodas de ese cine que solo busca
distraernos para hacernos olvidar lo que otros traman mientras tanto en torno
nuestro.
El espíritu del 45, de Ken Loach,
que hace referencia en el título al entusiasmo colectivo con el que el pueblo
británico acometió el trabajo de reconstrucción de su país al final de la
Segunda Guerra Mundial, constituye una apasionada y oportunísima defensa de lo
público en un momento en que algunos parecen empeñados aquí en privatizarlo
todo con el pretexto de mejorarlo cuando está claro que únicamente buscan el
lucro privado.
Hombre decididamente de
izquierdas, Loach es un realizador que se ha destacado en todas sus películas
por su compromiso social. Baste recordar filmes como Lloviendo piedras o Lady
Bird.
En esta ocasión ha recurrido al
género documental para hacer un canto, entre otras cosas, a la creación por el
laborista Nye Bevan del servicio socio-sanitario británico, el National Health
Service, orgullo de esa nación durante buena parte de la segunda mitad del
siglo XX.
Enfermeras y médicos hoy
jubilados denuncian desde sus respectivas experiencias las consecuencias
nefastas de algo a lo que asistimos con retraso también entre nosotros: la
privatización de la sanidad pública, que comienza de modo casi inocente por los
servicios de limpieza o el servicio de ambulancias para extenderse luego
progresivamente a otros sectores.
El NHS -siglas por lo que se le
conoce- fue en su día un espejo en el que se miraron otros países para crear
sus propios servicios de salud hasta que, como denuncia uno de los testigos
entrevistados, comenzó su desmantelamiento por muchos de los que, sin embargo,
se habían beneficiado de él.
Resulta conmovedor ver el orgullo
con el que unos hoy octogenarios -médicos, mineros, estibadores, ferroviarios y
trabajadores de otros servicios que serían luego privatizados total o
parcialmente- hablan en el filme de aquellos años de lucha colectiva por una
sociedad mejor y más justa. Una sociedad que consiguió erradicar en buena parte
la pobreza y ofreció por primera vez a los trabajadores viviendas saludables.
Espíritu que contrasta con el
frío egoísmo inaugurado por el primer Gobierno de la conservadora Margaret
Thatcher, y que nunca volvió a recuperarse con la llegada al poder de un
laborismo de nuevo cuño, contaminado por la ideología neo-liberal: la por
desgracia tan imitada por otros socialistas Tercera Vía de Tony Blair. La
película de Ken Loach está ahí para recordárnoslo y animarlos de paso a
continuar esa lucha.
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