Vicenç Navarro
Público.es, 08/05/2014.
El hecho de que las derechas
estén ganando y las izquierdas (especialmente la socialdemocracia) estén
perdiendo se debe a varios factores. Uno, muy importante, es que las derechas
tienen mucho más dinero y, por lo tanto, recursos que las izquierdas. El
capital (término que apenas se utiliza hoy por considerárselo “anticuado”) las
apoya, les da dinero y les ofrece las grandes cajas de resonancia que son los
medios de información y persuasión. Pero otra causa del poco éxito de las
izquierdas es que han aceptado, en su mayor parte, los términos y conceptos
establecidos y promovidos por la derecha, detrás de los cuales está el capital.
Entre estos está la ideología liberal (en realidad, neoliberal), que guía la mayoría
de políticas públicas hoy apoyadas por las derechas y reproducidas (en versión
light) por las izquierdas.
Según el discurso neoliberal, los
liberales (las derechas) están a favor del mercado y en contra del
intervencionismo estatal. Y en este discurso, se ataca a las izquierdas por ser
antimercados y estatalistas. Y como resultado del enorme poder mediático que
tienen las derechas, esta interpretación de lo que son y desean los liberales y
las izquierdas es lo que se ha convertido en sentido común, es decir, en el
sentir promovido en la sabiduría convencional del país. Y, predeciblemente,
amplios sectores de las izquierdas, llamados los “modernizadores” (Blair,
Zapatero, Valls y Renzi, entre otros) han aceptado esta visión y han ido
basando sus políticas en lo que la narrativa liberal promovía, es decir, la
dilución de la intervención del Estado y la potenciación de los mercados,
compitiendo con las derechas en el terreno definido por ellas. Y ahí está una
de las causas del declive de las izquierdas (soy consciente de que ahora los
medios liberales están aupando a Valls y Renzi, vistos como la gran esperanza).
Remito al lector a que mire cómo evoluciona su apoyo popular durante sus años
de gobierno. Es fácil predecirlo. Significarán una derrota más de lo que se
llaman las izquierdas modernistas.
¿Por qué este esquema está
profundamente equivocado?
Las bases empíricas en las cuales
se apoya esta versión de lo que hacen las derechas y de lo que hacen las
izquierdas están profundamente equivocadas. Las derechas han sido muchísimo más
intervencionistas y estatalistas que las izquierdas. Y sus intervenciones han
disminuido la dinámica de los mercados mucho más que las de las izquierdas. Los
datos que señalan esta observación son robustos y contundentes. Veámoslos,
citando solo unos casos bien instructivos:
1. Uno de los libros que está
teniendo mayor impacto en EEUU, Capital in the Twenty-First Century,
de Thomas Piketty, muestra claramente que la enorme concentración de capital y
de rentas que está ocurriendo en la mayoría de países de la OCED, y que
constituye la principal causa del crecimiento de las desigualdades, se debe, en
parte, a las políticas públicas neoliberales aplicadas por los Estados. Sin
estas intervenciones públicas, dicha concentración no hubiera ocurrido.
2. Entre tales intervenciones
públicas, Dean Baker, Codirector del Center for Economic and Policy Research,
destaca los 216.000 millones de euros que los Estados de la Unión Europea
han garantizado y aportado cada año a la banca privada (Dean Baker, “Economic
Policy in a Post-Piketty World”, Truthout, 21.04.14), seis veces más
que en EEUU (36.000 millones). Estos fondos podrían haberse dedicado, por un
lado, a establecer bancos públicos que garantizaran el crédito y, por el
otro, a un programa de inversiones sociales y verdes, orientadas a la creación
de empleo, cubriendo las enormes necesidades humanas desatendidas y
facilitando, a la vez, el cambio de modelo productivo y el consumo que los
países necesitan. Los modernizadores de las izquierdas apoyaron, sin embargo,
el subsidio a la banca y ni siquiera pensaron en lo segundo.
3. Las derechas constantemente
interfieren en el mercado, favoreciendo al gran capital (a las grandes empresas
financieras, industriales y de servicios) con medidas intervencionistas y
proteccionistas. Un ejemplo claro de ello es la industria farmacéutica, que a
través de las patentes, que el Estado subsidia y protege, se puede permitir
poner unos precios muy por encima de los costes de producción. Durante el
periodo cubierto por la patente, la compañía farmacéutica que creó el producto
tiene el monopolio absoluto sobre aquel producto. Y el Estado, además de
proteger a esa compañía, permitiéndole tal monopolio, es el que le compra la
mayoría de los fármacos, pagándole el precio artificialmente alto que la
compañía exige. Es un expolio en toda regla. Pero la situación es incluso peor,
pues la justificación que la industria farmacéutica utiliza para que el Estado
le ofrezca las patentes (garantizándole el monopolio) es que necesita recuperar
los gastos de investigación que requiere el descubrimiento de nuevos fármacos.
Pero muchos estudios han mostrado que la mayor parte del conocimiento básico
que ha dado pie al descubrimiento de fármacos procede de estudios financiados
públicamente. Lo que la industria hace es cubrir solo una parte (bastante
pequeña) de la investigación, que es la aplicación de dicho conocimiento.
Sería, por lo tanto, más lógico, y darle mejor uso a los recursos, que el
Estado financiara la investigación aplicada y no solo la básica, y que
eliminara las patentes, permitiendo y facilitando la existencia del mercado,
con lo cual el precio de los fármacos sería mucho menor, ahorrándose así el
Estado muchísimo dinero. El que esta alternativa ni siquiera se considere se
debe a la enorme influencia de la industria farmacéutica sobre el Estado.
La variable más importante para
predecir el comportamiento del Estado es la influencia a la cual este está
sujeto. De ahí que el tema y debate clave no sea si la intervención del Estado
es buena o mala, sino quién controla y/o influencia al Estado. Las derechas
favorecen que esta influencia la ejerzan los grupos económicos y financieros
que las financian. Las izquierdas deberían favorecer que fueran las clases
populares las que influenciaran las políticas públicas del Estado. Y,
lamentablemente, muchas de ellas, especialmente las de sensibilidad
socialdemócrata, no lo han hecho, y de ahí su declive. Así de claro.
Disponible en:
No hay comentarios:
Publicar un comentario