miércoles, 14 de mayo de 2014

Tobin y la banca


Economía digital, 10/05/2014 (Extracto).

Se acercan elecciones europeas. Y la desafección política en relación a los pequeños Estados, muy grave respecto a los grandes y artificiales y gravísima en relación a la Unión Europea, ha llevado a 11 de estos Estados a anunciar que en 2016 aplicarán una descafeinada tasa Tobin.
 
Entre los firmantes predominan los Estados industriales como Alemania, Francia e Italia. Y en el frente contrario predominan los Estados que dan cobijo alas finanzas internacionales: Gran Bretaña, Holanda, Malta, Luxemburgo.

La implantación será por fases y no queda nada claro que no pueda haber marcha atrás si algún recurso ante algún organismo internacional triunfa. Si miramos el vaso medio lleno debemos alegrarnos de la nueva tasa, pero eso no hace ni cosquillas a los flujos descontrolados de capital.

Hablábamos el otro día de cómo "los poderes económicos internacionales pueden lidiar las legalidades estatales, para huir de obligaciones –es el caso de la ingeniería contable para evitar las diversas fiscalidades nacionales—. La gran delincuencia está totalmente globalizada (drogas, inmigración, proxenetismo, tráfico de órganos y bebés, tráfico de armas...) con conexiones opacas con la economía legal que es la que blanquea.

Ante esto, la persistencia de las dinámicas estatales económicas, fiscales o policiales demuestran ante los ciudadanos la inutilidad de los Estados frente estos poderes transnacionales.

Pues bien, acabo de leer en la revista Marianne, una entrevista que le hacen al economista Gaël Giraud autor de Illusion financière [La ilusión financiera, Sal Terrae, 2014]. Allí denuncia la colusión entre bancos y altas finanzas. Critica que a pesar del compromiso del candidato Hollande de separar los bancos de crédito de la banca comercial, el proyecto de ley ha sido frustrante.
 
La ley Moscovici-Berger “obliga” a los bancos a convertir en filial como máximo el 1,5% de sus actividades de mercado. Dice Giraud que convertir en filial no es suficiente para proteger la matriz: la American International Group (AIG, primera aseguradora del mundo) estadounidense entró en quiebra en septiembre 2008 a causa de una microfilial parisina. Además que lo esencial de las actividades de riesgo queda localizado en la sede central.
 
Finalmente, la ley bancaria francesa fusiona el fondo de garantía de depósitos de los franceses con el fondo de salvamento del sistema bancario. Bancos y fondos especulativos pueden, por tanto, recurrir al fondo de garantía de los depositantes para salvarse en caso de crisis.
 
Es lo que pasó en Dublín, donde el Gobierno se atrevió a vaciar los fondos de financiación de las jubilaciones de los irlandeses para pagar las deudas de sus bancos hundidos. Giraud afirma que con Sarkozy, los banqueros iban al Elíseo con nocturnidad a explicar la política de Francia. Ahora, pasan cosas como que el gobernador del Banco de Francia, Christian Noyer, declare públicamente que es “irresponsable” la propuesta de directiva del comisario europeo Michel Barnier, de separación bancaria más valiente que la francesa.
 
Este es un caso de colusión: un alto funcionario permite faltar al deber de reserva a que le obligan sus responsabilidades para defender de manera indignante el exclusivo interés de los bancos.

Giraud denuncia que el artículo 60 del proyecto de ley de finanzas promulga una amnistía generalizada del sector bancario prohibiendo a las colectividades locales, eventualmente arruinadas, presentar querellas contra los bancos que les vendieron activos financieros tóxicos. El poder de los bancos es más importante que el mundo político. En Francia el presupuesto del BNP Paribas es superior al PIB francés (en bruto, dos billones de euros). Este gigantismo bancario les otorga un considerable poder de chantaje.

Otro ejemplo de colusión denunciado por Giraud. En enero de 2012, cuando se tuvo que reestructurar finalmente la deuda pública griega, había cuatro negociadores en la mesa de Atenas: Merkel, Sarkozy y dos patrones: Pébereau por BNP Paribas y Ackermann por Deutsche Bank. La razón inmediata de la presencia de estos banqueros, discutiendo de igual a igual con jefes de Estado y de gobierno, era clara: los principales tenedores de deuda pública griega no eran otros que los bancos franceses y alemanes.
 
Se ha destruido la sociedad griega para salvar estos bancos. Confiar tal poder de negociación a los banqueros dice mucho sobre el estado de la democracia en Europa.

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