Público.es, 24/04/2015.
Crónica de la ocupación de una sucursal y la puesta en marcha de la campaña
prePAHrate Bankia
Soberbia entidad donde las haya. Te pones a diseñar una organización
bancaria impresentable y ni de lejos te sale tan redonda como Bankia, antigua
Caja Madrid por si alguien sufre de amnesia. Ni un villano de película. Nuestro
entrañable osito es capaz de competir en ruindades con Lex Luthor, Darth
Vader y todos los malos de la saga Superman. A la vez. No
es exageración. Voy a contaros cómo ese banco que pagamos todos sigue emperrado
en cubrirse de gloria y por qué me encerré en una sucursal junto a
compañeras de diferentes Plataformas
de Afectados por la Hipoteca y del movimiento por la vivienda.
No teníamos mejor plan para pasar el día. De verdad. Es muy difícil
resistirse a sus encantos. Son tantos los laureles, de Rato a las
preferentes, de su negativa a negociar alquileres
sociales a los desmanes mafiosos de Blesa. que hay estar
muy sordo para no sentir su llamada. Hace tiempo que yo, y otras muchas
personas dispuestas a bregar, le tenemos ganas. ¡Cómo para no! Por eso,
celebré la decisión de la última PAH Estatal: una campaña
de presión coordinada en diferentes ciudades para obligarles a negociar
alquileres sociales, recuperaciones
y, claro, desahucios. Queremos que la venta de hipotecas titulizadas no sea
un obstáculo para llegar a acuerdos y una línea permanente de comunicación con
la entidad, recoge el manifiesto preparado para la ocasión. Toda una
declaración de amor.
Una cita, un teléfono, siquiera un nombre, baby
No estuve en la preparación lo que hubiera debido pero tenía muy claro
dónde sí iba a estar el miércoles 22 de abril, en la sucursal de la
calle Mayor 16, a escasos metros de la Puerta del Sol: en el arranque de la
campaña PrePAHrate Bankia y #QueTiembleBankia. Porque la entidad
que hoy preside un esquivo, a ratos casi invisible, Goirigolzarri,
hace cómo que no tiene nada que decir, ni hacer, al respecto del dolor y la
desesperación de miles de persona:. No me grites que no te veo. Como si la
película no fuera, ni hubiera ido nunca, con ella.
Nos encerramos para ayudar a Bankia, a sus directivos y accionistas a recobrar la memoria. No queremos que desarrollen una demencia prematura, somos gente enrollada.
¿Quién con un mínimo de honestidad, siquiera intelectual, puede
justificar olvidos tan culpables? Nos quieren meretrices y que paguemos la
cama y el servicio. ¿Cómo se llama la película?
Una sucursal de las nuevas, transparente
Ocupar una sucursal no es tomar la Bastilla pero tiene su intríngulis.
Hay que coordinar acciones, difusión y evitar que la policía nos esté esperando
a la puerta. Luego, una vez traspasado el umbral del recinto bancario, hay que
mantenerse dentro, conseguir una entrevista con el director y
parlamentar con las fuerzas del orden; que en no tardando mucho se
personarán en el lugar.
La sucursal elegida para la ocasión fue una de las nuevas. ¡Da un
gustito ver en qué se gasta Bankia el dinero del rescate! Oficinas con grandes
cristaleras, para que todo parezca a la luz. Escaparates. Quien
pegue la nariz al ventanal va a vernos entre rulos, ropas tendidas y paños de
mesa. ¿Qué habrá sido de los que allí quedaron, del ganchillo esperando
a la flamenca? Como en nuestro propio hogar. Porque si Bankia es
nuestra, sus casas también.
¡Eres una casquivana…luego, no digas!
La sucursal tiene dos espacios separados por un corredor ancho y sendas
puertas automáticas, con botón. Elegimos el más cercano a la salida, el del
escaparate a la calle Mayor. Entramos dispuestos a quedarnos. Éramos unos
sesenta. De haber sido seiscientos… ‘la carretera nacional ya sería
nuestra’. Al poco de vernos en tropel, los trabajadores bancarios dejaron sus
puestos y nos dejaron a cargo del espacio. ¡Qué momento! Se te ocurren tantas
tropelías, pero te contienes. A lo sumo, echas un par de carreras con las
sillas móviles para entretener el tiempo. Gritas. Cantas. Si alguien pone un
tema musical, bailas. Porque bailar es sano y reírse es una forma de liberar la
tensión. Haces ruido porque quieres que te escuchen.
En esos momentos, acciones similares se estaban realizando en otras
ciudades del país; al tiempo se ponía en marcha otra campaña a medida del Banco
Santander.
La primera demanda
“Queremos que nos reciba el director, vamos a entregarle los expedientes
de seis casos concretos y a exigir una interlocución general”, es el mensaje de entrada. Sí, exigimos,
porque hasta la fecha Bankia se niega a negociar individual o colectivamente
salidas que permitan a miles de familias una oportunidad de respirar. Cortando
el aire, podía ser el título del film. Como los policías de Nueva York se lo
cortaron a Eric Garner
mientras balbuceaba: ‘No puedo respirar. No puedo respirar’. Hasta el
aliento final.
Bankia está condenando a la exclusión y a la ilegalidad a una
legión de personas, de adultos, de niños. Desahucia, niega daciones en pago; se
queda con los pisos a precio de ganga; trata de hacer caja a diestra y
siniestra, cómo si no hubiera mostrado ya afán suficiente. Una organización con
gestores que siempre apuestan por la limpieza y el deber, no puede negociar con
‘fueras de la ley’, “Por eso, explican, no hablamos
de recuperaciones”; porque las gentes que sin otra opción ocupan una
casa propiedad del osito verde son delincuentes. Palabra de un libre de pecado,
¿quién lo duda?
Al otro lado del cristal
Llegó la policía. Sin ellos seríamos un pan sin sal. Primero, cuatro
agentes. Las formas educadas, comprensivas. Trataron de hacer de puente con una
dirección que, parapetada tras la puerta automática de cristal, nos observaba
entre la sorna y el temblor. Dos compañeras parlamentaron con los agentes y
otras dos consiguieron ver al director. Pa’na. Cogió la documentación
pero no entregó copia sellada de la recepción, costó poco imaginar los papeles
en la papelera. Mareó la perdiz y a nuestro objetivo. Lo de conseguir un
nombre, una conversación y fijar una cita con un interlocutor avalado para
negociar, seguía en el aire. ¡Hay que ver cómo nos pasamos, qué misión tan
descabellada!
#PrePAHrateBankia y #QueTiembleBankia toman las redes
Pasaron las horas. Hicimos tres asambleas. Tuiteamos, mejor dicho,
tuitearon, como si les fuera la vida en ello. Las redes multiplicaron los
hastag #PrePAHrateBankia y #TiemblaBankia. Las centralitas telefónicas de la
entidad ensordecieron ante cientos de llamadas.
Te sigo esperando
Primero, nos dijeron que a las 14:00 debíamos irnos, sino el dispuesto
director nos denunciaría en comisaría y vendrían nuestros amigos de la UIP.
Acordamos quedarnos, el horario de apertura para esa oficina es hasta la seis
de la tarde.
Nos turnábamos dentro y fuera, donde repartíamos panfletos informando de la acción y la campaña. Transeúntes y turistas se asomaban al escaparate, preguntaban, muchos nos dieron ánimos… y alguno se atrevió a entrar. Una pareja de holandeses nos mostró su solidaridad: “En Holanda tampoco está bien la cosa, pero no es como aquí, en Grecia, o en Italia. Mucho ánimo y mucha suerte”. Y un trío de españoles, varones, de unos cincuenta, se paró 30 segundos para decirnos que “nos sentimos tan avergonzados por pasar de largo…” Sepan desde aquí que les seguimos esperando, como los atléticos el gol que no llegó. Tarde de partido.
Sé que tú sí vendrás
Luego, nos dieron un siguiente plazo… Reiteramos el No: “Sin una
conversación, presencial o telefónica, con un responsable de la oficina de
recuperaciones de la entidad (lugar que una leyenda urbana asegura
existe pero nadie sabe dónde; al menos, el director de la sucursal, quijotesco
él, prefiere no acordarse) y una cita oficial, no nos vamos”.
Entretanto, y aunque fuera como segundo plato, estaríamos encantados de tener
ese otro encuentro con nuestros acompañantes de tantas batallas, los
antidisturbios. La ausencia de sus abrazos, siempre amorosos, nos deja
incompletos.
No llegó el reloj a marcar las seis de la tarde cuando cerraron la
oficina al público. Dentro quedábamos unas veinticinco personas, esperando. Si
no conseguíamos esa maldita cita, tendrían que sacarnos. Las fuerzas del
orden amenazaron con detenciones que luego rebajaron a identificaciones,
santo y seña. Fuera, en la calle, se agolpaban decenas de compañeros y
curiosos. Habían venido más medios y las distintas acciones coordinadas estaban
teniendo repercusión, por lo menos en las redes sociales y en las calles de las
sucursales ’tomadas’.
La marca de la casa
La calle Mayor, muy comercial y turística, no es el mejor sitio para
pasarse de rosca cargando contra activistas de la vivienda en campaña
electoral de facto; con Rato sólo preso de portadas y titulares. La
operación sería todo lo limpia que se pudiera, parecían decirse los
uniformados unos a otros. Vinieron más. Nos pusimos en plan resistencia
pasiva y nos sacaron aplicando diferente violencia, driblando la alta
intensidad. A un compañero más oscuro le apretaron más fuerte, dejaron la marca
de la casa; a mí, que soy una señorita, o señora, me trataron con más
delicadeza; siempre duele. Desde el otro lado del ventanal, nos hacían fotos con
cámaras y móviles hasta que los agentes del orden velaron las vistas con dos
paneles publicitarios de Bankia, patrocinador oficial del evento.
Algunas contuvimos el aire. No se portan igual cuando no hay testigos, u
objetivos. No fue el caso. En el tramo final, un agente me insistió: “No me
obligue a cogerla y arrastrarla hasta la calle”. “Va a ser que sí. Te
pagan por esto, le respondí, por guardar el orden y la ley, cumple,
sácame en volandas, sin ti no hay abuso de poder que valga. ¿Qué otra
cosa quieres que te diga?”
En lucha por el alquiler social
Terminaron de desalojarnos y poco más. Qué tienen nuestros nombres y
dnis…Con todas fuera, los antidisturbios mantuvieron un cinturón de
seguridad para que el director de la sucursal y compañía marcharan sanos y
salvos, no fuera la turba, o sea nosotras, a arrugarles los trajes tan bien
planchados.
Si os sobra el sarcasmo, podemos cambiarlo por unas cuantas historias
con nombres y apellidos, relatos de expulsados y luchadores, estafados y
criminales, noches frías, miedos y pesadillas; de no tener un euro, de llantos
rotos; de lágrimas calladas; de nudos en las tripas y opresión en el pecho.
De gestas y miserias humanas. Sobre esto versa esta historia. Sobre el abuso
que una entidad bancaria, con un expediente de echarse a temblar, acomete día a
día, la nula empatía de quienes la gestionan y la sostienen, la negativa
criminal a asumir lo que es su responsabilidad. ¡Qué ganas de seguir siendo el
malo de la película! ¡Qué entrega al papel!
Nos fuimos con las manos vacías, pero ni mucho menos damos la lucha por
perdida.
No toleramos ni un desahucio
más
Ser tolerante acostumbra a considerarse una virtud, muy progresista.
¿Debemos pues dejar que Bankia siga mostrándonos sin pudor sus vergüenzas…?
Tamaña obscenidad excede más de un nivel tolerancia.
Bankia, esa entidad encomiable que pagamos entre todos, hace como que
no pestañea. Al negarse a la negociación, nos obligan a seguir. Las PAHs,
asambleas de barrios y otros grupos del movimiento por la vivienda volveremos.
Tenemos un objetivo.
Esta crónica ha sido posible gracias a las compañeras de PAH Centro, PAH Vallekas, Latina Vivienda Stop Desahucios,
#RecuperandoBarrio, Grupo
de Apoyo mutuo de Ciudad
Lineal, Stop Desahucios Móstoles y
la Asamblea de Vivienda de Madrid, Oficina de Vivienda, entre otras.
El texto sólo representa a quien lo firma: Pepa Ramos, periodista y alguna otra cosa que no sabe
precisar.
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