Por Francisco Chacón
ABC.es, 13/04/2017.
La banca portuguesa vive una situación tan explosiva que
acumula nada menos que 33.000 millones de euros en créditos de alto riesgo,
según la preocupante radiografía efectuada por el Programa Nacional de Reformas
(PNR).
El informe lanza varias alertas sobre el sector en su
conjunto, enfangado en los últimos años por culpa de un aluvión de préstamos
que se han revelado difíciles de recuperar, en gran parte por las dificultades
experimentadas por numerosas empresas.
El Gobierno socialista de António Costa ya tiene decidido
dar carta de naturaleza a este informe, que vincula con el Programa de
Estabilidad para este año y, sobre todo, también se afana en aportar posibles
soluciones.
Los particulares engrosan igualmente la estadística, que
representa un 8% del balance de los bancos (el 12,6% del valor bruto
inicialmente aprobado), pero la partida más inquietante corresponde a los
18.800 millones de euros puestos en su día sobre la mesa para incentivar la
actividad de firmas que hoy bordean los números rojos, de acuerdo con las
estimaciones del prestigioso semanario ‘Expresso’.
Nada extraño, por tanto, que el Banco Central Europeo (BCE)
considere a Portugal como el cuarto país con mayor debilidad financiera, tan
solo por detrás de Chipre, Grecia e Italia. Un retrato que tiene en vilo al
ministro de Finanzas, Mário Centeno, cada vez más acorralado por la oposición a
raíz de su continuo caminar sobre el alambre para cuadrar unas cuentas públicas
que únicamente se ven aliviadas por la fuerte recaudación procedente de la
fuerte subida de impuestos indirectos (alcohol, tabaco, gasolina, peajes).
En cualquier caso, la situación económica se encuentra
estrangulada por las consecuencias que acarrean los ‘rayos X’ de este
documento: se bloquea la entrada en beneficios de los balances bancarios,
penden los datos como una espada de Damocles que amenaza la estabilidad
aparente y se limita de forma considerable la capacidad para financiar
proyectos e invertir en I+D.
Lo que resulta evidente es que semejante ‘dolor de cabeza’
no deja de crecer para las instituciones, abocadas a buscar soluciones si no
quieren ser testigos de un deterioro tan grande que acabe de arrastrar al país
vecino al abismo. Mucho más cuando se avecinan las nuevas calificaciones tanto
de la agencia canadiense DBRS (única que mantiene a Portugal en la categoría de
‘apto para los inversores’) como de la estadounidense Moody’s, nada convencida
de abandonar su etiqueta de ‘bono basura’.
¿Soluciones en el corto y medio plazo? La ecuación no se
dibuja precisamente sencilla, pero el Programa Nacional de Reformas apunta
determinadas directrices para encauzar la maltrecha senda: cambios en el
contexto legal y judicial, reforzar la supervisión cautelar (es decir, mejorar
los filtros para que no se repitan los despropósitos que han desembocado en el
encallamiento financiero actual) y dinamizar el mercado secundario de crédito
problemático.
Penalizaciones a bancos
De esta forma, el Ejecutivo que alcanzó el poder por una
moción de censura contra el anterior primer ministro, el conservador Pedro
Passos Coelho, trata de sentar las bases para una banca más saneada. Entre las
nuevas exigencias que se prevén, llama la atención la solicitud a las entidades
de un plan de objetivos más acorde con sus cifras reales, en lugar de obcecarse
en lograr metas que posteriormente se revelan imposibles.
El informe señala: “En septiembre de 2016, el montante de
crédito vencido en el sector financiero privado ascendía a 20.000 millones de
euros. Pero, si se abarca un concepto más amplio del crédito malparado, el
valor total es de 33.000 millones, esto es, el 12,6% de la cantidad bruta de
crédito concedida”.
Y añade: “De forma simultánea, el supervisor debe acompañar
su desarrollo con una definición de las penalizaciones para los bancos que
incumplan sus planes, así como un mecanismo de incentivos para aquellos que
logren finalizar con éxito sus estrategias”.
La situación del sector
El Estado portugués ha gastado ya 13.000 millones de euros
desde 2007 para evitar el desplome de la banca. Una factura muy alta que lastra
las cuentas públicas con un ‘ratio’ que equivale al 7% del Producto Interior
Bruto (PIB) del país vecino.
El sector financiero luso es, con diferencia, el que peor lo
está pasando en todo este periodo de crisis en la Unión Europea, especialmente
desde la solicitud en 2011 por valor de 78.000 millones de euros.
Las alarmas en este ámbito comenzaron a activarse debido a
la quiebra del Espírito Santo en agosto de 2014, que obligó a poner sobre la
mesa 4.900 millones de euros con el fin de evitar el colapso de todo el
sistema. Ahí, con los activos saneados de aquella entidad, se pusieron los
cimientos de Novo Banco, cuya operación de venta al fondo norteamericano Lone
Star se cerró el pasado 31 de marzo por 1.000 millones de euros. Es decir, sus
efectos continúan dejándose sentir en el bolsillo de los sufridos
contribuyentes portugueses.
El año que menor coste registraron las arcas públicas de
Portugal como consecuencia de la debilidad bancaria fue 2016, con 380 millones
de euros.
Disponible en:
No hay comentarios:
Publicar un comentario