Por Éric
Toussaint
Desde el siglo XII hasta comienzos del siglo XIV, la Orden
de los Templarios, presente en una gran parte de Europa, se convirtió en
banquero de los poderosos. Contribuyó a financiar varias cruzadas. A comienzos
del siglo XIV, se había convertido en la principal acreedora del rey de Francia
Felipe el Hermoso. Frente al peso de una deuda que gravaba sus recursos, Felipe
el Hermoso se libró de sus acreedores y, de la misma, de su deuda, demonizando
la Orden de los Templarios, acusándola de múltiples crímenes [2] . La Orden fue
prohibida, sus jefes ejecutados y sus bienes confiscados. La Orden de los
Templarios carecía de un estado y de un territorio para hacer frente al rey de
Francia. Su ejército (15.000 hombres, de ellos 1.500 caballeros), su patrimonio
y sus créditos con los dirigentes no la protegieron de la potencia de un estado
decidido a eliminar a su principal acreedor.
En la misma época (siglos XI-XIV), los banqueros venecianos financiaban
también cruzadas y prestaban dinero a los poderosos de Europa, pero maniobraron
mucho más hábilmente que la Orden de los Templarios. En Venecia, se apoderaron
de la cabeza del estado dándole la forma de una república. Financiaron la
transformación de Venecia, ciudad-estado, en un verdadero imperio que
comprendía Chipre, Eubea (Negrepont) y Creta. Adoptaron una estrategia
imparable para enriquecerse duraderamente y garantizar el reembolso de sus
créditos: fueron ellos quienes decidieron endeudar al estado veneciano con los
bancos que poseían. Los términos de los contratos de los préstamos fueron
definidos por ellos puesto que eran a la vez propietarios de los bancos y
dirigentes del estado.
Mientras Felipe el Hermoso tenía interés en librarse físicamente de sus
acreedores para liberarse del peso de la deuda, el estado veneciano devolvía hasta
la última moneda de la deuda a los banqueros. Éstos tuvieron por otra parte la
idea de crear títulos de la deuda pública que podían circular de un banco a
otro. Los mercados financieros comenzaban entonces a ponerse en pie [3] . Este
tipo de préstamo es el precursor de la forma principal de endeudamiento de los
estados tal como se conoce en el siglo XXI.
Siete siglos después del aplastamiento de la Orden de los Templarios por
Felipe el Hermoso, hoy los banqueros de Europa, igual que sus predecesores venecianos
o genoveses, no tienen manifiestamente que estar inquietos por los gobiernos
actuales.
Los estados nacionales y el protoestado que es la Unión Europea de hoy
son quizás más complejos y sofisticados que las repúblicas de Venecia (o de
Génova) de los siglos XIII al XVI, pero son con igual crudeza los órganos de
ejercicio del poder de la clase dominante, el 1% opuesto al 99%. Mario Draghi,
antiguo responsable de Goldman Sachs en Europa, dirige el Banco Central Europeo.
Los banqueros privados han colocado a sus representantes o a sus aliados en
puestos clave en los gobiernos y las administraciones. Los miembros de la
Comisión Europea están muy atentos a la defensa de los intereses de las
finanzas privadas, y el trabajo de lobby que los bancos ejercen ante
parlamentarios, reguladores y magistrados europeos es de una eficacia temible.
Que un puñado de grandes bancos capitalistas ocupe el primer plano estos
últimos años, no debe ocultar el papel de las grandes empresas privadas de la
industria y del comercio, que usan y abusan de su proximidad a las estructuras
del estado de forma tan hábil como los banqueros. La interconexión y la
imbricación inextricables entre los estados, los gobiernos, los bancos, las
empresas industriales y comerciales, y los grandes grupos privados de
comunicación constituyen, por otra parte, una de las características del
capitalismo, tanto en su fase actual como en las precedentes.
Efectivamente, desde la victoria del capitalismo como modo de producción
y como formación social dominante, el poder es ejercido por los representantes
de los grandes grupos privados y sus aliados.
Desde un punto de vista histórico, la New Deal iniciada por el
presidente F. Roosevelt en 1933 y los treinta años que siguieron a la II Guerra
Mundial aparecen como un paréntesis durante el cual la clase dominante tuvo que
hacer concesiones, ciertamente limitadas pero reales, a las clases populares.
Los grandes patronos tuvieron que disimular un poco su dominio sobre el estado.
Con el giro neoliberal emprendido a finales de los años 1970, abandonaron la
discreción. Los años 80 ponen en un primer plano una clase dominante
completamente desinhibida que asume y proclama con cinismo la carrera por la
ganancia y la explotación generalizada de los pueblos y de la naturaleza. La
fórmula, tristemente célebre, de Margaret Thatcher “There is no alternative”
marca hasta hoy el paisaje político, económico y social, a través de los
ataques violentos a los derechos y conquistas sociales. Mario Draghi, Angela
Merkel, Silvio Berlusconi (gran patrón italiano), José Manuel Barroso, aparecen
como figuras emblemáticas de la prosecución del proyecto thatcheriano. La
complicidad activa de los gobiernos socialistas (de Schröeder a Hollande, pasando
por Tony Blair, Gordon Brown, Papandreu, Zapatero, Socrates, Letta, Di Rupo, y
muchos otros) muestra hasta qué punto se insertaron en la lógica del sistema
capitalista, hasta qué punto forman parte del sistema igual que Barack Obama
del otro lado del Atlántico. Como afirmaba el multimillonario americano Warren
Buffet, “es una guerra de clases, y es mi clase la que va ganando”.
El sistema de la deuda pública tal como funciona en el capitalismo
constituye un mecanismo permanente de transferencia de riquezas producidas por
el pueblo hacia la clase capitalista. Este mecanismo se ha reforzado con la
crisis comenzada en 2007-2008, pues las pérdidas y las deudas de los bancos
privados han sido transformadas en deudas públicas. A una gran escala, los
gobiernos han socializado las pérdidas de los bancos a fin de permitirles
continuar haciendo beneficios que redistribuyen a sus propietarios
capitalistas.
Los gobiernos están directamente conchabados con los grandes bancos y
ponen a su servicio los poderes y las arcas públicas. Hay un va y viene
permanente entre los grandes bancos y los gobernantes. El número de ministros
de finanzas y de economía, o de primeros ministros, que provienen directamente
de los grandes bancos o que van a ellos cuando abandonan el gobierno no deja de
aumentar desde 2008.
El oficio de la banca es demasiado serio para ser dejado en manos del
sector privado, es necesario socializar el sector bancario (lo que implica su
expropiación) y colocarlo bajo control ciudadano (de los asalariados de los bancos,
de los clientes, de las asociaciones y de los representantes de los actores
públicos locales), pues debe estar sometido a las reglas de un servicio público
[4] y las rentas que su actividad genera deben ser utilizadas para el bien
común.
La deuda pública contratada para salvar a los bancos es definitivamente
ilegítima y debe ser repudiada. Una auditoría debe determinar las demás deudas
ilegítimas y/o ilegales y permitir una movilización tal que una alternativa
anticapitalista pueda tomar forma.
La socialización de los bancos y la anulación/repudio de las deudas
ilegítimas deben inscribirse en un programa más amplio [5] .
Como durante la república de Venecia, hoy en la Unión Europea y en la
mayoría de los países más industrializados del planeta, el estado está en
ósmosis con la gran banca privada y paga dócilmente la deuda pública. El no
pago de la deuda ilegítima, la socialización de la banca así como otras medidas
vitales serán el resultado de la irrupción del pueblo como actor de su propia
historia. Se tratará de poner en pie un gobierno tan fiel a los oprimidos como
los gobiernos de Merckel y Hollande lo son a las grandes empresas privadas. Tal
gobierno del pueblo deberá hacer incursiones en la sacrosanta gran propiedad
privada para desarrollar los bienes comunes a la vez que respeta los límites de
la naturaleza. Ese gobierno deberá igualmente realizar una ruptura radical con
el estado capitalista y erradicar todas las formas de opresión. Una auténtica
revolución es necesaria.
Notas:
[1] Ver David Graeber, En deuda. Una historia alternativa de la
economía, Editorial Ariel, Barcelona, 2012, 714 pp ; Thomas Morel et
François Ruffin, Vive la Banqueroute!, Paris, Fakir Editions, 2013.
[2] Fernand BRAUDEL, Civilisation matérielle, économie et
capitalisme. XVe-XVIIIe siècle. Paris, Armand Collin, 1979 ; David Graeber,
En deuda. Una historia alternativa de la economía , Editorial Ariel,
Barcelona, 2012, 714 pp
[3] El sector bancario debería ser enteramente público con excepción de
un sector cooperativo de pequeña talla con el que podría cohabitar y colaborar.
[4] Ver Damien Millet y Eric Toussaint, Europa, ¿qué programa de
urgencia frente a la crisis? http://cadtm.org/Europa-Que- programa-de-urgencia
. Ver también Thomas Coutrot, Patrick Saurin y Eric Toussaint,Anular la
deuda o gravar al capital: ¿Por qué elegir? http://cadtm.org/Anular-la- deuda-o-gravar-al
. Finalmente, ver¿Qué hacer con la deuda y el euro?,
http://cadtm.org/Que-hacer- con-la-deuda-y-el-euro publicado el 30 de abril
de 2013.
Éric Toussaint, doctor en ciencias políticas, es
presidente del CADTM Bélgica (Comité por la Anulación de la Deuda del Tercer
Mundo, www.cadtm.org ) y miembro del consejo científico de ATTAC. Autor, entre
otros libros, deUna mirada al retrovisor: el neoliberalismo desde sus
orígenes hasta la actualidad, Icaria 2010; La Deuda o la Vida(junto
a Damien Millet) Icaria, Barclona, 2011; La crisis global, El Viejo
Topo, Barcelona, 2010;. La bolsa o la vida: las finanzas contra los pueblos,
Gakoa, 2002.
Fuente: http://cadtm.org/Francais
Traducido por Alberto Nadal
Disponible en:
< http://www.rebelion.org/noticia.php?id=176502>
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