Por Vicente Clavero
Diario Público.es,
15/11/2013.
Las prisas del Gobierno para que
el Eurogrupo diera ayer por concluido el rescate bancario a España sólo puede
obedecer al intento de presentarlo como un gran triunfo político. Rajoy y su
ministro de Economía, Luis de Guindos, quieren transmitir a los ciudadanos la
impresión de que el sistema financiero ya se ha saneado gracias a ellos. Pero
todo apunta a que la situación no ha mejorado tanto como quieren hacernos
creer, ni lo hará mientras sigamos sin ver la luz al final del oscuro túnel de
la crisis.
Decir que los problemas de
nuestro sistema bancario están resueltos y que, por lo tanto, no necesitamos
agotar los 100.000 millones de euros que nos prestaron es mucho decir.
Ciertamente, la creación de la Sareb (el banco malo) ha permitido barrer buena
parte de la basura inmobiliaria que estaba escondida debajo de las alfombras.
Pero también es verdad que hay una espada de Damocles que se llama
refinanciaciones y que pende sobre la cabeza de la inmensa mayoría de las
entidades.
Las refinanciaciones son
operaciones realizadas con el objetivo de aliviar la carga de los préstamos a
aquellos deudores que ahora no están en condiciones de afrontarla. La última
valoración oficial que se conoce cifra su importe en unos 200.000 millones, si
bien no todas son de dudoso cobro, aunque pueden serlo si la economía no
remonta. Una porción de ellas están parcialmente provisionadas, pero otras no,
por lo que constituyen un peligro de considerables proporciones para el
conjunto del sistema.
Con esa amenaza latente, resulta
difícil entender que el Gobierno del PP haya corrido a solicitar la cancelación
de la línea de crédito concedida a España el año pasado para salvar su banca.
Sobre todo teniendo en cuenta que el interés que nos cobran por los 41.000
millones de los que sí se ha dispuesto es del 0,6%, mientras que el Tesoro
público se financia todavía a más del 4%, a pesar de la bajada de la prima de
riesgo.
Si como decisión estrictamente
económica no hay por donde cogerla, menos aún se sostiene la justificación de
que, una vez cancelado el rescate, dejará de apretarnos las tuercas Bruselas.
El que responde de la ayuda recibida es el Estado español (es decir, todos los
contribuyentes) y nuestros acreedores sólo aspiran a que haya dinero para
pagarles, aunque sea a costa de hacer recortes. Por eso no van a dejar de
presionarnos hasta que les devolvamos hasta el último euro que nos han prestado
con todos sus intereses.
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