Alfredo del Rio Casasola
Diario Público.es,
17/11/2013.
Desde el estallido de la crisis,
los bancos han estado en el centro de las protestas. Esto se puede percibir en
situaciones dispares como, por ejemplo, en varias manifestaciones que al
caminar por delante de alguna sucursal o de las oficinas centrales de algún
banco provocan la exaltación de muchos y muchas al grito de “culpables,
culpables…”; o también en las declaraciones de los empresarios o del Gobierno,
quienes critican a los bancos por haber congelado el grifo del crédito. En
principio, puede no parecer algo muy extraño ya que el diagnostico más común de
la actual situación económica se basa en que los bancos especularon mucho y eso
provocó un huracán que se extendió al resto del mundo.
Dentro del mundo académico
heterodoxo también se les ha puesto, en cierta manera, en el punto de mira ya
que se han realizado muchos trabajos que, por una parte, constatan cómo los
bancos -o más en general el sector financiero- son los mayores beneficiados de
los últimos años y, por otro lado, analizan las consecuencias de este hecho en
otros aspectos de la dinámica económica. Dichos trabajos se enmarcan dentro de
lo que se conoce como las tesis de la financiarización que, a grandes
rasgos, es un concepto que se refiere a que la economía de los países más
desarrollados se ha caracterizado, durante las últimas décadas, por el gran
poder obtenido por las finanzas. Esto tiene múltiples consecuencias en la
actividad productiva puesto que el auge financiero conlleva menores incentivos
a la inversión productiva, una apropiación de las empresas financieras de una
parte creciente de los beneficios de las empresas no financieras, un cambio en
la dirección empresarial que prioriza aún más el corto plazo, etc. Por tanto,
muchos de los y las economistas, enmarcados en esta corriente de la financiarización,
también culpan al sector financiero de la situación actual.
Aunque son cuestionables en
algunos aspectos, al menos estos trabajos no parten de la teoría sobre los
bancos o el sector financiero que nos enseñan en las asignaturas de Economía,
ya sea durante el bachillerato o en la universidad. En las “biblias económicas”
que nos dan en clase, los bancos aparecen como meros intermediarios entre
ahorradores e inversores. Pero creo que es fácil identificar que los bancos no
son agentes neutrales en la actividad económica pues controlan el medio de pago
de cualquier mercancía, la asignación del crédito entre los distintos sectores
económicos y además son los únicos agentes privados con capacidad de crear
dinero, lo que les otorga poder y ciertos privilegios.
Precisamente esto último
constituye uno de los puntos importantes por los cuales los bancos son los más
odiados por gran parte de la sociedad ya que se les ve como empresas que se
aprovechan de guardar el dinero a través del cobro de sustanciosas comisiones y
de realizar inversiones muy rentables, que a la vez suelen ser bastante
“opacas”. Otros factores con relevancia, precisamente en el Estado español, son
que los bancos han conseguido captar una gran cantidad de recursos públicos
para sanear sus cuentas y que son los principales responsables de los
desahucios. Por éstas y otras razones, seguramente si se realizara una encuesta
sobre qué tipo de empresas son peor valoradas por la sociedad, los bancos
ganarían por goleada. Pero hay bancos que no han recibido dinero público y, aún
así, existe un recelo especial hacia ellos entre muchas personas, ya sean éstas
empresarios o trabajadoras. Entonces ¿por qué nos caen peor los banqueros como
Emilio Botín que el resto de empresarios como Juan Roig o Amancio Ortega?
Un banco es una empresa como otra
cualquiera y su razón de ser es generar beneficios crecientes ya sea aumentando
las comisiones a los clientes, bajando los salarios de sus empleados y
empleadas o utilizando su poder para que los políticos les transfieran miles de
millones. De igual forma, otros empresarios, como el mencionado Juan Roig,
presionan, con todas las armas que tienen a su alcance, para que el gobierno de
turno elimine derechos a los trabajadores, para conseguir deducciones fiscales,
etc.
Por ello, es crucial que seamos
conscientes de que los ataques que estamos sufriendo no son mandatos propios de
los banqueros sino que es algo promovido por todos los grandes empresarios. Las
“reformas estructurales”, a las que no hemos conseguido dar una respuesta
conjunta, son un ejemplo de ello: la reforma laboral no ha facilitado el
despido sólo a los bancos (aunque éstos también lo han aprovechado sin
tapujos); que se lo pregunten a las Koplowitz o a los directivos de Iberia, NH
hoteles, Vodafone España, etc.. Los menores recursos destinados a educación o a
sanidad no han beneficiado únicamente a los bancos ya que son empresas de otros
sectores las que están aprovechando la retirada del sector público en estos
ámbitos; y así podríamos seguir con todos los recortes implementados en los
últimos años.
No es que esta postura defienda a los bancos ni a los
banqueros pero sí considera que una visión menos moralista y menos fraccionada
puede ser más funcional a nuestros intereses. En definitiva, es la clase
capitalista en su conjunto, es decir, banqueros y no banqueros, los que están
saliendo beneficiados de esta crisis. Por tanto, si lo que buscamos es un
cambio radical de la situación, nuestra lucha no debe limitarse únicamente a
que los bancos sean más “progres” ya que de esa manera no conseguiríamos una
mejora sustancial de las condiciones reales de la mayoría de la población.
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