Por Juan Torres
Público.es, 26/10/2014.
Los bancos privados disfrutan de
un privilegio extraordinario: cada vez que conceden un crédito crean dinero. No
monedas o billetes, que es lo que la gente normal y corriente cree que es el
dinero, sino dinero bancario, es decir, medios de pago a través de sus cuentas.
Cuando reciben los depósitos de
sus clientes los bancos no los mantienen totalmente en reserva para hacer
frente a los reintegros que éstos soliciten, sino que conservan en caja una
parte mínima y disponen del resto para realizar préstamos (por eso se dice que
es un sistema bancario de reserva fraccionaria).
El fenómeno es fácil de entender:
Poncio dispone de los únicos 100 euros que hay en la economía y los deposita en
un banco. Con su tarjeta de débito o con sus cheques puede realizar pagos por
valor de 100 euros. Si el banco concede un crédito de 20 euros a Pilatos
mediante una simple anotación contable, éste podrá gastar esos 20 euros, de
modo que desde ese mismo instante ya hay 120 euros en medios de pago. El banco
ha creado 20 euros de dinero bancario.
Como eso se hace sucesivamente y
sin descanso, resulta que los bancos “multiplican” sin cesar los medios de pago
en la misma medida en que van creando más deuda. Como decía el Premio Nobel de
Economía Maurice Allais, eso significa que los bancos crean dinero ex
nihilo, de la nada.
En Europa, la proporción de los
depósitos que hoy día están obligados a mantener los bancos en reserva es el
del 1% en el caso de que se trate de depósitos a menos de dos años o que se
puedan retirar sin preaviso, y del 0% en los demás. Eso implica que, si
suponemos que los clientes no retienen dinero en sus manos (lo que hoy día
sucede casi siempre gracias a las tarjetas), un banco puede crear de la nada
100 euros cada vez que un cliente deposita en él 1 euro a menos de dos años y
tanto como quieran en el resto de los casos.
Ese es el negocio que le da
beneficios a la banca: crear dinero de la nada generando deuda sin cesar.
Lógicamente, los bancos no han
desaprovechado nunca esa oportunidad y se han dedicado a imponer las
condiciones que obliguen a que empresas, familias o gobiernos tengan que
endeudarse continuamente. Por ejemplo, fomentando la vivienda en propiedad en
lugar de en alquiler, recortando salarios, permitiendo que se den créditos
hipotecarios por encima del valor de la casa, subiendo artificialmente el
precio de la vivienda, desgravando fiscalmente los intereses de manera que sea
más rentable endeudarse que autofinanciarse, etc.
Esa y no otra es la causa de que
la deuda crezca constantemente. Y también de que los bancos tengan crisis cada
dos por tres, puesto que crear deuda de esa forma hace que el valor de sus
créditos se separe constantemente del que tienen sus depósitos y su capital en
general.
En junio pasado se publicaron los
últimos datos anuales que permiten comprobar la relación entre el capital y los
activos de los 50 bancos más grandes del mundo. Aunque no es exactamente entre
depósitos y créditos, la relación refleja perfectamente cómo ha crecido el
negocio bancario y la razón de su permanente inestabilidad.
Esos 50 megabancos tienen en
total un capital de 772.357 millones de dólares mientras que sus activos tienen
un valor 87,6 veces mayor (67,64 billones de dólares). Pero hay casos
verdaderamente impresionantes. El récord lo tiene el Wells Fargo Bank de
Estados Unidos que tiene activos por un valor 2.646,6 veces mayor que el de su
capital. LesiguenCitibank, con una relación de 1.793,3 a uno y el ING que tiene
1.550,3 dólares en activos por cada dólar de capital. En el ranking se
encuentran el Banco de Santander, en el puesto 15 y con una relación de 196,9
dólares en activos por cada dólar de capital, y el BBVA, en el puesto 35 y con
una relación mucho más baja, de 20,5 a uno (la lista completa puede verse en el
Bankers
Almanac).
El sistema de reserva
fraccionaria da lugar a estos monstruos financieros que descansan sobre la nada
y que es materialmente imposible que se mantengan en pie sin caer en algún
momento. La historia lo ha demostrado docenas de veces.
Pero aunque el sistema es peligrosísimo,
la banca ha adquirido gracias a él un poder político inmenso, diabólico, que se
extiende a todos los resquicios de la sociedad y que le permite obligar a que
sean los ciudadanos los que carguen con los costes multimillonarios que genera
cada vez que cae.
Vivimos, pues, en un sistema que
permite que la utilización de un elemento esencial para crear riqueza, empleo y
satisfacción humana como el dinero, que es a la economía como la sangre al
cuerpo humano, dependa exclusivamente de la voluntad de un grupo social
privilegiado. Y que, además, lo utiliza de la forma más despilfarradora y
costosa, creando una deuda creciente que ahoga a la vida económica.
Se mire por donde se mire, no hay más alternativa que
acabar con el sistema de reserva fraccionaria y considerar el crédito como un
servicio público esencial obligando a que la banca, sea de propiedad privada o
pública, lo gobierne inexcusablemente bajo ese principio. Eso no solo
permitiría evitar el infierno que produce cada crisis que recurrentemente provoca
el sistema bancario actual, sino utilizar el dinero que es un bien común para
financiar convenientemente a empresas y consumidores y que los intereses (que
podrían ser mínimos o utilizados solo como instrumento de estabilización)
revirtieran al Estado aliviando una parte inmensa de la actual carga fiscal.
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