Por Vicenç
Navarro
Público.es, 07/05/2015.
En los últimos años se han ido
publicando toda una serie de informes que coinciden en mostrar que algo preocupante
y alarmante ha estado ocurriendo en la distribución de las rentas en la mayoría
de países a los dos lados del Atlántico Norte (ver Determinants of
functional income distribution – Theory and empirical evidence, International
Labour Organization, 2013; Global Wage Report 2012/13. Wages and equitable growth, International Labor Organization;
Effects of Globalization on Labor’s Share in National Income,
Anastasia Guscina, Inernational Monetary Fund, 2006). Estos y otros
trabajos coinciden en que:
- Las rentas derivadas del trabajo han ido disminuyendo (como porcentaje de todas las rentas) desde finales de los años setenta y principios de los años ochenta. Aunque este descenso ha ocurrido en la mayoría de países a los dos lados del Atlántico Norte (Norteamérica y la Unión Europea), ha sido más marcado en los países europeos que en los países de Norteamérica (EEUU y Canadá). En Alemania y en Francia ha sido bastante acentuado (un descenso de 9 puntos), aunque en España ha sido incluso mayor (10 puntos).
- Este descenso de las rentas del trabajo ha ido acompañado de un aumento de las rentas del capital (como porcentaje de todas las rentas).
- Las rentas que han crecido en mayor medida dentro de las rentas derivadas del capital han sido aquellas rentas procedentes de la propiedad del capital financiero.
- De las rentas del capital no financiero, un porcentaje muy elevado de ellas, un 35%, ha sido en forma de pago de dividendos (a los accionistas) a costa de subfinanciar las compensaciones salariales.
- El énfasis en pagar dividendos ha determinado un cambio de actitud del mundo empresarial, enfocado en conseguir la máxima cantidad de beneficios lo más pronto posible (short-term benefits). Los gerentes de las grandes empresas han enfatizado el corto plazo, en lugar del largo plazo, en su comportamiento gerencial. Como consecuencia, los propietarios y gerentes del gran capital no financiero han expandido su dimensión financiera, comprando activos financieros, diluyéndose la línea de expansión entre capital financiero y capital productivo. La gran mayoría de las empresas de automóviles, por ejemplo, financiaron sus propias ventas, convirtiéndose en empresas también financieras, que se expanden a costa de invertir en productos financieros.
- El hecho de que las rentas del trabajo hayan descendido como porcentaje de todas las rentas quiere decir que las rentas del capital han crecido más rápidamente que las rentas del trabajo, como resultado de que el aumento de la riqueza y de la renta total se ha distribuido de una manera muy desigual, favoreciendo sistemáticamente, durante este periodo 1980-2014, a las rentas del capital sobre las del trabajo. Es decir, que el mundo del capital ha ido consiguiendo más y más renta a costa del mundo del trabajo.
El contexto político de los cambios económicos
Los informes no analizan el
contexto político de estos cambios. Pero cualquier observador de la vida
política del mundo capitalista desarrollado puede ver que las causas más
importantes de lo que estaba ocurriendo (véanse mis libros Neoliberalismo y
Estado del bienestar. Ariel Económica, 1997; y Globalización
económica, poder político y Estado del bienestar, Ariel Económica, 2000)
eran las intervenciones públicas de los Estados que, a partir de los gobiernos
del Presidente Reagan en EEUU y de la Sra. Thatcher en Reino Unido, se
extendieron por la mayoría de países a los dos lados del Atlántico Norte, es
decir, EEUU y la Europa occidental. Estas intervenciones, conocidas como
neoliberales, fueron la respuesta del mundo del capital a las conquistas
laborales y sociales que el mundo del trabajo había conseguido durante la época
dorada del capitalismo (1945-1980). Consistían en lo que llaman “la
flexibilización de los mercados laborales”, que es el término utilizado para
definir la posibilidad de despedir a los trabajadores y debilitar a los
sindicatos, con un aumento de la precariedad y una disminución de los salarios,
destruyendo puestos de trabajo, lo que genera desempleo (una de las medidas más
eficaces para disciplinar al mundo del trabajo). También, y como parte de su
objetivo de debilitar a este último, estas políticas públicas recortaban
derechos sociales, además de derechos laborales. El neoliberalismo no es, pues,
ni más ni menos, que las prácticas en defensa del mundo del capital a costa del
mundo del trabajo. Y el aumento de las rentas del capital a costa de las rentas
del trabajo es un indicador de ello.
La crisis económica consecuencia del dominio del mundo del capital
sobre el mundo del trabajo
Esta reducción de las rentas del
trabajo determinó un descenso de la demanda doméstica, puesto que la mayoría de
esta está generada por el consumo popular, que depende de los salarios y del
tamaño de la población asalariada. Cuando estos bajan, la demanda doméstica se
resiente.
Ahora bien, dos hechos ocurrieron
que permitieron que el descenso de las rentas del trabajo no causara un mayor
descenso de la demanda doméstica del que tuvo lugar. El crecimiento económico
fue menor en el periodo neoliberal (1980-2014) que en el periodo anterior
(1945-1980) en la mayoría de países capitalistas desarrollados, pero habría
sido incluso menor si no hubiera acontecido la reunificación alemana, por una
parte, y el gran crecimiento del capital financiero, por otra. La primera
implicó una enorme inversión pública en aquel país, lo que, debido a la
centralidad de la economía alemana en Europa, estimuló toda la economía europea
(ver mi artículo “Capital-Trabajo: el origen de la crisis actual”, Le Monde
Diplomatique, julio de 2013). Lo segundo -el gran crecimiento del sector
financiero- fue resultado directo de la necesidad de las familias (y de las
pequeñas y medianas empresas) de endeudarse, como consecuencia del descenso de
las rentas del trabajo. De ahí el punto 3 enunciado anteriormente, es decir,
que las rentas procedentes del capital financiero hayan crecido muy rápidamente
durante el periodo neoliberal. Es más, la relativamente baja rentabilidad de la
economía productiva, es decir, de la economía que produce bienes y servicios
(debido precisamente al descenso de la demanda), explica que las rentas del
mundo del capital –como los beneficios empresariales- hayan ido más y más a
inversiones especulativas del capital financiero, lo cual explica los puntos 4
y 5. Es decir, la actividad especulativa ha ido amentando mucho más rápidamente
que la actividad productiva. Y ahí está el origen de la Gran Recesión que, al
explotar las burbujas especulativas (sean las burbujas que sean), quebró el
sistema financiero -altamente especulativo-, generando la crisis más aguda que
hayamos conocido desde la Primera Gran Depresión a principios del siglo XX. El
colapso del sistema financiero permitió ver el enorme problema económico que
estaba siendo ocultado por el crecimiento económico generado por las burbujas,
y que era el gran vacío de la demanda (con el agravante de que ahora, a este
problema de escasez de demanda se le ha sumado un enorme endeudamiento, tanto
privado como público).
Las soluciones necesarias y urgentes son fáciles de ver
Las soluciones son, en realidad,
muy fáciles de ver. La evidencia acumulada históricamente –tanto en la manera
como se salió de la Gran Depresión en los años treinta y cuarenta, y como en la
manera como Europa se recuperó después de la II Guerra Mundial- muestra que se
tendría que hacer un giro de casi 180º en las políticas públicas que se han
seguido, con un gran aumento de las rentas del trabajo a costa de las rentas
del capital, y muy en especial de las rentas del capital financiero, que están
hipertrofiadas. España es un claro ejemplo de ello: el sector financiero es
tres veces superior, en términos proporcionales, al existente en EEUU,
absorbiendo un número excesivo de recursos. En realidad, la banca debería
considerase un servicio público –que podría o no ser una banca pública, de la
misma manera que los taxis, que son privados, realizan un servicio público-
que, como condición de su existencia, debería ser la de proveer crédito. El
sector público bancario, por cierto, debería también extenderse, corrigiendo la
situación actual en la que España tiene uno de los sectores bancarios públicos
más pequeños de la UE-15, y es a la vez uno de los países donde es más difícil
conseguir crédito. Naturalmente, la banca privada, que tiene excesivo poder en
este país, controlando gran parte de los medios, se opondrá radicalmente a
estas medidas, lo cual exigiría tomar medidas públicas que impidieran la
instrumentalización de las instituciones políticas y mediáticas por parte de
dicho poder fáctico (como ocurre en España, incluyendo Catalunya), medida
urgente y necesaria para sanear la democracia española.
El Estado, tanto central como
autonómico y local, debería comprometerse a alcanzar el pleno empleo, con
salarios -como promedio, más altos- y condiciones laborales mejores (incluyendo
el descenso del tiempo de trabajo), potenciando el poder del mundo del trabajo
–tanto en el lugar de trabajo (incluyendo sistemas de cogestión y/o
cooperativismo) como en la negociación colectiva-. Hoy España tiene enormes
necesidades –como en las áreas del Estado del bienestar y en las ambientales-
que necesitan grandes inversiones públicas, encaminadas además a llenar enormes
vacíos que estimulen a la economía.
Estas son las medidas que
deberían centrar las políticas económicas de un gobierno progresista. Ni que
decir tiene que ello se facilitaría si cambiaran las coordenadas de poder
europeas, con un cambio muy marcado de las sensibilidades políticas que hoy
dominan Europa (conservadores y neoliberales), las cuales también dominan
España (incluyendo Catalunya). Un punto central es el cambio del Banco Central
Europeo (BCE), que debería convertirse en un banco Central en lugar de un lobby
de la banca, como he señalado en múltiples ocasiones.
Una última observación. Se me
dirá que, sin cambios en la Eurozona, España no puede hacer los cambios que
sugiero. El hecho de dar importancia determinante de lo posible a causas
externas –la externalización de responsabilidades- caracteriza a aquellas voces
que insisten en que no hay alternativas posibles a las que se imponen desde Frankfurt
(sede del BCE), Bruselas (sede de la Comisión Europea), Berlín (sede del
gobierno Merkel) o Madrid (sede del gobierno PP), lo cual no es del todo cierto
(ver libro Hay alternativas. Propuestas para crear empleo y bienestar
social en España, Navarro, V., Torres, J. y Garzón, A.). Zapatero
podría haber conseguido más dinero manteniendo el impuesto de patrimonio (2.100
millones de euros) o anulando las rebajas del impuesto de sucesiones (2.552
millones de euros), que congelando las pensiones (1.200 millones de euros).
Rajoy hubiera conseguido casi el mismo dinero, 6.000 millones de euros,
revirtiendo la bajada del impuesto de sociedades de las grandes empresas que
facturan más de 150 millones de euros al año (y que representan el 0,12% de
todas las empresas), que recortando la sanidad pública. El hecho de que
escogieran una alternativa en lugar de otra no se debió a razones externas,
sino a unas de muy internas: el grado de influencia diferencial sobre el Estado
de distintos colectivos que están en el país. Ni que decir tiene que las causas
externas son importantes, pero no puede concluirse como está ocurriendo hoy en
España que sin un cambio en la Eurozona es muy poco lo que puede hacerse en
España (incluyendo Catalunya). Esto es lo que las fuerzas conservadoras y
liberales quieren que la gente se crea para así justificar las políticas que
están imponiendo a la ciudadanía sin que tengan ningún mandato popular para así
hacerlo.
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