Por Andreu Missé
El diario.es, 10/10/2015.
Estos días el Gobierno ha recibido varias
advertencias de que España no cumplirá los objetivos de déficit
público fijados para este año y el siguiente (4,2% y 3,5% del producto interior
bruto, respectivamente). La Comisión Europea, el Fondo Monetario Internacional
(FMI) y el BBVA sostienen que las diferencias entre ingresos y gastos públicos
serán mayores de lo previsto por las autoridades. Bruselas, en
concreto, estima que España se excederá en tres décimas en 2015 y en siete el
año próximo. En total el desvío será de 1 punto del PIB, lo que supone unos
10.000 millones de euros. Esto significa que para cumplir con los objetivos el
Gobierno tiene que solucionar un problema de esta magnitud ya sea recortando
gastos, aumentando los ingresos o en una combinación de ambas medidas.
¿Tiene sentido tanta obsesión por el déficit? Sin entrar
en el fondo del asunto, hay un aspecto que no se puede soslayar y es que España cerró el
pasado ejercicio con la tasa de déficit más elevada de los 28 países de la UE
(5,8%) sin contar a Chipre (8,8%), una economía equivalente al
1,6% de la española.
¿Y
por qué España tiene un déficit público tan elevado? Una de las razones
principales es porque lleva una mochila muy pesada a consecuencia de las
ayudas que el Estado ha dado a la banca y no se han recuperado.
Esto ha quedado meridianamente al descubierto hace unos días gracias al informe
que publicó el Banco Central Europeo (BCE), en el que precisamente se mide el
impacto fiscal que han tenido las ayudas bancarias no devueltas en los países
del euro.
Según el BCE, las ayudas públicas destinadas entre 2008 y
2014 a la banca española que ya no se recuperarán y que han engrosado el
déficit ascienden al 4,4% del PIB, unos 46.000 millones de euros.
Esta es la pesada mochila que está aplastando a la economía española y que en
términos relativos es más pesada que para el conjunto de la eurozona. El peso
de las ayudas públicas a la banca de la zona euro que han ido a parar a déficit
ha sido más moderado: un 1,8% del PIB.
Cuando se habla del exceso de déficit público, ni la
Comisión Europea, ni el FMI, ni, por supuesto, el BBVA, han hecho referencia
alguna a las causas de este déficit. Nadie menciona la responsabilidad de la
banca en la generación de esta pesada carga. Y cuando se
barajan soluciones las referencias son las de siempre: o reducción de gasto
social o aumento de impuestos. La banca, que ya está en la senda de sólidos
beneficios (5,460 millones de euros en la primera mitad de este año, según el
Banco de España), debería contribuir también a paliar este problema que en
parte generó.
De los 800.000 millones de euros empleados en ayudas
financieras a la banca europea, sólo se han recuperado poco más del 40% al cabo de
ocho años. Es un porcentaje relativamente bajo si se compara
con la experiencia internacional. Suecia, por ejemplo, fue capaz de recuperar
el 95% de las ayudas cinco años después de la crisis de 1991.
Por otra parte, según el informe de la entidad que
preside Mario Draghi, los bancos europeos todavía siguen disfrutando de
importantes garantías públicas. En el caso de España el saldo
vivo de garantías públicas a finales de 2014 ascendía al 5,2% del PIB, casi el
doble de la media de la zona euro, que estaba en el 2,7%.
La banca española en particular sigue contando
además con un trato privilegiado en otros muchos aspectos, como
hemos visto en el aval público de los activos fiscales diferidos, el mantenimiento
del tipo del impuesto de sociedades para poder seguir beneficiándose de esta
prebenda y la financiación a tipos privilegiados por parte del BCE. Debatir
sobre el déficit y olvidar a una parte de los que lo han generado es hacer un juego muy
poco limpio que los ciudadanos no deberían tolerar.
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