Por Alexandre Mato
Contexto.es, 26/10/2016.
La UE parece no haber aprendido de los errores financieros
del pasado o, al menos no cuando se trata de los bancos demasiado grandes para
quebrar, los ‘too big to fail’. Los intereses políticos y nacionales también
parecen seguir teniendo más peso que los criterios ‘científicos’. El supuesto
trato de favor al gigante alemán Deutsche Bank –el sexto mayor banco de
inversiones del mundo– en las últimas pruebas de salud realizadas a los grandes
bancos europeos, en julio, ha vuelto a poner en duda, una vez más, la
fiabilidad tanto de los test como de la entidad financiera con sede en
Fráncfort. No es la primera vez que estos ejercicios, que analizan la fortaleza
del sector ante una hipotética recesión económica, se ven envueltos en la
polémica.
En los últimos test de estrés -- el nombre técnico que
utiliza la Autoridad Bancaria Europea (EBA por sus siglas en inglés) y el Banco
Central Europeo (BCE)-- los bancos afrontaron un hipotético escenario de tres
años con crecimientos del PIB del -1,2%, del -1,3% y del 0,7%. Este escenario
hipotético implicaría una caída acumulada de siete puntos del PIB hasta 2018.
El simulacro fue más ‘duro’ que el de las pruebas realizadas
en 2010 o 2011 y las alarmas se dispararon poco después: algunos bancos
irlandeses y españoles, como el Allied Irish Bank o BFA, la matriz de Bankia,
superaron las pruebas para quebrar pocos meses después.
Una táctica financiera que, en principio, contravenía las
normas especificadas por la de la EBA para los test de estrés: “Cualquier
desinversión o transacción no completada antes del 31 de diciembre de 2015,
incluso aunque fuese acordada antes de esa fecha, no sería considerada en las
proyecciones”.
“Los resultados incluyen la venta de la participación en la
entidad china HuaXia, que fue acordada el 28 de diciembre de 2015”, se puede
leer en la nota a pie de página del informe de resultados de los tests, una
confirmación de esta operación ‘excepcional’, que Deustche Bank, el primer
banco de Alemania, pudo incluir porque, aseguran desde la EBA, “la decisión
sobre cada excepción es responsabilidad de la autoridad competente y se revisa
por el Consejo de la EBA”. El organismo, con sede en Londres, niega a CTXT que
este trato diferenciado sea un privilegio. “La metodología de los test de
estrés es transparente al permitir excepciones, de las cuales se aprobaron
cerca de 20”, argumentan.
Una transparencia que defiende también el portavoz de la
Asociación Española de Banca, José Luis Martínez Campuzano: “la transparencia
es clave para evitar riesgos sistémicos en los mercados y la transparencia es
fundamental para encontrar soluciones a los problemas”.
La máxima autoridad reguladora financiera europea, además de
insistir en la transparencia del ejercicio, aclara que las excepciones en los
balances bancarios se autorizaron para “evitar obvias anomalías en el futuro
cuando los eventos ya se han realizado en 2015”. No era el caso del gigante
financiero alemán que, pese haber firmado la venta de HuaXia en diciembre, casi
un año después, todavía no la ha llevado a cabo.
Esta contradicción con la explicación oficial se hace más
patente si se compara con la actuación de la EBA en otros casos, como el de
Caixa Bank. A la entidad financiera catalana no se le permitió la inclusión de
una operación pactada antes del cierre de 2015 y ejecutada en marzo de 2016, la
venta de cerca de 2.500 millones de euros en activos extranjeros. El grupo financiero
presidido por Jordi Gual desde junio, tras la dimisión de Isidro Fainé, no solo
no tuvo ningún problema para pasar los test de estrés, sino que incluso se
colocó como uno de las mejores entidades españolas, con un capital Tier del
8,97%.
Este indicador, formado por el Tier 1 --el de máxima calidad
o core capital, aportado por los socios de la entidad más las reservas y
beneficios retenidos más las acciones o participaciones preferentes-- determina
la salud de un banco. Se creó para evitar un nuevo 'Lehman Brothers', una
quiebra bancaria que arrastre a todo el sistema como ocurrió con el gran banco
de inversión en Estados Unidos en 2008. A Caixa Bank solo le superó el BFA, el
banco ‘malo’ de Bankia, nacionalizado por el Fondo de reestructuración ordenada
bancaria (FROB).
Deutsche Bank no salió, sin embargo, tan bien parado. Su
Capital Tier 1 fue uno de los peores de la zona euro, 7,8% Un dato muy similar al de los irlandeses, Allied Irish Bank y Bank of
Ireland, rescatados en el otoño de 2010 o al del español Banco Popular, que
acaba de anunciar 2.900 prejubilaciones forzosas, con reducciones salariales
que oscilan entre el 25% y el 35%.
La excepcionalidad con una entidad clave para un país no es
un fenómeno nuevo en la eurozona. Ya ocurrió en 2014, con el portugués Banco
Espirito Santo, cuando el gobierno portugués lo intervino ese año, dividiéndolo
en dos. El BES pasaba a ser un ‘banco malo’ y el Novo Banco la entidad saneada.
No sería hasta noviembre de 2015 cuando la EBA aplicó unos test de estrés al
banco bueno. En el escenario adverso, los suspendería por 1.400 millones de
euros. En el sector financiero continúan, sin embargo, confiando en la validez
de las pruebas. “No tengo ninguna duda sobre la honestidad técnica y, por
tanto, sobre los resultados” de los test”, responde a CTXT Martínez Campuzano, cuando se le pregunta por
la fiabilidad de los mecanismos de supervisión.
Una historia plagada
de errores
La historia de los test de estrés a los bancos too big to
fail está plagada de errores. Desde su puesta en marcha en 2009 han sido varios
los fracasos y desaciertos.
En 2010, por ejemplo, las pruebas de estrés incluían
supuestos como caídas del PIB y bruscos descensos en los bonos soberanos con el
fin de evaluar si los bancos irlandeses, griegos o portugueses podrían resistir
los problemas de la deuda pública. No contemplaban, sin embargo, la quiebra de
ningún país del euro, aunque Grecia ya vivía bajo su primer rescate.
Los resultados de 91 entidades evaluadas fueron muy
positivos: apenas seis suspensos y una necesidad de capital total de tan sólo
3.500 millones de euros. Los principales bancos de inversión, de Credit Suisse
a Morgan Stanley, respaldaron los resultados. “Es seguro invertir en los
bancos”, escribieron los analistas del hedge fund londinense Algebris
Investments. La banca negaba sus problemas.
Apenas cuatro meses después, los test se demostraron como un
completo fracaso. Las entidades financieras irlandesas, Allied Irish Bank y el
Bank of Ireland, cuyos resultados
estaban maquillados al haber garantizado Dublín desde 2008 sus depósitos y su
deuda senior y subordinada --parte del Capital Tier 1-- saltaron por los aires.
Ninguno de los dos bancos pudo resistir por más tiempo la crisis financiera
desatada por Lehman Brother e Irlanda se vio obligada a ejecutar las garantías
públicas. Su déficit público se incrementó hasta el 32% del PIB. Una bancarrota
del país en toda regla que obligó al gobierno a pedir 100.000 millones a la UE
y el FMI.
En julio de 2011 le llegó el turno a España. Ese año la EBA
exigía un 5% de Capital Tier para superar los test en un escenario adverso, un
límite irrisorio si se compara con la actualidad, en la que cualquier entidad
con un 7% o menos queda, al menos, señalada.
Las dos antiguas cajas de ahorro CatalunyaCaixa y Unnim
volvían a suspender. Tampoco superaba la prueba la Caja de Ahorros del
Mediterráneo (CAM) que un año antes había aprobado y tenía que ser intervenida
por el Banco de España. En junio de 2012, el Banco Sabadell compraba la entidad
por el precio simbólico de 1 euro. Otro que daba el susto con sus problemas era
el Banco Pastor. En el ministerio de Economía y en el Banco de España
insistían, sin embargo, en que estas entidades no necesitaban capital
adicional. El Banco Pastor sería absorbido por el Banco Popular a finales de
2011.
Quienes sí sobrepasaban el límite marcado de Capital Tier
eran el holding de Bankia, BFA, y NovaCaixaGalicia. En Madrid se aplaudían sus
planes, que incluían la salida a bolsa de Bankia cuatro días después. La fusión
liderada por el exministro de Economía, Rodrigo Rato, captó en el mercado 3.000
millones de euros y su Capital Tier 1 saltó hasta el 9,9%. Las mediciones
previstas para los test de estrés quedaban, de nuevo, desfasadas, y las pruebas
volvían a fallar. Los acontecimientos posteriores lo corroborarían.
En una sucesión acelerada de hechos, NovaCaixaGalicia
nombraba nueva dirección y lanzaba un plan para recaudar dinero de inversores
privados. A finales de verano quedó demostrado que era irrealizable. El Estado
nacionalizó la ‘exitosa’ entidad gallega, previa autorización de Bruselas,
quien también dio el visto bueno a la nacionalización de CatalunyaCaixa y
Unnim, entidades suspendidas en los test.
Un mes después del 'rescate gallego', el Banco de Valencia,
entidad participante en la fusión de Bankia, quebró por falta de capital y fue
rescatado por el Fondo de Garantía. Los test de estrés no habían detectado sus
problemas.
En los meses siguientes le tocaría el turno a Bankia, que
cayó en barrena, perdiendo capital a espuertas y enlazando fusiones fracasadas,
como la prevista con La Caixa. El 9 de mayo de 2012, el Estado nacionalizó BFA,
accionista mayoritario de Bankia.
Visto el ‘éxito’ de las pruebas realizadas, la UE decidió
tomarse un respiro y centrarse en apagar los fuegos de la segunda intervención
a Grecia y el rescate bancario a España. Mientras, en paralelo, la Comisión
Barroso comenzó a trabajar en un proyecto de Unión Bancaria que separaría a los
bancos de inversión de los comerciales,
bajo mandato del BCE. Las entidades debían mejorar sus balances sin pasar más
test de estrés hasta 2014.
Tras su reestreno los test de estrés no parecen, sin
embargo, haber progresado adecuadamente y la UE sigue sorteando sus propias
normas si está en juego un banco sistémico.
“En el verano de 2014, el BES dio paso a un nuevo banco, el
Novo Banco, con los activos y pasivos considerados saludables,”, recuerda Diogo
Cavaleiro, redactor del Jornal de Negocios y uno de los periodistas que más ha
seguido la reestructuración bancaria lusa. “Como no había finalizado su
balance, el BCE decidió aplazar sus test de estrés”, añade.
Tras esta transferencia de los activos de calidad, Portugal
tuvo, sin embargo, que decretar pérdidas en las inversiones de cientos de
personas en deuda del Banco Espírito Santo (BES). Un año después --explica
Cavaleiro-- “se realizaron los test de estrés teniendo en cuenta el balance de
finales de 2014. Es decir, sólo con Novo Banco y no con el BES”, propietario de
las inversiones malas. Aun así, la entidad sana suspendió el escenario adverso
de las pruebas ad hoc por 1.400 millones de euros.
En una situación similar, al borde del precipicio, se
encuentra ahora el Deutsche Bank. A pesar de que ha aprobado los últimos test
de estrés, hace meses que los inversores tienen puesta la lupa sobre él. Y
razones parecen no faltarles: en 2015, Deutsche Bank tuvo que publicar pérdidas
de 6.700 millones de euros (2.000 millones en el cuarto trimestre) y anunciar
que reduciría su plantilla en más de 35.000 puestos de trabajo; ahora, además,
se enfrenta a una demanda de 14.000 millones de dólares (12.400 millones de
euros) del Departamento de Justicia de Estados Unidos por su papel en las
hipotecas subprime y su fusión con el Commerzbank, el segundo banco más grande
de Alemania, ha fracasado por el momento.
Los problemas en el Deustche Bank proceden de su conversión
en un gigante inversor. “La gestión está siendo mala, ha pasado de ser un banco
alemán tradicional industrial en un gigante de inversión muy arriesgado”,
explica el experto bursátil Miguel Ángel Rodríguez.
Por el momento, las discusiones entre Berlín, Bruselas y
Frankfurt, sede del BCE y donde Deutsche Bank tiene su cuartel general, se
centran en cómo tapar unos agujeros que los enjuagues de los test sólo
maquillaron.
La Comisión Europea se niega a valorar el futuro de la
entidad alemana. “No realizamos comentarios sobre los movimientos del mercado
ni tampoco sobre bancos de manera individual”, indicó públicamente hace uno
días uno de sus portavoces. El BCE no responde, cuando se le pregunta por el
Deutsche Bank, y sólo señala que Alemania deberá seguir las reglas actuales de
la Unión Bancaria para ayudar al banco, lo que significa que se acabaron los
tiempos del bail-out, dinero público para evitar una quiebra bancaria.
Desde el 1 de enero de 2016, los bancos están obligados a
aplicar primero un bail-in, o rescate con sus propios recursos. De no ser
suficiente, la entidad afectada debe aplicar quitas a los propietarios de sus
bonos y, posteriormente, imponer pérdidas a sus ahorradores, como ocurrió en
Chipre en 2013.
Angela Merkel y Wolfgang Schäuble tienen en sus manos la
credibilidad de las normas diseñadas para evitar un Lehman Brothers europeo. La
pregunta es si la canciller y su ministro de Finanzas estarán dispuestos a
pasar por la humillación de las recetas impuestas a países periféricos o se
saltarán las normas europeas para intentar salvar al Deustche Bank inyectando
dinero público. Para desgracia de Schäuble, que parece apostar por la segunda
opción, su jefa se juega su futuro en las elecciones presidenciales del próximo
otoño. Los malos resultados de la CDU en los últimos comicios regionales y el avance
de la ultraderechista AfD complican el rescate a un banco con dinero que podría
destinarse a sanidad, educación o infraestructuras. Las otras opciones también
son pésimas: dejar tirados a miles de ahorradores alemanes o dejar caer al
Deutsche Bank.
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