Por Vicente Clavero
Público.es,
07/10/2016.
El FMI nunca ha gozado de grandes simpatías, sobre todo en
los países que se vieron en la necesidad de aplicar sus recetas económicas a
cambio de ayuda financiera. Pero el dudoso crédito de este ariete del
liberalismo mundial tocó fondo a raíz de la recesión iniciada en 2008, que los
chicos del FMI no supieron o no quisieron prevenir. Por cierto que, en aquella
época, su director gerente era un tal Rodrigo Rato, muy celebrado como artífice
del “milagro económico español” y que daría la verdadera medida de su valía e
integridad con la salida a Bolsa de Bankia y el uso de las tarjetas black.
Pese a estos antecedentes, las previsiones y recomendaciones
del FMI siguen mereciendo a mucha gente la misma consideración que si
provinieran del infalible Oráculo de Delfos. Sobre todo a aquella gente a la
que le gustan y que no es, precisamente, la más desvalida del planeta:
propietarios de grandes corporaciones, altos representantes del sistema
financiero, dirigentes de partidos políticos conservadores, medios de comunicación
de derechas… Todos ellos se sienten inspirados por los informes del FMI –cuando
no los inspiran– y les valen para justificar algunas de sus tropelías.
Pues bien, ese organismo ha vuelto a abrir la boca
recientemente y, aunque de un tiempo acá falla más que acierta, merece la pena
detenerse en lo que ha dicho, porque a veces, cuando el FMI suena, es que agua
lleva. Me refiero a su tenebrosa propuesta de dejar morir a los bancos débiles
para reforzar a los sanos, como respuesta a los nuevos retos que plantea un
prolongado contexto de bajos tipos de interés. Vamos, algo parecido a lo que
nos contaron antes de la reestructuración bancaria en España, sólo que entonces
el motivo fue la escalada de la morosidad hipotecaria.
Aquella cura de adelgazamiento, que se llevó delante a la
práctica totalidad de las cajas de ahorros, hizo más fuertes a las entidades
que ya lo eran y, con ello, agudizó un oligopolio histórico en el que hoy
apenas tres o cuatro llevan la voz cantante. Lógicamente, la operación tuvo un
precio elevado, que se pagó con dinero de todos; o, mejor dicho, que se irá
pagando con dinero de todos durante Dios sabe cuántos años. Un dato habla por
sí solo: el Banco de España ya da por perdidos 36.000 millones de euros, aunque
al menos otros tantos están en el aire.
Ahora viene el FMI con que será necesaria una nueva vuelta
de tuerca, porque los bajos tipos de interés estrechan los márgenes de las
entidades financieras y pueden acabar “carcomiendo” los colchones de capital.
Sí, exactamente: esos mullidos colchones de capital que, con nuestros
impuestos, contribuimos a rellenar los contribuyentes, al mismo tiempo que se
nos recortaban prestaciones en servicios sociales, educación o sanidad. Así que
prepárense para disfrutar de un sector bancario más concentrado y poderoso y
con menos competencia. Y, antes de salir, no dejen de pagar la cuenta.
Disponible en:
No hay comentarios:
Publicar un comentario