Por Paloma López
El diario.es,
29/10/2016.
La UE anunciará antes del 11 de diciembre si liberaliza los
intercambios con China, reconociéndola como economía de mercado (MES) ante la
OMC. Este reconocimiento implicaría una reducción de los aranceles y las
medidas anti-dumping aplicadas al gigante asiático, poniendo en peligro
industrias fundamentales como el acero, el vidrio o la cerámica.
La Comisión tiene la posibilidad de negar el MES, pero
parece dispuesta a tomar el camino emprendido por Australia, maquillando con
algunas protecciones adicionales su apuesta por la liberalización comercial en
detrimento de su industria. Sin embargo no tenemos mucha esperanza puesta en
una Comisión cuya agenda comercial ha tratado de imponerse en contra de la
voluntad de la práctica totalidad de la sociedad Europea.
Si nos oponemos al MES, no es por que negamos a China su
derecho a elegir un modelo de desarrollo que mantenga una fuerte participación
del Estado en su industria, como pretende hacer EEUU en su chantaje para
reconocer, a su vez, el MES a China. Pero creemos que antes de profundizar en
la liberalización de los intercambios globales debemos buscar un nuevo marco de
cooperación que distribuya la producción mundial de sectores estratégicos, como
única forma de permitir un desarrollo internacional equilibrado, social y
ambientalmente sostenible. Que permita, entre otras cosas, recuperar el papel
del Estado en la industria, con el objetivo de sostener el empleo de calidad y
evitar convertirnos en una sociedad sin industria que importa todo lo que
consume.
Para nosotros el problema no es China, y así lo manifestamos
en la reciente visita del Grupo de la Izquierda Europea/Izquierda Verde Nórdica
a Pekín, invitada oficialmente por el Gobierno Chino. El problema es la
incapacidad del actual marco global del comercio para proteger la industria, no
solo a través de barreras comerciales, sino de una verdadera participación del
sector público en nuestra economía.
Las instituciones europeas continúan promoviendo el discurso
del crecimiento a través de la integración comercial para fomentar la
exportación, pero en un contexto de crisis y recesión global esto ya no es una
opción para todos los estados miembros de la UE. ¿Debemos esperar al cierre de
la última de nuestras fábricas para darnos cuenta de ello?
No podemos continuar abriendo nuestras economías al comercio
internacional cuando esto no aporta flujos de inversión a la economía real y
acelera los procesos de relocalización industrial y destrucción del empleo.
Debemos avanzar hacia una relocalización de nuestra producción industrial, una
producción sostenible en términos ambientales, económicos y sociales y que
asegure que nuestro modelo de comercio es compatible con la soberanía sobre
nuestro modelo productivo. Es aquí donde debemos recuperar el papel del Estado
en la industria, desde la nacionalización de los sectores estratégicos, como la
energía, hasta el apoyo financiero a la industria a través de una banca pública. Esta es la única
herramienta para imponer a los mercados internacionales la voluntad de los
trabajadores de nuestro país.
Nos encontramos ante un punto de inflexión de la política
comercial de la UE, tras el breve conflicto político con Valonia por su
oposición al CETA y las luchas populares contra el TTIP, la Comisión debe
encarar su fracaso y avanzar hacia una política comercial alternativa. Una
política comercial que mire por los intereses de los ciudadanos europeos y no
de las multinacionales, quizás de esta forma no encuentren la feroz resistencia
de un pueblo que por primera vez ha dicho BASTA a la liberalización comercial.
Paloma López es diputada por IU-IP en el Parlemento Europeo
Disponible en:
http://www.eldiario.es/euroblog/relaciones-comerciales-UE-China-reescribir-UE_6_574352596.html
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