Por Xavier
Vidal-Folch
El País, 13/102016.
Hay demasiados bancos europeos, compiten con denuedo por un
mercado estancado y por eso son poco rentables. La solución es eliminar a los
más débiles, fusionarlos con los fuertes y concentrar el sector en pocos
gigantes.
Ese es el argumento en el que desde hace meses insisten el
FMI y el BCE. Dudemos de la causa de esta tesis. En Europa hay, sí, muchas
entidades, 5.192. Pero no más que anteayer, y en su mayoría son irrelevantes, y
no problemáticas. Lo prueba que, en esa suma, la cuota española asciende a 214,
cuando apenas hay 18 verdaderos bancos y solo 6 relevantes.
La escasa rentabilidad proviene de su incapacidad para ganar
dinero con tipos de interés bajos: cuesta justificar un margen digno si el
precio de la mercancía, el dinero, oscila en torno a cero. Aunque mejor se
quejen menos: esos tipos bajos favorecen al consumidor de crédito; benefician
así a la economía; facilitan a la banca la búsqueda de clientes; y la ayudan a
rebajar la morosidad acumulada.
Lo que está en crisis es el modelo de negocio. En la era del
bólido, la mitad de los bancos son tartanas, cargadas de personal y sucursales,
mientras afloran otros competidores.
Como la banca en la sombra, básicamente fondos y vehículos
de inversión, que manejan 3,2 billones (con b) de euros; y han concedido
crédito a empresas y familias por 1,3 billones (La banca en la eurozona,
Antonio Garrido. EuropeG, febrero 2016). O los incipientes competidores
tecnológicos, que, con estructura más liviana, cargan menores costes al deudor
(como en el crowdlending, o préstamo directo de particular a particular).
Se entiende que las autoridades europeas y mundiales se
saquen las moscas de encima incentivando que el sector arregle él solito sus
fiascos con fusiones. También pasó aquí en los ochenta. Y (menos) en la crisis
de las cajas.
Pero la receta de las fusiones solo entraña un beneficio
notable: la economía de escala. Y esa tiene límites. No es muy seguro que
amalgamar dos desastres como el primer banco alemán, la Deutsche Bank (100.000
empleados) con el segundo, el Commerzbank (más de 50.000), arroje más
rentabilidad, al igual que la unión de dos mulas no engendra un caballo.
Y en cambio, los gigantes bancarios asustan por sus graves
peligros. El peor, que son sistémicos, too big to fail, demasiado grandes para
dejarlos caer. La directiva europea 59 de reestructuración y resolución
bancaria (15/5/2014) coloca al dinero público como último pagano de los
rescates. Pero en una crisis virulenta poca diferencia habrá entre ser el
último y el primero. Amén de la posición dominante, el poder de mercado, la
influencia política y la infiltración mediática de esos gigantes.
Si son demasiado grandes para caer es que son demasiado
grandes para existir, se ha escrito atinadamente. “La solución correcta es
obvia: no dejar que las instituciones financieras se conviertan en demasiado
grandes, recortar las que lo son (13 bankers, Simon Johnson. Random House,
2010). ¿Cómo? troceándolas, exigiéndoles a más tamaño mucho más capital,
diversificando el mercado (Too big to save, Raghuram Rajan, Time, 19/1/2012) y
Willem Buiter, Too big to fail is too big, FT, 24/6/2009). Lo contrario de lo
que se predica.
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