Por Alejandro Nadal
Rebelión,
25/10/2016.
Hoy las hojas de balance de los bancos en Europa están en
malas condiciones. La cartera vencida que aqueja al sector bancario alcanza
niveles muy altos en muchas regiones de Europa. Otro componente es un
monumental revoltijo de derivados cuyo precio ni siquiera se puede determinar.
Y la rentabilidad en el sector sigue muy castigada y amenaza los bajos niveles
de capitalización. La situación es crítica.
El sector bancario en algunos países europeos está saturado
y muchos bancos ni siquiera operan con un modelo de negocios eficiente. Por eso
ni siquiera han podido pasar de manera decorosa las pruebas de estrés (que no
son muy estrictas). Lo más grave es el volumen de la cartera vencida, resultado
en buena medida de la irresponsabilidad de los bancos y de la incapacidad de
pago de los deudores que siguen agobiados por la crisis macroeconómica, la
austeridad y el desempleo.
Los bancos afectados se encuentran distribuidos en toda la
Unión Europea. Desde el Commerzbank alemán y el holandés ING, hasta el
emblemático Deutsche Bank, grandes, medianos y pequeños, son legión los bancos
europeos que se encuentran en dificultades por muchas razones.
En el caso de Deusche Bank destaca la multa de 14 mil
millones de dólares que le impuso el Departamento de Justicia estadounidense
por su papel en la venta de títulos respaldados por hipotecas de mala calidad
antes del estallido de la crisis. La multa provocó una caída de 42 por ciento
del valor de las acciones de Deutsche Bank. Y como sus hojas de balance
incluyen una montaña de derivados cuyo precio es un enigma, carece de buenos
incentivos para atraer inversionistas.
Quizás la situación más grave se encuentra en Italia, donde
la cartera vencida alcanza el 17 por ciento del crédito total (su valor real se
reduce hasta 22 por ciento del valor nominal). Hasta el banco más viejo de
Europa, la Banca Monte dei Paschi di Siena (fundada en 1472) se encuentra en
una muy difícil situación con más de 46 mil millones de euros de préstamos
malos.
Las dificultades de los bancos italianos son bien conocidas.
El monto de créditos con problemas es de 360 mil millones de euros y sigue
creciendo. Muchos bancos han descontado parte de la cartera vencida hasta en 44
por ciento, pero muchos analistas de mercado consideran que el valor real se acerca
más a 25 por ciento (lo que reduce esos créditos al rango de cartera
incobrable).
Para el caso de muchos pequeños bancos italianos, los
accionistas son pequeños ahorradores que verán sus ahorros evaporarse si el
gobierno no acude al rescate. Por eso Roma está buscando la manera de darle la
vuelta a las estrictas reglas impuestas por la Comisión Europea en Bruselas que
impiden el empleo de recursos públicos para recapitalizar un banco en
problemas. Hoy hasta se habla de un enfrentamiento inminente entre Roma y
Bruselas.
Desde 2007 la Unión Europea (UE) ha inyectado cantidades
astronómicas para apuntalar a los bancos. Esa es una de las razones por la que
la crisis financiera se transformó tan rápidamente en una crisis fiscal y
después en una crisis de deuda soberana. En total, el apoyo al sector bancario
en la UE ya se ha comido la friolera de 2 billones (castellanos) de euros entre
ayudas para capitalización, créditos suaves y garantías. Todo esto no sólo no
ha podido servir para reactivar la economía, sino que ni siquiera ha sido
suficiente para estabilizar y sacar de peligro a los bancos europeos. Hoy por
hoy la tan celebrada (en su momento) Unión Bancaria Europea no ha rendido
frutos, ha propiciado la inacción y se ha convertido en una fuente de inestabilidad.
Una parte del problema es que el sector bancario en varios
países de Europa (especialmente Alemania) se encuentra saturado de
prestamistas, lo que dificulta el acceso a economías de escala y hace que la
rentabilidad se pulverice. Pero la consolidación excesiva lleva al gigantismo y
al riesgo sistémico cuando hay amenaza de quiebra.
La respuesta de política macroeconómica a la crisis en
Europa agravó la situación de los bancos. Primero la austeridad fiscal
intensificó la recesión, con sus secuelas en materia de desempleo. Las
repercusiones sobre la cartera vencida de los bancos no se hicieron esperar.
Después la postura de política monetaria con tasas de interés cercanas a cero e
incluso en nivel negativo castigó todavía más la ya maltrecha rentabilidad de
los bancos. Claro, el Banco central europeo (BCE) niega este daño colateral
cada vez que sale a relucir el tema. Pero el FMI considera que los bancos
europeos no podrán generar suficiente rentabilidad aún en el caso de que la
economía europea fuera el escenario de un crecimiento robusto, prospecto que no
se ve nada probable para los próximos años.
Las lecciones de la crisis de los bancos en Europa son
claras. La ayuda con recursos públicos puede mantener como “zombies” a los
bancos con problemas para proteger a los banqueros ricos. Pero eso no ayuda a
nadie en la economía. La conclusión es inmediata. Esta actividad tan rentable y
pro-cíclica no puede estar en manos privadas.
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