Por Rubén Juste de
Ancos
Contexto.es,
29/09/2016.
El martes 27 de septiembre finalizó la fase de cuestiones
previas del juicio por las tarjetas black. Fuera de la sede de la Audiencia
Nacional de San Fernando de Henares, donde se celebra el juicio, se vivía un
ambiente poco acorde al suntuoso y acelerado tren de vida asociado al uso de
tarjetas corporativas de la cúpula de Caja Madrid: una lista sin fin donde
quedaba la huella de exclusivos hoteles, clubes de alterne, restaurantes,
bebidas, puros, un 52% de esos gastos en periodo de vacaciones. Lejos de su
zona de confort, destronados, Rato, Blesa y compañía entraron cabizbajos a la
sede, desconcertados por el trajín de camiones y un murmullo casi imperceptible
de periodistas, interrumpido por el grito ahogado de un jubilado de 60 años,
vecino de San Fernando, parapetado en la entrada toda la mañana. Sin parar de
moverse, esperaba nervioso el paso del coche de Rato y Blesa para ajustar
cuentas: “¡Chorizos! ¡Nos habéis destrozado la vida!”, les gritó.
Indignado por estar solo, no se daba cuenta de que aquel día
27 de septiembre estaba gafado para nuestra historia, que ese día las tarjetas
quedaban opacadas por la muerte política de Pedro Sánchez tras anunciar a Pepa
Bueno su negativa a votar a Rajoy y a dimitir, y que ese hecho a su vez tapaba
que se celebraban los cinco años de la reforma del artículo 135 firmado por
Zapatero en 2011, que convertía en ley la palabra austeridad. Quizá eso
explique el ambiente enrarecido del juicio a Blesa, Rato y hasta 66 antiguos
miembros del consejo de administración de Caja Madrid y Bankia que utilizaron
unas tarjetas al margen del fisco para unos gastos “ajenos al desempeño de
cualquier actividad de representación de la entidad o al desempeño de su
función”, que llegaron a los 12 millones de euros.
Las penas a las que se enfrentan --un máximo de 6 años de
cárcel en el caso de Blesa y de 4 años en el caso de Rato-- daban un halo de
vendetta justiciera a la acusación, sin poder ocultar la motivación latente:
dejar inmaculado el concepto de austeridad y honestidad en la nueva era Bankia.
Eso, quizá, parece ser lo extraño del caso, pues la vendetta que debía llevar
por vengado y vengador al solitario jubilado --presente en la sala como
público-- contrasta con una posición de extraña venganza de Bankia y FROB
contra los consejeros black.
Veladamente, los abogados de los acusados ponen sobre la
mesa una cuestión de cierta enjundia que orbita por la sala: ¿por qué preocupan
tanto a Bankia y al FROB las tarjetas black?
Los puntos esgrimidos
La Fiscalía y la acusación (FROB y Bankia principalmente) lo
tienen claro, y así lo han mantenido hasta el final: pesa sobre ellos la
acusación de apropiación indebida y delito fiscal, por los gastos asociados a
las tarjetas black, esos 12 millones de euros que fueron a parar al agujero de
Bankia. Por ello, esgrime la acusación, estos gastos tienen relación con los
ajustes y esfuerzos de miles de millones de recortes públicos que se agravaron
tras aceptar el préstamo europeo de 100.000 millones, destinado a salvar a las
Cajas de Ahorro, y especialmente a Bankia, entidad que presentó las mayores
pérdidas de la historia del sector.
Los acusados tratan de defenderse, arguyendo que el posible
daño patrimonial por el gasto de las tarjetas es de la heredera, la Fundación
Caja Madrid, y no de Bankia, que está carente de “legitimidad activa” y sin
“vela en este entierro” según un letrado, por no existir ni FROB ni Bankia
cuando se dieron los hechos. Pero el fiscal Luzón zanjó este miércoles que “no
es que FROB y Bankia tengan vela en este entierro”, “la tienen todos los
españoles, no sé si en un entierro, pero sí en un funeral. El FROB –órgano del
Estado para gestionar el rescate de la banca con dinero público-- encarna los
intereses económicos de todos los españoles, y la Fiscalía va a velar por los
intereses del FROB y de los españoles”.
Paralelamente a las acusaciones formales, los nuevos
gestores de Bankia tratan de poner de manifiesto que, si hay diferencia entre
Caja Madrid y Bankia esta no es formal, nominal o jurídica, sino moral. Algo
que anunciaba ese día en la radio el único consejero que no aceptó el uso de
estas tarjetas, Francisco Servando Verdú Pons, procedente del consejo de BBVA y
fichado como consejero delegado de Bankia por Rato, que declaraba: “Antes de
ello he sido directivo en Banco Vizcaya, en BBV, en Argentaria, en Banca March,
y yo no puedo usar una tarjeta sin límite de gastos ni justificaciones”. Y
proseguía: “Y ya tengo mi tarjeta para mis gastos de representación”. Quedaba
así invalidado el argumento del complemento salarial y de gastos de
representación, mientras ponía un cortafuegos entre la caja y la banca.
La defensa ha tratado de confrontar las acusaciones de FROB
y Bankia con diversos argumentos: defender la prescripción de los delitos,
cuestionar la legitimidad de las imputaciones, denunciar vulneración del
derecho a la intimidad por la utilización de los correos de Blesa como prueba y
cuestionar la validez de la hoja de Excel de gastos proporcionada por Bankia.
En cuanto a la primera línea, los letrados tratan de fijar en cinco y no en 10
los años para la prescripción, basándose en dictámenes como el de César Alierta
en el caso Tabacalera. En el segundo caso, se alude a la condición de Bankia
como ilegítima sucesora de Caja Madrid. En cuanto a los correos, denuncian que
afectan a la intimidad (sexualidad, vida privada), vulnerando la ley de
protección de datos y principios constitucionales elementales. Y, por último,
según la defensa, los datos de la hoja de Excel no son exhaustivos y no
coinciden en muchos casos con los gastos realizados, por lo que niegan su
validez como prueba.
Bankia no es Caja
Madrid, pero ¿qué es Caja Madrid?
En general, las disquisiciones de acusación y acusados se
centran básicamente en un punto: Caja Madrid no es Bankia, y por tanto las
cuentas relativas a las tarjetas de crédito opacas no pertenecen a Bankia, sino
a la Fundación Caja Madrid y Monte de Piedad. El presupuesto de partida se
asienta sobre el golpe de mano que dio el FROB en Bankia, adquiriendo
“ilegítimamente” documentos y activos de Caja Madrid (como el mobiliario y el
edificio de la sede), que no incluían en ningún momento las cuentas 6.192,02 y 6.651,
asociadas a las tarjetas black del consejo de administración. Más allá, se ha
defendido que la cuenta, denominada “mayo 1988”, va más allá de la presidencia
de Blesa, en concreto a la de Jaime Terceiro Lomba, el predecesor de Blesa,
nombrado por el PSOE. Como prueba del vínculo está el presunto cerebro del
entramado, Ildefonso Sánchez Barcoj, que entró en Bankia como mano derecha de
Terceiro, manteniéndose con Blesa y luego con Rato. Varios letrados han pedido
su comparecencia.
Por otro, se pone en duda la fórmula que utilizó el FROB
para adquirir Bankia y desplazar a Caja Madrid, convirtiendo la inyección del
FROB en Bankia de 2010 en acciones convertibles por valor del 100% de las
acciones de FBA, tenedora del 45% de las acciones de Bankia. Desde ese momento,
las cajas agrupadas en Bankia carecen de activos, excepto, como esgrime la
defensa, los de aquellas cuentas asociadas a la junta directiva, que pagaba
rigurosamente Caja Madrid.
¿Dos grupos
diferenciados? La historia entre Bankia-BFA y BBVA
La cuestión de la identidad de Bankia no es baladí. Más,
cuando Bankia y, por tanto, la acusación en el caso de las tarjetas black está
promovida por exconsejeros del BBVA. Tres de los miembros de la entidad, el
presidente, el consejero delegado y el único consejero ejecutivo, son ex del
BBVA, y lo más importante, están vinculados a una clase pudiente rival, una
saga de banqueros que se formalizaron como grupo en 1856 (veinte años después
de la creación de las cajas de ahorro), tras concluir el monopolio sobre la
emisión y el crédito que tenía el Banco de España, constituyéndose en los
únicos banqueros que lograron mantener la libertad de emisión de dinero en
España hasta el retorno al monopolio con la Restauración en 1878.
La rivalidad entre hermanos ha sido tal que, antes de la
desaparición de las cajas, se repartían la mitad del pastel del negocio de las
hipotecas y los depósitos entre bancos y cajas de ahorros casi por igual. El
sueño de las Cajas duraría hasta diciembre de 2012, momento en que se impone
desde Bruselas la fórmula del Banco S.A. para captar capital, que procederá en
su totalidad de fondos de inversión estadounidenses que ejercen como
principales accionistas de los antiguos y los nuevos bancos.
Volviendo a la estirpe de los banqueros vascos --asociados
al clan de Neguri y al BBVA--, se puede decir que resistieron la Restauración,
la República y la dictadura pero sucumbieron a la Casa Aznar, que tumbó su
liderazgo en el Banco, quitando de la presidencia a los Ybarra-Churruca y
poniendo a su amigo González, y forzando a dimitir al resto del consejo. Todo
sucedió en otro polémico caso, el caso pensiones black del BBVA, en el que dos
de los que hoy se sientan en el banquillo, Rodríguez Ponga y Rodrigo Rato, en
el momento de estallar el caso ocupaban los cargos de secretario de Estado de
Hacienda y ministro de Economía, respectivamente. Hoy son acusados, entonces
fueron indirectos promotores de la caza de brujas contra los poderosos
negurianos Ybarra y Goirigolzarri, o los dos consejeros afines a Carlos
Solchaga, José Aureliano Recio y Óscar Fanjul, el primer presidente de Repsol.
Jersey, 2002
Para entender este juicio, que tiene múltiples aristas,
merece la pena remontarse a otro caso black en el sector financiero: el descubrimiento
de una cuenta black en Jersey en 2002, en la que el juez Baltasar Garzón
descubrió que se ocultaban al fisco las pensiones millonarias del consejo de
administración del BBVA, unos 18 millones de dólares (unos 16 millones de
euros, solo cuatro millones más que la cuantía asociada al uso de las black).
Hay que considerar que el Banco Bilbao Vizcaya se había fusionado en 1999 con
la banca pública Argentaria, por lo que el caso fue un escándalo de grandes
proporciones.
Para rizar el rizo, se descubrió un entramado para el pago
de comisiones camufladas como préstamos por parte del banco, que incluyó
financiar la campaña del mismísimo Hugo Chávez en Venezuela (dos pagos por
valor de 3 millones), o la de Alberto Fujimori en Perú, que acabó recibiendo a
cambio el Banco Continental, privatizado por Fujimori en 1995. Entonces esas
operaciones las supervisaba el joven José Ignacio Goirigolzarri, como
responsable del BBV en Latinoamérica y miembro del comité de dirección.
Ante Garzón, el ahora presidente de Bankia declaró que “las
contribuciones a las que he hecho referencia se realizaron con cargo a los
mismos y no, como yo siempre había creído, con cargo a la contabilidad del
banco”. Se refería a que desconocía que aquel dinero procedía de la cuenta de Jersey.
Finalmente no fue imputado por Garzón, tampoco Estanislao Rodríguez Ponga, y
fue el único con apellido vasco que sobrevivió al desembarco del grupo de
Aznar. Goirigolzarri salió del BBVA en 2009 cobrando una polémica pensión de 52,49 millones de euros,
a tres millones por año.
Designios del destino, Goirigolzarri es nombrado el 9 de
mayo 2012 sustituto de Rato en la
presidencia de Bankia ante las presiones que recibía el Gobierno, avisado en
sucesivas ocasiones del riesgo sistémico que suponía la maltratada entidad,
advertencias que venían del exfeudo de Rato, el FMI, sólo unas semanas antes de
su sustitución.
Ese mayo, el FROB, que controlaba el 45% de la cotizada
Bankia, decidió la conversión de los 4.465 millones del Fondo de
Reestructuración Ordenada Bancaria (FROB) en capital del BFA, haciéndose con el
100% de esta, desplazando así a las cajas de BFA.
La caída en
desgracia: los correos de Blesa y Rato
Simona Levi, portavoz de 15MPaRato, cuenta durante el juicio
de las black que una fuente anónima les envió en diciembre de 2013 al buzón de
la Comisión Ciudadana Anticorrupción del Partido X los correos corporativos de
Rato y Blesa, y cómo reenviaron a El Mundo y a eldiario.es, haciendo así
público y notorio el proceder de Caja Madrid y las complejas redes de favores y
productos que fabricó Blesa para mantenerse: desde las preferentes a la
financiación de empresarios de Miami amigos de Aznar. Fue el mismo año en que
Gorigolzarri anunció unas pérdidas de Bankia por 19.193 millones, pidiendo más ayudas
públicas.
Uno de los correos hizo saltar las alarmas, ya que confesaba
la existencia de unas tarjetas corporativas invisibles al fisco, “Black”. A
partir de ahí, Bankia inicia una investigación que culmina con el envío a la
Fiscalía de las cuentas de las tarjetas. La filtración de los correos se
atribuyó al juez Elpidio Silva, que investigaba entonces operaciones de Blesa,
y que acabaría apartado de la carrera judicial, gracias a una querella de Aznar
y de un testigo que le acusó de filtrarlos además de practicar magia negra.
Al vapuleo público y mediático a Rato se sumó el espaldarazo
del PP, que dio de baja a los 12 militantes de las tarjetas black en octubre de
2014. El 17 de abril de 2015, Rato era detenido por fraude, blanqueo y
alzamiento de bienes, en una operación que dio lugar a la famosa foto del
policía acompañando el movimiento del exministro al entrar al coche. En 2016 el
juez Andreu descubrió el entramado de sociedades que utilizaba para cobrar las
consultorías a Telefónica de años anteriores. Eso, entendió Rato, no podía ser
otra cosa karma, y fue a refugiarse en marzo de este año al templo budista de
Pedreguer en Alicante. Era evidente que aquello era incomprensible con tantos
amigos en el poder.
Lo explica Simona Levi, portavoz de 15MpaRato, asociación
que ejerce de acusación particular en la causa por la salida a Bolsa: “Hay un
antes y un después en el que el Gobierno empieza a apretar con los correos,
dejando que lo publique hasta El Mundo”.
El pantanal del PSOE y el juicio mediático de las tarjetas
black son terreno propicio para seguir operando. Tanto es así que desde el FROB
han aprovechado la ocasión para anunciar que empiezan los contactos para
fusionar dos de las entidades participadas por dicha institución pública,
Bankia y BMN. Teniendo en cuenta que el Estado da por perdidos los 36.000
millones invertidos en los rescates, cabe preguntarse, tal y como se hacen
muchos letrados en el juicio, por qué el FROB y Bankia se afanan en recuperar
aquellos 12 millones de euros procedentes de las tarjetas black. Pero seamos
sinceros; después de todo, parten con ventaja, ya que ha quedado claro que no
somos capaces de distinguir las víctimas de los verdugos.
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