Por Jordi Calvo
Público.es, 29711/2014.
En el mundo hay de manera
permanente más de 20 conflictos armados. Cuando uno camina hacia la resolución
y baja la intensidad de la violencia armada, aparece otro para mantener el
nivel de actividad militar. Las guerras suceden por múltiples factores, y no es
objeto de este artículo analizarlos, pero, hay varias cuestiones que el sentido
común hace que nos planteemos recurrentemente. ¿Acaso no es posible acabar con
la violencia armada cuando sabemos cuáles son los conflictos existentes,
aquellos que pueden llevar a niveles de violencia en que las armas juegan un
papel determinante, si sabemos también las mil y una maneras de prevenirlos, de
atajarlos o de reducir su impacto, y teniendo en cuenta que también sabemos
construir la paz, ya que afortunadamente hay más lugares en el planeta sin
guerra que con ella?. Entonces, ¿dónde está el problema? ¿Acaso nuestros
gobernantes ignoran cómo funciona el mundo, no tienen acceso a la información
de decenas e incluso centenares centros de estudios por la paz que proponen y
promueven maneras diferentes de gestionar los conflictos sin el uso de la
violencia, o puede ser que aun sabiéndolo, no lo hagan porque haya otras
consideraciones que les impiden tomar las decisiones correctas? He aquí donde
tiene cabida el enfoque del ciclo armamentista que sirve para entender la
facilidad con que nos embarcamos en guerras y apostamos frecuentemente por la
vía militar para resolver los conflictos.
El ciclo armamentista explica el
proceso de militarización y armamentismo de las sociedades desde la identificación
de la necesidad de las armas hasta su utilización final. La necesidad surge de
las amenazas a la seguridad, reales o ficticias. Estas a su vez sirven para
justificar el gasto público militar, la producción de la industria
armamentística, el comercio de armamento y la financiación de todos ellos. En
primer lugar, es importante destacar que el gasto militar es financiado por los
presupuestos estatales, con los que se financia una estructura militar humana y
material capaz de utilizar la fuerza armada cuando se precise. Es decir, somos
los contribuyentes quienes dedicamos un porcentaje de nuestros ingresos a su
mantenimiento. En el caso español dedicamos más de 16.500 millones de euros
solo en 2014, el 4% de los Presupuestos Generales del Estado, lo que supone 45
millones de euros diarios. Una parte del presupuesto militar va dedicado a
ayudar a las empresas de armas, con créditos públicos blandos se financia la
I+D que sirve para fabricar las armas que acaba comprando el ejército. Solo en
España se han concedido mas de 23.000 millones de euros en créditos a la I+D
militar, la mayor parte proveniente del Ministerio de Industria. Pero la
industria militar necesita más dinero y este lo consigue del mercado, como
cualquier otra empresa.
¿Qué ofrece el mercado financiero
a las empresas de armas? Todos los productos que ofrecen a cualquier otra
empresa, que eminentemente son: créditos, préstamos, pólizas de crédito,
emisión de bonos y pagarés, ampliaciones de capital emitiendo acciones, la
gestión necesaria para la compraventa de acciones en el mercado secundario,
fondos de inversión que incluyen acciones de empresas de armas, e incluso
asegurar y financiar las exportaciones de armas. Quienes ofrecen tales
servicios son los bancos privados. Cabe decir que las empresas que fabrican y
comercializan armamento no podrían mantener el mismo nivel de negocio de nos
ser por la ayuda de los bancos. Solo teniendo en cuenta las empresas de armas
españolas, tras analizar más de doscientas industrias militares, el ratio de
endeudamiento medio e las mismas llegaba en 2010 al 73%. Es decir, sin
financiación las empresas de armas a lo sumo alcanzarían una cuarta parte de su
producción. Si este dato fuera extrapolable a nivel mundial, podríamos pensar
que podría haber cuatro veces menos armas en el mundo. La ecuación es sencilla,
cuanto menos armas, menor posibilidad de recurrir a la violencia armada, menos
víctimas y muy probablemente menos conflictos armados.
En recientes estudios de varias
entidades que monitorizan las inversiones en algunos tipos de armamento
controvertido, como las armas nucleares, las bombas de racimo o las minas
antipersonal. Aparecen datos que muestran una pequeña parte de la realidad de
la vinculación entre los bancos y las empresas de armas. Una recopilación de
las inversiones en armas de las principales entidades financieras que operan en
España es recogida en el informe del Centro Delàs de Estudios por la Paz
“Evolución de la banca armada en España” en el que se calcula que las firmas
exclusivamente españolas han dedicado a través de créditos, fondos de
inversión, emisión de bonos y pagarés y financiando las exportaciones de armas
más de 7.000 millones de euros a la industria militar, una buena parte en el
periodo de crisis, cuando el crédito a las familias y las pymes estaba
prácticamente congelado. Si además calculamos la financiación identificada de
la banca extranjera de mayor presencia en el Estado, las cifras son mareantes,
cerca de 113.000 millones de euros han ido a parar a la industria militar de bancos
como BNP, Deutsche Bank, Citibank, Barclays Bank, ING o Bankinter o
aseguradoras como Allianz, AXA o AIG.
Banca Armada, es la denominación
utilizada para definir a los bancos que colaboran del complejo militar
industrial y que ayudan a que los niveles de armamentismo sean tan elevados y
que, en consecuencia, existan un mayor número y más destructivos conflictos
armados. Las entidades financieras que son susceptibles de ser llamados banca
armada son tantas que fue necesario establecer un ranking para saber, al menos,
qué bancos son los que tienen mayores vínculos con las empresas de armas. En el
ranking de la Banca Armada española destacan, a gran diferencia del resto, el
BBVA y el Santander, los dos grandes bancos españoles que también son los dos
grandes financieros de las armas. Destaca también el tercer lugar de Bankia y
la aparición de cajas que presumen de obra social, como Caixabank.
Ranking de la banca armada
española (10 primeros bancos armados)
1. BBVA (3.626.568.802 €)
2. Santander (1.723.751.052 €)
3. Bankia (392.516.426 €)
4. Banca March (177.415.618 €)
5. Liberbank (92.764.436 €)
6. Caixabank (37.447.993 €)
7. Catalunya Caixa (ahora BBVA)
(31.960.000 €)
8. Banco Sabadell (25.503.453 €)
9. Banco Popular-Pastor
(21.883.030 €)
10. Ibercaja-Caja 3 (20.755.411
€)
(Fuente: Evolución de la banca armada española. Centre Delàs d’Estudis per la Pau 2013)
En conclusión, la banca es un
elemento clave en el entramado militar industrial. Quiero pensar que los
banqueros no son especialmente amantes de la guerra, aunque se pueda dar el
caso. Pero los banqueros lo quieren es hacer negocios, y en los negocios no hay
moral. La banca armada es un buen ejemplo. Con el añadido de que las empresas
de armas son en su inmensa mayoría empresas privadas que se rigen por la lógica
del mercado, maximizar el beneficio económico. Y para hacerlo solo hay dos
vías, reducir los gastos y aumentar la productividad o aumentar los ingresos.
Los intentos de mejora de productividad de las empresas de armas son más que
dudosos, vistas las enormes diferencias entre el precio inicialmente acordado y
el verdadero precio final que se acaba pagando (solo en España, los Programas
Especiales de Armamento acumulan una desviación en su coste inicial de 13.000
millones de euros, es decir un 65% de sobrecoste). Esta no por usual menos
abusiva práctica, digna de ser investigada por los tribunales, merece ser
situada en un marco en el que el Ministro de Defensa actual, Pedro Morenés, fue
hasta el día en que fue nombrado ministro, director en España de la segunda
empresa de misiles más importante del mundo, MBDA. Del mismo modo que fue
miembro de los consejos de administración de varias empresas militares
españolas, entre las que merece especial mención Instalaza, que durante su
mandato en 2008, y poco antes de que España firmara el Tratado Internacional
por la Prohibición de las municiones en racimo, vendió bombas consideradas
ilegales tan solo unos meses más tarde al régimen de Gadafi. Estas municiones,
asimilables a las minas antipersonal por su capacidad lesiva en la población
civil, fueron utilizadas, como suele ocurrir con las bombas, en este caso sobre
el pueblo de Misrata en la guerra civil libia de 2011.
Las armas se fabrican, se venden
y se les pierde la pista. El control sobre ellas se pierde y se olvida en el
momento en que se cobra el último recibo. Las empresas de armas hacen caja, los
bancos cobran intereses por financiarlas y las víctimas las ponen, como
siempre, quienes menos culpa tienen. El complejo militar-industrial es un
monstruo, por tamaño y horripilante, al que es difícil enfrentarse. Si además
sus tentáculos llegan al gobierno, es cuando llegamos a comprender que puede
que haya guerras porque hay siempre quien se beneficia de ellas.
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