Por Iñigo Sáenz de Ugarte
El diario.es, 13/11/2014.
Otro escándalo financiero en el
Reino Unido (y EEUU). Otro día de trabajo para Paul Mason (muchos años en
BBC, ahora en Channel 4, como jefe de economía). Otro día para acercarse a la
sede del Royal Bank of Scotland, uno de los cuatro grandes bancos británicos
que tuvo que ser rescatado con fondos públicos. Ya estuvo allí hace seis años
cuando el RBS estuvo a punto de venirse abajo.
Esta vez Mason está cabreado,
realmente cabreado. Y graba una especie de editorial, soflama o grito de ira
contra estos gigantes financieros que continúan comportándose como
instituciones criminales.
No se emitió en los informativos de Channel 4 pero sí circuló desde su cuenta
de Twitter y la cuenta de YouTube del canal de televisión. Alguien ha hecho una
transcripción de su
intervención.
No, no es Peter Finch en ‘Network’, pero Mason está
igualmente enfurecido. Y no es extraño. A cada escándalo financiero, le sucede
otro y luego viene otro. Esta vez cinco de los mayores bancos del mundo: RBS,
HSBC, Citibank, JP Morgan, UBS y Bank of America. El motivo: manipulación
del mercado de divisas. Resultado: multas de 2.600 millones de
libras impuestas por los reguladores británico y norteamericano.
A lo largo de estos años, Mason
ha visitado esos bancos haciendo preguntas a esas mismas personas que toleran
las conductas ilegales o que, tras el escándalo, se encogen de hombros:
“He estado en los despachos de
los jefes de este banco y de los otros… (pausa, casi está a punto de lanzar un
juramento) bancos a lo largo de estos seis años desde que casi cayeron en
bancarrota.
He estado con ellos mientras
pedían en el tono más educado ‘por favor, no aumenten la regulación, no hagan
que sea delito penal lo que se hace en puestos directivos, no hagan que vayamos
a prisión, porque entonces ninguna persona con talento querrá venir a dirigir
estos bancos’.
Y al final, con toda esta
investigación de los mercados de divisas, ahora a la una de la tarde, nadie ha
presentado cargos penales”.
Siempre es igual. El proceso
funciona así.
1. Los bancos, o las personas que
trabajan en ellos, conspiran para manipular los mercados financieros.
2. El regulador les atrapa
–cuando hay suerte–, y anuncia una multa fortísima que los bancos asumen
tranquilamente como una parte de su modelo de negocio.
3. Se conocen los detalles de la
investigación. No es ya sólo que hayan cometido delitos o irregularidades. Lo
que llama la atención es la arrogancia, el descaro con el que se manejan sus
protagonistas. Están ahí para ganar dinero y cuanto más rápido, mejor. ¿Las
normas? Que les den. ¿Responsabilidad social? MY ASS.
4. Nadie va a la cárcel. Sólo
cuando aparece un Jérôme
Kerviel, que viola directamente las normas del banco lo que deja a
este asustado ante la posibilidad de demandas estratosféricas, se celebra un
juicio penal y hay una condena. Cuando el fraude es institucionalizado y los
sospechosos, numerosos, todo se arregla con una sanción económica.
5. Volvemos al paso 1.
Los bancos siguen fuera de
control. Las multas no tienen ningún efecto disuasorio. Algunos creen que,
procesamientos aparte que siempre despiertan el interés de la gente, sólo sería
efectiva la amenaza de
prohibir de forma temporal a esas empresas que operen en los
mercados en los que han cometido irregularidades de forma reiterada y
premeditada.
Lo que es indudable es que no se
trata de hechos excepcionales. Hay casos de manipulación en casi todos los
mercados donde se compra o vende o algo, y los bancos y otras
instituciones financieras aparecen implicadas: oro, plata, derivados, tipos de
interés, precios de la energía, del petróleo, otras materias primas…
Como dijo Stiglitz, la sanción
económica en estos casos es como una multa de aparcamiento para los castigados.
Algunos comunicados con disculpas y promesas de que no se volverá a repetir, y
ya está. Nadie va a la cárcel hasta que periodistas de los grandes medios como
Mason y otros se preguntan cómo es posible que nadie haga algo al respecto, que
siga reinando la impunidad más absoluta. En España, ni siquiera eso. En España,
los grandes medios ni siquiera se inmutan si se descubre que un gran banquero
como Botín y su familia guardan una fortuna en Suiza.
Cuando hay tanta manipulación en
estos mercados, exactamente ¿dónde acaba la normalidad (la legalidad) y empieza
la excepción? (lo ilegal). ¿En qué momento se puede decir que el sistema
fomenta estas conductas, al tolerarlas o castigarlas mínimamente? ¿Son la
estafa y fraude fenómenos situados fuera del sistema o forman parte de él?
Disponible en:
No hay comentarios:
Publicar un comentario