Por Vicenç Navarro
Público.es, 11/11/2014.
Timothy Geithner fue la persona,
dentro de la Administración Obama, que jugó un papel más central en la
recuperación del sistema bancario de EEUU. De ahí que sus memorias hayan
despertado un interés considerable en EEUU. Durante muchas semanas, tales
memorias han sido sujeto de amplios análisis y comentarios, tanto en la prensa
de mayor difusión, como en los medios y fórums influenciados por la banca (que
son muchos y muy potentes). Ni que decir tiene que, en estos últimos, Geithner
ha pasado a estar en el pabellón de los grandes servidores al país, uno de los
mayores salvadores de la patria. La gente con mucho dinero siempre tiene la
manía de identificar sus intereses con los intereses de la nación, llamada, en
ocasiones, la patria.
Me leí las memorias, a pesar de
que tengo una sana aversión hacia este tipo de documentos, pero me interesaba
averiguar si añadían alguna información sobre las medidas de recuperación
bancaria que se me hubiera escapado y que no conociera. Pues no, no descubrí
nada nuevo. En realidad, las memorias eran sumamente predecibles y podrían
haber sido escritas por cualquier figura protagonista de los rescates bancarios
en cualquier país de la Unión Europea, incluyendo España. La gente que
protagoniza los negocios financieros es extraordinariamente predecible. Veamos
algunas de las actividades predecibles:
A pesar de que los datos los
tenía delante de sus narices, el Sr. Geithner no anticipó la creación de la
burbuja inmobiliaria, y ello a pesar de que era enormemente (repito,
enormemente) fácil de ver. El precio de la vivienda estaba creciendo casi
exponencialmente, mientras que la media de los ingresos de las familias estaba
bajando o estaba estancada. Era obvio que algo estaba pasando y que en algún
momento todo el sistema bancario (enriquecido como consecuencia del incremento
de la deuda, incremento necesario para poder conseguir las hipotecas) iba a colapsar.
El Sr. Geithner no lo vio. ¿Cómo es que no lo vio?
Otro desarrollo que tampoco vio
fue el peligro de los nuevos instrumentos bancarios. A pesar de las alarmas que
vinieron por parte de investigadores en áreas financieras, independientes y
críticos con la banca, el Sr. Geithner no reguló ni hizo nada para disminuir la
introducción de instrumentos financieros nuevos como los derivados, definidos
por uno de estos críticos como armas financieras de destrucción masiva. ¿Cómo
es que Geithner no vio ni el peligro de la burbuja inmobiliaria ni el peligro
de esas armas de destrucción masiva?
Las respuestas a estas preguntas
también son fáciles de ver. No vio nada porque estaba sumergido (en realidad,
metido hasta la médula) en los círculos financieros. Toda su vida estaba
impregnada y se realizaba en los círculos financieros, que eran los círculos
donde se estaba cocinando el desastre. Sus vidas privada y pública estaban
claramente interrelacionadas con el mundo de los banqueros y financieros de
Wall Street. Estos eran sus amigos, que le invitaban a desayunar, a comer, a
cenar, a fiestas y a viajes. Ellos eran sus amigos y él era su servidor. Y no
tenía ni idea de los problemas de la gente normal y corriente, que estaba
ahogada con las hipotecas que no podía pagar. Para él, el centro de la economía
(y, por lo tanto, del mundo) era Wall Street. Y a él le había tocado la enorme
responsabilidad y honor de salvarlo. Salvar Wall Street pasó a ser su deber
patriótico.
En aquel escenario puede
entenderse que la única alternativa que se le ocurriera para evitar el colapso
financiero de EEUU fuera salvar a sus grandes amigos de Wall Street. Así de
claro. Y así lo dice (naturalmente, sin referirse a Wall Street como sus
amigos), aunque por la narrativa que utiliza aparece un entendimiento y
simpatía para los banqueros, mostrando una clara empatía hacia los grandes
gestores del dinero acumulado en Wall Street.
De ahí que el rescate del sistema
financiero consistiera en darles billones y billones de dólares procedentes de
las imprentas del Estado. Utilizo la expresión “darles” deliberadamente, pues
fue uno de los mayores casos de beneficencia que hayan existido a lo largo de
la historia de la humanidad. La única diferencia es que no se llamó a aquella
dádiva “beneficencia”, sino rescate. Y la banca y las compañías de seguros
fueron salvadas a base de una cantidad de dinero público nunca antes visto en
cualquier intervención estatal. Y lo que es predecible es que el Sr. Geithner
lo considera como lo razonable, lógico y necesario que tenía que hacerse. Para
él era obvio que no había otra alternativa.
Ahora bien, de obvio no tenía
nada. En realidad, el rescate le ha costado muchísimo, pero que muchísimo
dinero, al ciudadano estadounidense, sin que se haya cambiado nada en el
sistema bancario que pueda prevenir otro desastre, o que facilite la
disponibilidad del crédito. En realidad, el hecho de que la economía
estadounidense esté creciendo mucho menos de lo que su potencial le permitiría,
se debe precisamente a que el sistema crediticio no funciona bien todavía. Dean
Baker ha documentado cómo la situación financiera continúa igual que antes de
la crisis. Salvar a Wall Street ha sido salvar un sistema que es corrupto hasta
la saciedad, y que es profundamente disfuncional.
Y sí que había alternativas.
Además, era fácil de ver que sí las había. Se podría haber nacionalizado la
banca. Sí, como lo lee. Se podía y se tendría que haber nacionalizado la banca,
tal como habían sugerido muchos economistas progresistas no vinculados a la
banca, tales como Stiglitz, Baker, Weisbrot, Roubini y una larga lista. Es más,
incluso el que había sido el gran gurú neoliberal, Alan Greenspan, había
sugerido la nacionalización, pues conocía bien el sistema financiero desde
dentro, y no lo veía capaz de salvarse. De ahí que también sugiriera su
nacionalización. La diferencia, sin embargo, era que Greenspan quería después
privatizar la banca de nuevo, como Guindos y otros han hecho con Bankia. La
mayoría, sin embargo, quería nacionalizarla para siempre. No hay duda de que
hoy tendríamos sistemas financieros saneados, garantizando el crédito. Y con un
coste mucho menor de lo que le ha costado al erario público.
La pregunta clave que debe hacerse es: ¿por qué Obama
nombró a Geithner? Y la respuesta es también fácil de dar. Porque Obama pensaba
como Geithner. Obama es un producto típico del establishment estadounidense.
Pensar en él como en el gran reformador es pedirle peras al olmo. Nacionalizar
la banca no estuvo, ni por un minuto, en su escenario de intervenciones.
Ninguno de sus amigos se lo hubiera aconsejado. Hubiera aparecido como un
bolchevique digno de olvido o desprecio. Y ahí estaba la victoria del sistema
ideológico promovido por la banca. Todo lo que afecte negativamente a sus
intereses está fuera de lo que la sabiduría convencional define como
“razonable”. Y así estamos.
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