Por Juan Torres
El País, 30/11/2014 (Andalucía).
Hace unos días se desarrolló un debate interesantísimo
en el Parlamento británico (y creo que impensable en el nuestro) sobre creación
de dinero y sociedad.
Lo inició el diputado conservador
Steve Baker recordando a Henry Ford cuando dijo que si la gente supiera lo que
hacen los bancos con su dinero habría una revolución al día siguiente. Señaló
que el origen del problema que iban a discutir se encuentra en la ley de 1844
que prohibió a los bancos ingleses crear billetes, para poner fin a la continua
práctica especulativa que llevaban a cabo gracias a ese privilegio, porque no
tuvo en cuenta que la banca también crea otro tipo de dinero.
Como ha analizado con toda
crudeza un reciente informe del Banco de Inglaterra, aunque los bancos no creen
dinero legal desde entonces, sí que crean desde la nada el llamado dinero
bancario, es decir medios de pago, cada vez que conceden un crédito. La
mencionada ley no lo prohibió y eso permitió que los bancos siguieran creando
dinero sin parar, aumentando incesantemente la deuda de dónde nacen esos nuevos
medios de pago y los beneficios bancarios.
Es realmente significativo el
amplísimo acuerdo que se manifestó en ese debate entre diputados de todas las
tendencias al reconocer que ese privilegio es ya insoportable. Prácticamente
todos coincidieron en denunciar que el desorbitado endeudamiento y las
sucesivas burbujas que han provocado las crisis financieras y, en especial, la última
que estamos viviendo, son el resultado de la exagerada creación de dinero que
llevan a cabo los bancos para multiplicar su beneficio. Varios de los
parlamentarios intervinientes en el debate presentaron datos que demuestran
como la deuda generada por la banca privada es ya mucho mayor que el volumen
total de dinero en circulación, algo que, de seguir así, solo puede llevar a un
cataclismo financiero.
Del debate se deduce un amplio
consenso sobre la conveniencia ya inexcusable de acabar con ese privilegio.
Incluso la secretaria económica del Tesoro, Andrea Leadsom, se preguntó si
caben las reformas o si no es ya hora de tirar el sistema a la basura y empezar
de nuevo.
El debate dejó claro, por
ejemplo, que poner en manos de los bancos privados la creación de casi el 95%
del dinero en circulación no solo provoca crisis, sino que también beneficia a
los más ricos y produce una gran ineficiencia. El laborista Michael Meacher
indicó que sólo el 16% del crédito se destina a financiar a empresas
productivas y al consumo; mientras que el resto financia la compra y venta de
activos, en la mayoría de los casos con carácter especulativo.
A la hora de dar alternativas
hubo más diferencias. Unos propusieron que el Estado controle la cantidad de
dinero circulante y no la banca privada. Otros son partidarios de obligar a que
los bancos mantengan en reserva el 100% de los depósitos. Y también se defendió
la utilización de monedas electrónicas como el bitcoin, el
establecimiento de tasas sobre la creación de dinero bancario, o el impulso de
los bancos que no cobran intereses, medidas que hace muy poco tiempo hubieran
parecido utópicas.
Lo relevante es que la discusión
está abierta. La banca que conocemos tiene ya las horas contadas y lo curioso
es que mientras en Reino Unido sus señorías discuten cómo sustituirla, aquí se
tacha de locos o castristas a quienes plantean el debate.
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