Por Marc Bassets
El País, 30/12/2014.
Hillary Clinton es la estrella indiscutida del
Partido Demócrata, la candidata a suceder a Barack Obama en la Casa Blanca tras
las elecciones presidenciales de 2016. Mas la estrella ideológica del partido
del mandatario es otra. Elizabeth Warren, senadora por Massachusetts desde 2013, es la
voz más combativa contra Wall Street, el Partido Republicano y el establishment
demócrata identificado con el matrimonio Clinton.
Es probable que en los próximos
meses Hillary Clinton —exsecretaria de Estado, exsenadora, ex primera dama y
aspirante fallida a la Casa Blanca en 2008— anuncie su candidatura.
Los sondeos la consagran como la principal opción para competir por el Partido
Demócrata e incluso como la favorita en las elecciones presidenciales que la
enfrentarán al contendiente por el Partido Republicano. La potencia de su
candidatura es indudable: tras la elección, en 2008, del primer presidente
negro, Estados Unidos elegiría a la primera mujer.
Warren descarta disputar a
Clinton la nominación demócrata. Lo repite en cada entrevista. Pero hay que
tomar sus palabras con cautela. Primero, porque no es insólito que, hasta que
un político declare su candidatura, asegure que él no es candidato: no lo es,
pero quizá lo sea. Y segundo, porque aunque no se presente —personas cercanas a
la senadora sostienen que no lo hará— ha logrado definir los términos del debate
en el Partido Demócrata y ha forzado a Clinton a abordar cuestiones que hasta
hace poco no figuraban en su agenda, como las desigualdades y los excesos de
Wall Street.
“Ella me ha dicho a mí y a mucha
otra gente que no será candidata”, dice Roger Hickey,
codirector de la Campaña para el Futuro de América, una organización
adscrita a la izquierda demócrata. “Pero incluso sin presentarse a la
presidencia, Elizabeth [Warren] impulsa a los demócratas y Hillary Clinton
hacia una dirección más progresista. Hillary está aprendiendo del liderazgo de
Elizabeth”.
El itinerario de Warren es atípico. De 65 años y profesora de
Derecho, se especializó en el endeudamiento privado y las bancarrotas
familiares. Publicaba libros como The two-income trap, (La trampa del
doble ingreso, Basic Books, 2004), que mezclaba el estudio de las finanzas
familiares con consejos sobre cómo gestionarlas mejor. La suya era una
disciplina técnica y poco mediática, hasta que estalló la crisis en 2008 y el
endeudamiento de los norteamericanos y las prácticas abusivas de los bancos
ocuparon de repente el centro de la discusión sobre las causas y las soluciones
de la emergencia.
El demócrata Obama adoptó la
propuesta de Warren para crear un organismo de protección del consumidor de productos financieros,
destinada a evitar que se repitiesen estafas como las de las hipotecas
basura. Warren debía presidir la nueva institución, la Oficina de
Protección Financiera del Consumidor, pero el previsible veto en el
Senado de los republicanos y los recelos de algunos demócratas cercanos a Wall
Street frustraron la candidatura. Warren se convirtió en la voz de la
conciencia de la izquierda que atribuye a Wall Street la responsabilidad de la
recesión y reprochaba a Obama su timidez a la hora de reformar el sistema
financiero.
“El juego está trucado”, dice
Warren en sus discursos. “Trucado”, añade en sus memorias —A fighting
chance (Una oportunidad de lucha, MacMillan, 2014)—
“en favor de los que tienen dinero y poder”. “Las grandes corporaciones”,
argumenta, “contratan a ejércitos de lobistas para obtener exenciones
de miles de millones de dólares en el sistema impositivo y persuadir a sus
amigos en el Congreso de que apoyen leyes que inclinan las reglas del juego a
su favor. Mientras tanto, a las familias que trabajan duro se les dice que
tendrán que vivir con sueños más modestos para sus hijos”.
Warren no rehúye la etiqueta de populista, una palabra que en EE UU carece de las connotaciones negativas que tiene en Europa o América Latina. En la tradición norteamericana, significa la defensa del pueblo frente a las élites. Hickey opina que el populismo económico de la senadora por Massachusetts —el norteamericano de pie frente a los bancos y las corporaciones— puede apelar a las clases trabajadoras blancas de la América interior, distanciadas del Partido Demócrata de Obama.
Warren no rehúye la etiqueta de populista, una palabra que en EE UU carece de las connotaciones negativas que tiene en Europa o América Latina. En la tradición norteamericana, significa la defensa del pueblo frente a las élites. Hickey opina que el populismo económico de la senadora por Massachusetts —el norteamericano de pie frente a los bancos y las corporaciones— puede apelar a las clases trabajadoras blancas de la América interior, distanciadas del Partido Demócrata de Obama.
Porque Warren es progresista,
pero busca un votante transversal, a las clases medias que no se benefician de
la recuperación. Aunque técnicamente la recesión terminó en 2009, el 72% de los
norteamericanos cree que la recesión no ha acabado, según un sondeo reciente.
Desde entonces la tasa de paro se ha reducido a menos del 6% y la economía
crece al nivel más alto de los últimos 11 años. Si decidiese desafiar a Hillary
Clinton en las primarias demócratas, sus posibilidades de derrotarla serían
escasas, pero sus ideas marcan el tono la campaña demócrata para suceder a
Obama.
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