Por Pilar Blázquez
El diario.es, 07/12/2014.
Autónoma, diseñadora de páginas
web y azote de la banca española. Ese es el perfil de Patricia
Suárez, más conocida como Wonder Woman, por su nick en las
redes sociales. El cambio se gestó a partir de diciembre de 2008, al descubrir
que había sido engañada por Bankinter en la comercialización de los productos
asociados a su hipoteca. Seis años después ha conseguido que un juez le dé la
razón y recuperar su dinero. Entre medias se ha convertido en presidenta de la
asociación de afectados por los engaños de la banca con el nombre más
impronunciable de España, Asuapedefin (Asociación de Usuarios Afectados por
Permutas y Derivados Financieros), y en una de las personas que más esfuerzo
personal está dedicando a luchar contra los abusos de los bancos.
Su caso podría haber sido
uno más de los muchos afectados por estafas de la banca. ¿Qué le mueve a
liderar esta lucha, erigirse como Wonder Woman
e incluso formar una asociación?
(Risas) Cuando empecé a reclamar
mis derechos ante la banca, mi identidad en las redes sociales era suarepbg.
Recuerdo que casi nadie conseguía ponerlo bien. Lo de Wonder Woman fue
un apodo que me pusieron los compañeros con los que me movilizaba a medida que
conseguía publicar las sentencias que condenaban a los bancos. Me llamaban la
mujer maravilla. Me gustó y lo adapté al inglés y a mis redes sociales.
El activismo, es sin duda, efecto
de la actitud del banco. Yo era tan ingenua que pensé que todo había sido un
error que podría subsanar hablando con las personas adecuadas dentro del propio
banco. Unos meses después me di cuenta, buceando en Internet, de que había ya
un foro con casi un centenar de afectados. Esto coincidió con otro gran
escándalo, las víctimas por la caída de Lehman Brothers, entre los que había
también muchos clientes de Bankinter, que eran muy combativos. Entre todos
tuvimos claro que la única manera de recuperar nuestro dinero era movilizarnos
y nos juntamos.
¿Cómo empieza su lucha?
¿Cuándo descubre que ha sido engañada por Bankinter?
En diciembre de 2008. En ese
momento, tiene lugar una bajada radical en los tipos de interés. Y el producto
que estaba ligado a mi hipoteca, un swap que Bankinter comercializaba
bajo el nombre de Clip, pasó de darme una rentabilidad de 90 euros al
trimestre, a exigirme un abono de 400. Llamé al banco para cancelarlo y me
dijeron que si quería hacerlo, debía pagar 8.000 euros. Ni siquiera la chica
que estaba al otro lado del teléfono podía creerlo.
¿En ningún momento tuvo
la posibilidad de negociar con el banco? ¿Ni siquiera cuando se hizo más
famosa?
La falta de colaboración fue
total desde el principio. Solo me ofrecían cambiar mi producto derivado
complejo por otros de similares riesgos. Más tarde, mi actividad como
presidenta de Asuapedefin me permitió acceder a algún alto cargo del banco. Por
ejemplo, el entonces secretario general, Íñigo Guerra. Nos recibió muy
educadamente, pero su única propuesta fue vernos en los tribunales. Creo que se
equivocó de lleno al valorar el riesgo. Si aquel día me hubieran ofrecido un
acuerdo, no hubiera seguido con el activismo y tal vez no hubiera movilizado a
tanta gente contra Bankinter y contra todos los bancos.
La han llamado
"azote de Botín" y en su blog daba la bienvenida a María Dolores
Dancausa como primera ejecutiva de Bankinter. ¿Ayudó mucho ese cambio al frente
del banco?
El tema de Botín es una licencia
literaria de los periodistas. Cuando yo comencé a protestar, Bankinter estaba
presidido por Jaime Echegoyen. Yo pensé que Dancausa, al venir de una entidad
mucho más volcada al servicio al cliente, iba a imprimir un cambio en la
relación con los clientes del banco. Pero desgraciadamente no fue así. No ha
cambiado nada.
¿Ha sufrido presión por
ser tan crítica con los bancos?
Los bancos han intentado frenarme
a mí, de la misma forma que a todos los afectados, negándose a aceptar las
demandas acumuladas y obligándonos a presentar demandas individuales. Ese ha
sido el gran triunfo de Bankinter. De los 180 que íbamos en la primera demanda
conjunta por los clips, solo 80 tuvimos ganas y dinero para seguir adelante y
afrontar el gasto que un proceso judicial individual implica.
¿Pero nada concreto por
convertirse en Wonder Woman?
Yo no puedo demostrar nada. Sólo
puedo describir hechos. Mi caso estaba en el Juzgado de Primera Instancia Nº 21
de Madrid. Las tres sentencias anteriores a la mía sobre el mismo producto
estructurado y las tres posteriores recibieron sentencias favorables. La mía
fue desestimada y tuve que apelar a la Audiencia Provincial para que me diera
la razón. Puede ser casualidad.
Más allá de eso, no he tenido
ninguna presión personal. Alguna situación tensa, sí. Sin duda, la peor tuvo
lugar en Valencia. Acudí a una conferencia que ofrecía el magistrado del
Tribunal Supremo Sebastián Sastre Papiol. En ella pidió a los abogados que
confiaran en la Justicia y evitaran recurrir al Tribunal Supremo si las
primeras y segunda instancias no le hubieran dado la razón. Aquello me sacó de
mis casillas.
¿Por qué?
Primero, porque cuando él
estaba en La Caixa, recurrió siempre hasta la máxima instancia judicial sin
importarle la cuantía del pleito. Y segundo, porque me parece inadmisible
que el jefe de la Asesoría Jurídica de La Caixa en los últimos 20 años,
responsable de la colocación masiva de derivados financieros a clientes
minoristas, pase sin más exigencia a ocupar un puesto en la sala del Tribunal
Supremo que ha de juzgar los abusos financieros. El conflicto de intereses
es evidente. En España somos muy tolerantes con los conflictos de interés.
Con las asociaciones de
consumidores que hay en España, ¿por qué pensó que era necesaria una más?
Las que había cuando comenzó
nuestra lucha no nos convencieron. Nos acercamos a ellas y el resultado fue
bastante decepcionante. En Ausbanc, a pesar de tener abogados muy solventes, no
estaban interesados en demandas colectivas, sólo en individuales. De Adicae nos
hizo desconfiar su falta de transparencia acerca de los procesos judiciales que
lleva. No se nos garantizaba el acceso a los documentos que se presentarían
ante el juzgado, ni la estrategia jurídico-procesal, lo que nos generaba
incertidumbre.
En aquel momento, julio de 2009,
el Banco de España emitió cuatro resoluciones en las que reconoció que los
clips de Bankinter eran abusivos y falló a favor de los clientes. Eso nos animó
a ir por libre. Aunque su apoyo duró poco. Pasado aquel verano, el criterio del
Banco de España cambió y en lugar de dar la razón a los clientes de Bankinter
les abocó a ir a los tribunales. Hasta el Defensor del Pueblo nos dio la razón,
cuando pedimos amparo ante el extraño cambio de criterio.
La decisión de publicar
las sentencias, algo que no hacía nadie en aquel momento, generó mucha tensión.
Se le acusaba de romper las reglas del juego.
Fue la decisión más rompedora.
Esta es una asociación sin ánimo de lucro. Las sentencias son públicas y yo
pensé que facilitando el acceso a su contenido podíamos ayudar a muchos
abogados de toda España a ganar sus casos. Era una época en la que el Cendoj
[buscador de jurisprudencia de los tribunales españoles] no era tan
completo como ahora y los abogados más especializados del momento, incluyendo
las asociaciones de consumidores, preferían reservarse las sentencias
y no apostar por la transparencia en beneficio de todos los afectados. Una
vez más, un error de cálculo, el número de afectados por abusos bancarios era y
es tan grande, que todos iban a tener trabajo. Además de que la publicación
anima a demandar.
Esto fue un cambio radical en la
forma de abordar el tema y no gustó a algunos, pero desde entonces muchos
abogados me felicitan por ello y diariamente nos llegan nuevas sentencias con
las que hemos conseguido construir la mayor base de datos de
jurisprudencia sobre productos financieros en España.
Fue a partir de ese
momento cuando decenas de abogados se lanzaron a la caza de clientes engañados
por la banca. ¿No le parece que eso ha desatado una burbuja de
letrados que dicen ser expertos en abusos financieros?
Burbuja no, porque por desgracia,
el abuso de la banca ha sido tan arrollador que hay muchos clientes. Tal vez
con la publicación de las sentencias hemos ayudado a la reconversión de muchos
despachos. Sí. Se quedaron sin divorcios y se apuntaron al nuevo nicho de
negocio y tenían más fácil el acceso a las sentencias ganadoras. Es lógico. Lo
que no lo es tanto es la falta de ética de algunos. Intentan captar a los
afectados ofreciendo llevarles casi gratis el proceso a cambio de un porcentaje
en caso de éxito, pero ese porcentaje es más caro que los honorarios
recomendados por el Colegio de Abogados. Estamos hablando del 20-30% frente al
10%. Es decepcionante que después del abuso del banco tengas que
preocuparte por el posible abuso de un mal profesional.
Tras años de lucha, usted
por fin ha conseguido una sentencia favorable y ha recuperado su dinero.
¿Merece la pena el esfuerzo?
La lucha personal, por supuesto.
En este país ha fallado todo: bancos, reguladores, políticos. Todo, excepto los
jueces que han sabido reaccionar bien ante la avalancha de asuntos
financieros y cada vez están más sensibilizados. Las sentencias se ganan.
El problema es que, a pesar a
pesar del esfuerzo por denunciar los abusos bancarios que se está haciendo, muy
poca gente va a los tribunales. De cada 100 afectados, sólo 10 reclaman. De
esos 10, la mayoría se queda en el servicio de reclamaciones del Banco de
España, cuyas resoluciones, increíblemente, siguen sin ser
vinculantes. Tan sólo cuatro o cinco van los tribunales. El 4% del total. Un
chollo para los bancos que pueden seguir colocando productos complejos y hacer
un negocio redondo. Calculan la tasa de litigiosidad y lo incluyen dentro del
precio como un coste más.
Mientras que nadie lo impida,
seguirán haciéndolo porque la rentabilidad está asegurada. Mucho más, si añades
que hay sentencias como la del Tribunal Supremo de las cláusulas suelo, que no
obligan a devolver el dinero en aras de una supuesta estabilidad del sistema
financiero sin haber hecho un estudio real del impacto económico que supondría.
Tomando su ejemplo de las
cláusulas suelo, hay mucha gente que está recuperando el dinero porque los
jueces no siguen el criterio del Tribunal Supremo.
Sí, pero para ello tienen que
iniciar un nuevo proceso judicial y esperar todo el tiempo que este se dilate.
En el camino, muchos afectados ni lo intentarán, con el consiguiente beneficio
para los bancos. Las autoridades tienen la desfachatez de hacernos creer que la
devolución masiva de todas las cantidades cobradas indebidamente podría
implicar la quiebra del sistema financiero, cuando la realidad es que con un
sólo trimestre de ganancias está cubierto el posible perjuicio. Así que
los ciudadanos estamos rescatando dos veces a la banca, con nuestros impuestos
y con los abusos de los productos que nos colocan para evitar esa quiebra. Lo
de las preferentes es clarísimo.
Más allá de la reposición
del dinero, ¿hay alguna otra condena para los bancos?
Ninguna. Los bancos invierten
mucho en publicidad y todos los abusos que han salido en los medios no son más
que la punta del iceberg. Las entidades financieras pueden colocar productos
complejos en masa y aquí no pasa nada.
¿Hay que esperar a ser
víctima para luchar contra los abusos bancarios o se puede hacer algo para
prevenir?
A nosotros nos encantaría
patrocinar un observatorio de productos financieros. Pero somos unos 800 socios
de los que la mitad ni siquiera pagan los 50 euros anuales de cuota. Al ser tan
pequeños, tampoco accedemos a las subvenciones públicas. Pedimos continuamente
a quienes hemos servido de ayuda que nos ayuden también ellos a nosotros para
seguir apoyando a otros afectados.
Claro que las malas prácticas
continúan, y continuarán, si no hay una verdadera voluntad desde el regulador y
el Ejecutivo por cambiarlas. Cualquiera que entra en un banco y pide un
depósito a plazo fijo recibe como recomendación invertir en algún producto
complejo y con riesgo de perder dinero.
¿Es utópico pensar que se
pueden frenar las prácticas abusivas?
Desde la asociación estamos
pidiendo que se implante un código ético que permita a los comerciales negarse
a hacer este tipo de prácticas abusivas sin que su empleo corra peligro. Ahora
es imposible. Les imponen objetivos y presiones e incluso se ven
obligados a mentir o perder la memoria en los juicios para salvar el
puesto. Lo cual es comprensible individualmente, pero inaceptable desde la
propia función social que tiene que cumplir los bancos.
Pero las cosas, como decimos,
también tienen que cambiar en otros niveles. Al Banco Santander en Reino
Unido le multan por la mala comercialización de los mismos productos que
ofrece en España y aquí nadie mueve un papel. Al menos para comprobar si
se ha hecho o no lo mismo.
Tras seis años de lucha,
¿qué conclusiones ha sacado?
Que tenemos mucho que trabajar
para cambiar las cosas. Una sociedad madura es una sociedad exigente y
responsable. Ahora se insiste mucho en la educación financiera de los ciudadanos,
está bien, pero nada se dice de la formación de los empleados de banca. La
mayoría de ellos muchas veces no conocen los riesgos del producto que están
recomendando, precisamente por la voluntad de las entidades financieras de
ocultar incluso a sus propios empleados su auténtica naturaleza. Además,
pedirle a los ciudadanos que tengan más cultura financiera es asumir
implícitamente que ya no nos podremos fiar nunca más de los bancos, lo cual es
un auténtico atropello. No me imagino, por ejemplo, al Colegio de Médicos
pedir a los ciudadanos más cultura en medicina tras un escándalo de
negligencias médicas masivas. Esto es, sin embargo, la solución que nos han
dado desde la Asociación Española de la Banca [patronal del sector], el Banco
de España y la CNMV.
¿Cómo cree que puede
impactar el informe de los peritos del Banco de España en los procesos
judiciales contra Bankia?
El informe es una gran noticia
para los accionistas que tenían hasta hoy una defensa jurídica muy complicada y
ahora pueden demostrar que hubo dolo por parte de la entidad. En mi opinión, es
muy probable que todos los accionistas recuperen su dinero. Desde Asuapedefin
vamos a hacer campaña para presentar demandas a un coste económico muy
reducido.
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