Por Sebastián Lavezzolo
El diario.es, 14/02/2013.
A lo largo de la historia, la
intermediación financiera ha demostrado ser una actividad con una enorme
capacidad de influencia política. Ya en el siglo XV, la Casa de Medici daba
buena muestra de ello gobernando de facto Florencia y colocando hasta
tres Papas gracias a su posición monopolística en el negocio bancario con el
Vaticano.
Hoy, más interesada en el poder
terrenal que en el celestial, la banca mantiene una enorme capacidad de
influencia política, pero sus consecuencias ahondan el descrédito del sistema
democrático. La debilidad de los gobiernos a la hora de hacer frente a la
amenaza de riesgo sistémico ( Too Big To Fail), de castigar los abusos
cometidos por los bancos (manipulación del Líbor-Euribor,
venta de preferentes, etc.), de perseguir el lavado de
dinero, o de frenar el drama social de los desahucios, son una
pequeña muestra de las consecuencias negativas del predominante poder de la
banca.
Pero, como bien sabemos, los
últimos cinco años han sido especialmente turbulentos para el sector
financiero, sobre todo en nuestro país. Por tanto, cabe preguntarnos cómo se
verá afectado el poder de la banca tras estos años de crisis.
En aras de ordenar los
argumentos, analizaré cómo podría haber cambiado la capacidad de influencia de
la banca a la luz de las que, creo, son las cuatro consecuencias más
trascendentes que nos ha dejado la crisis en relación con el sistema
financiero: 1) su “despolitización” tras la desaparición de las cajas de
ahorros, 2) los cambios en la supervisión, 3) la concentración bancaria, y 4)
la creciente deslegitimación social del mundo financiero.
1. Uno de los
cambios más importantes que ha experimentado el sistema financiero español ha
sido la desaparición
de las cajas de ahorro tal y como las conocíamos. Si bien su encaje
jurídico y corporativo en el mercado de crédito ha sido históricamente
criticado, no es hasta la actual crisis cuando las cajas se han visto obligadas
a crear bancos para poder continuar con su actividad financiera. Esta
reconversión suponía, entre otras cosas, el fin de su instrumentalización
política y, por ende, un cortocircuito en la connivencia del poder político con
el sector financiero. La desconexión entre política y crédito acordadas en el
memorándum de entendimiento (MoU), exigían que el nuevo marco regulatorio
reduzca la participación accionarial de las cajas en sus bancos a “niveles no
mayoritarios”. Pero la presión de algunas entidades ha logrado que –a pesar de
reducir la presencia de políticos en las cajas– el anteproyecto
de Ley presentado por el Ministerio de Economía sobre este asunto no
prohíba el control de las futuras cajas (“fundaciones bancarias”) sobre sus
bancos. Es decir, que podrán mantener una participación en el accionariado
mayor al 50% aunque con unos costes más elevados e términos de control y
supervisión. En este sentido, si bien la desaparición de las antiguas cajas y
la reducción de los niveles de “politización” de sus bancos constreñirán los
vasos comunicantes entre el poder político y el sector financiero, no los
eliminarán.
2. No cabe duda
de que en el futuro los libros de historia económica recogerán entre las
principales causas de la crisis la inadecuada política de supervisión del Banco
de España antes y durante la crisis. La permisividad en cuanto al elevado nivel
de concentración del riesgo en el ladrillo y la fuerte dependencia de los
mercados mayoristas para financiarlo en el corto plazo creó una bomba de
relojería que los reguladores no pudieron, no quisieron o no supieron cómo
desactivar. El clamoroso fallo del supervisor dará como resultado el
endurecimiento en las tareas de inspección y vigilancia de las entidades. Algo
que, dicho sea de paso, reclamaban hace tiempo los propios inspectores del
Banco. En estas líneas caminan algunas de las condiciones del MoU
pactado con Bruselas (Medida 14 del Anexo 2) y los primeros
pasos dados por el nuevo gobernador. Estos cambios deberían
traducirse en una restricción a los márgenes de maniobra de la banca para
operar de la manera que lo venía haciendo hasta ahora, así como en una
reducción de su programa de máximos respecto a la regulación del sector.
3. No es difícil
percibir que la reestructuración del mercado de crédito ha sido una de las
consecuencias más espectaculares de la crisis del sector. El cambio más
significativo fue el de las cajas de ahorro que pasaron de ser 46 en diciembre
de 2009 a 14 en septiembre de 2012. El proceso de fusiones llevado a cabo para
hacer frente a los desequilibrios acumulados en varias de las entidades dio
como resultado un aumento considerable de la concentración en el mercado de
crédito. Como muestran los datos del Banco Central Europeo (gráfico), la
concentración bancaria en España ha alcanzado su máximo histórico tras su
reestructuración.
Cuota de mercado de las 5
entidades mayores entidades de crédito (Fuente: BCE)
¿Cómo afectará el aumento de la
concentración al poder de la banca? En lo que respecta a su capacidad para
extraer rentas, es decir, para aumentar sus beneficios a costa de los usuarios
de los servicios financieros, la teoría económica nos da una buena idea de lo
que pueda suceder. El paradigma de "Estructura-Conducta-Resultados"
nos indica que el aumento de la concentración estaría asociado con la colusión
de los bancos para pagar menos por los depósitos y cobrar más por los préstamos
y las comisiones. Algo bastante intuitivo. No obstante, los economistas son
algo escépticos a la hora vincular, sin más, altos niveles de concentración con
bajos niveles de competencia. Así, de acuerdo con la teoría de “organización
industrial”, nos explican, la representatividad de los índices de concentración
como medidas de poder de mercado dependen en gran medida de la contestabilidad
del mismo, esto es la capacidad de los competidores para responder a las
actuaciones de otros competidores. Por tanto, una mayor concentración no
necesariamente significa menos competencia.
Con esta cautela deberíamos
matizar la conclusión que cualquiera de nosotros sacaría tras observar la
desaparición de numerosas entidades del mercado. No obstante, cualquier
análisis riguroso tampoco puede ignorar el hecho de que detrás de la foto de la
concentración bancaria a nivel estatal se esconden otras muchas a nivel
regional que, tras la reestructuración, muestran provincias con solo una o dos
entidades controlando más del 50% o 60% del negocio bancario. En este caso, el
bajo nivel de competencia nos obliga a razonar más en términos de un mercado
oligopolístico y menos en términos de parámetros de contestabilidad.
Por otro lado, no se nos debe
escapar que la concentración bancaria tiene una consecuencia inmediata sobre
uno de los productos financieros más rentables en términos políticos: la deuda de
los partidos. La capacidad de financiación de los partidos –así como
la de muchas administraciones públicas bajo su control – se verá mermada por la
reducción de entidades amigas (las cajas). De esta manera, después de la
reestructuración, la banca estará en una posición más ventajosa para hacer lobby
al poder político.
4. Una de las
consecuencias quizás menos tangibles pero más importantes tras cinco años de
crisis es el creciente descontento social en relación a la banca. Según datos
de encuesta (Metroscopia), el 88% de los encuestados desaprueba el papel de los
bancos durante la crisis y el 91% está de acuerdo con la idea de que “bancos y
cajas abusan de la buena fe y falta de conocimientos” de la gente. Estos datos
coinciden con el hecho de que los bancos haya aparecido como uno de
los “principales problemas de los españoles” en la histórica serie de barómetros
del CIS. Los recelos de los ciudadanos con el sistema financiero no
sólo descansan en las ingentes sumas de dinero que los contribuyentes han
tenido que aportar al sector durante la crisis, sino también sobre su papel en
los desahucios o los escándalos financieros a nivel internacional. En este
sentido, la creciente deslegitimación social de la banca debería pasarle
factura en términos de poder de influencia. O, entras palabras, debería ser más
costoso para los partidos políticos atender a las exigencias del sector
financiero. La reciente “ victoria”
de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH) al forzar la discusión de
la ILP sobre desahucios en el Congreso es una clara muestra de ello.
En definitiva, de las cuatro
consecuencias de la crisis relacionadas con el sector financiero analizadas
aquí, dos –el endurecimiento de la supervisión y la deslegitimación social –
apuntan a una reducción del poder de influencia de la banca; una –la
concentración del mercado en un puñado de entidades – juega claramente a su
favor; y otra –la despolitización – si bien se presenta como un límite al poder
de los bancos, su efecto es ambivalente.
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