Por Juan Torres López
Público.es, 30/01/2015.
El Gobierno acaba de aprobar (un
vez más por decreto) otra importante reforma educativa que también en esta
ocasión tiene significativos efectos colaterales, ahora en forma de un nuevo
negocio para la banca.
Lo que propone el gobierno es que
la actual estructura de los estudios universitarios (cuatro años de grado más
uno de máster) pase a ser (en principio de modo voluntario según el criterio de
cada universidad) de 3 más dos.
La propuesta no es en sí mismo
buena o mala sino que, como suele ocurrir casi siempre, depende del contexto y
las condiciones en que se lleve a cabo.
Otros países europeos tienen esta
estructura y no son precisamente los que tienen un peor sistema universitario,
de manera que puede ser que la fórmula también pudiera ser la más apropiada
para España.
Pero hay razones para pensar que
el modo en que se llevará a cabo en nuestro país va a generar graves costes
sociales y muy pocos resultados positivos.
En primer lugar, hay que lamentar
que de nuevo se proceda a implantar un cambio de esta envergadura sin apenas
debate previo, sobre todo, cuando hace tan poco tiempo que se optó por un
modelo distinto. Gobernando con prisas y por decreto el gobierno de Rajoy
demuestra una vez más que lo que busca no es encontrar las mejores soluciones
sino poner en marcha cuanto antes y a cualquier precio las medidas que, como en
este caso, benefician a unos pocos grupos e intereses sociales.
En segundo lugar, hay que tener
en cuenta que los cambios en el sistema educativo no se pueden llevar a cabo
considerando solo su propia estructura sino que hay que poner sobre la mesa la
financiación que van a a necesitar para evitar que su provisión se deteriore,
como creo que será inevitable que ocurra en este caso.
En un momento en que las becas se
reducen y suben constantemente los precios públicos universitarios, optar por
esta fórmula solo puede llevar a que se agudice el ya fuerte proceso de
expulsión de alumnos del sistema educación superior.
La estrategia que hay detrás de
esta nueva estructura de los estudios es bien clara. El grado, que hasta ahora
es el que está asociado a precios públicos más reducidos, se acorta y se hace
más elemental para pasar cuanto antes a la fase de máster que se puede y se va
a ofrecer a precios mucho más elevados y libres.
Se fortalece así la provisión de
la enseñanza universitaria como un simple negocio que va a excluir a buen
número de estudiantes y no solo por razones de capacidad o excelencia. Y así se
beneficia a las universidades privadas que podrán especializarse -con menos
competencia desde las públicas- en la oferta educativa más cara y dirigida a
los grupos sociales con recursos suficientes para poder pagarla.
Pero lo que realmente creo que se
esconde detrás de esta medida es un negocio que ya empezó a forjarse hace años
y que muy posiblemente sea ahora cuando comience a desarrollarse en toda su
extensión: el de los préstamos a estudiantes universitarios.
Se nos suele decir siempre que la
deuda es el resultado de nuestro comportamiento culposo, de nuestro afán por
vivir con más de lo que tenemos. Pero la verdad es que la deuda es el negocio
de la banca.
Los bancos se dedican
constantemente a encontrar los caminos que pueden permitirles aumentar la
deuda, puesto que es solo con ella como ganan dinero (en contra de lo que se
cree, arruinaríamos a un banco no solo por dejar de depositar allí nuestro
dinero sino, sobre todo, por no solicitarle créditos). Para ello promueven
políticas de adquisición de vivienda y no de alquiler, salarios más bajos y una
política económica general que merme los ingresos disponibles en hogares y
empresas para que tengan que recurrir permanentemente a sus préstamos.
Desde hace años los bancos (y en
nuestro caso especialmente el Banco de Santander) vienen desarrollando una
estrategia lenta pero efectiva de penetración en la vida universitaria y ahora
están cerca de alcanzar su verdadero objetivo: poner en marcha en España el
negocio de los préstamos que permitan a los estudiantes financiar sus estudios
universitarios cada vez más caros y gracias a medidas como la que hoy se ha
aprobado.
Es un fenómeno que ya se ha
vivido en otros países y sabemos, por tanto, cómo empieza y cómo acaba:
elevando poco a pocos los precios públicos, reduciendo las becas y ampliando la
franja (postgrado) de matrículas más altas. Y todo ello, mientras que se
difunde la idea de que sin un máster es imposible encontrar trabajo, lo que
obliga a que los universitarios entiendan que realmente no lo son y que no
están preparados para afrontar su futuro sin realizarlo.
En Estados Unidos, donde el negocio
ha adquirido una dimensión gigantesca, el negocio en torno a los préstamos a
universitarios es de 1,3 billones de dólares y la deuda media ha crecido casi
un 60% desde que empezó la crisis. Tanto así, que la morosidad oficial es del
11-12% pero la real se estima que podría ser del 20%.
La explicación de por qué se ha
llegado a esa situación es elemental y nos anticipa lo que ocurrirá en España.
Se sube el coste medio de las matrículas (en Estados Unidos un 141% en los
últimos 30 años y un 70% de 2001 a 2011) mientras que bajan los recursos
nacionales o locales con que se financia a la universidad (cayó un 25% en ese
mismo periodo) y también los ingresos de los hogares (bajaron un 7%).
Cuando todo eso ocurre, a cada
vez mayor proporción de universitarios no les queda otro remedio que endeudarse
para poder pagar sus estudios. En Estados Unidos, el 94% de los estudiantes que
obtuvieron una licenciatura tuvieron que pedir prestado para pagar una
educación universitaria, casi un 45 por ciento más que hace veinte años, lo que
hace que la deuda (es decir, el negocio de banca) crezca a razón de 3.000
dólares por segundo (Stephen Lendman, How Wall Street fleeces America
Privatized Banking, Government Collusion and Class War).
El problema estalla cuando
también hay cada día más antiguos estudiantes que no tiene trabajo ni ingresos
para pagar los préstamos estudiantiles que arrastran o que tienen empleos tan
precarios que no les dan para ello. Exactamente lo que le ocurre a unos 7
millones de antiguos estudiantes y al 53,6% de los graduados menores de 25 años
en Estados Unidos. Y lo curioso es que casi cuatro de cada 10 (el 38%) tienen
trabajos para los que no es necesaria la formación que les obligó a endeudarse.
El fenómeno no es propio
solamente de Estados Unidos (en donde el presidente Obama tuvo que tomar
medidas de rescate para evitar una auténtica hecatombe financiera). Ha ocurrido
igual en Chile, en donde hay entre 100.000 y 200.000 antiguos estudiantes
atrapados por créditos, literalmente acosados por los bancos y que ahora deben
tres veces más cuantía de la cuantía inicial de los préstamos que recibieron (El millonario robo del Crédito Corfo:
Más de 100 mil ex estudiantes viven acosados por los bancos,).
También en Inglaterra, en donde se calcula que tres cuartas partes de los
estudiantes no serán capaces de pagar su deuda y que el 73% de los egresados no
terminará de pagarla antes de cumplir 50 años (Tuition fees: Three quarters of students won’t be able to pay off their
debt). O en Francia, donde el 12,5% de los estudiantes están
endeudados para pagar sus estudios mediante préstamos que ya se pueden pedir a
través de una simple página web (http://www.financetesetudes.com).
Esto es lo que pasará a partir de
ahora en España: comenzaron a subir matrículas,, cayó la renta familiar y las
becas, ahora se reestructuran los estudios para que vaya predominando la etapa
más cara y pronto se extenderá la oferta de préstamos estudiantiles. Los
bancos, como en Estados Unidos, multiplicarán su negocio dando créditos y
convirtiéndolos en nuevos productos financieros derivados, hasta que de nuevo
estalle la burbuja, vuelvan a quebrar y empecemos de nuevo.
Entonces también dirán que fue
porque estudiamos demasiado y nos endeudamos por encima de nuestras posibilidades.
Salvo que se ponga fin a esta locura.
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