Por Ángel Berges y María López
El Pais, 25/01/2015.
Siguiendo su costumbre de ser el
primero, Bankinter
iniciaba esta semana la campaña de presentación de resultados
correspondientes a 2014 por parte de los bancos cotizados. Más allá de los
resultados publicados por dicha entidad, cuya especialización de negocio y de
modelo productivo le hace poco representativa del conjunto del sistema, merece
la pena reflexionar sobre lo que ha sido el año para el negocio bancario en
España, y lo que cabe esperar para 2015.
El sistema bancario en su
actividad en España va a cerrar un buen año con un crecimiento de resultados
cercano al 20%, desde los 8.800 millones de 2013 al entorno de 10.500, con dos
factores positivos y uno negativo. Sin duda el impacto positivo más directo e
inmediato es la reducción de la morosidad, que estimamos en unos 20.000
millones —con la tasa de morosidad bajando del 13,8% al 13% o ligeramente por
debajo— lo que habría permitido reducir en casi 7.000 millones las necesidades
de provisión en la cuenta de resultados, con similar impacto positivo en el
resultado antes de impuestos. En la medida en que la economía española, y el
empleo, van a mostrar
registros en 2015 incluso algo mejores que en 2014, cabe esperar
para el próximo ejercicio una nueva contribución de la morosidad a la mejora de
las cuentas de resultados.
El otro factor de apoyo a los
resultados en 2014 ha sido sin duda el fuerte descenso en el coste de los
depósitos, y de los pasivos en general, en un contexto de tipos de interés
cercanos a cero. En torno a 13.000 millones sería la aportación de ese menor
coste de los pasivos a la mejora de los resultados bancarios en 2014, y puede
esperarse una nueva aportación positiva, aunque de menor cuantía, en el próximo
año.
Frente a esos dos factores
positivos, pesan en negativo los ingresos financieros procedentes del activo,
que registran una caída de más de 10.000 millones, también subsidiarios del
mencionado descenso de tipos de interés.
Pero más allá de esa traslación
de tipos de referencia al coste de pasivo y a la rentabilidad del activo,
merece la pena destacar el importante trasvase entre las dos grandes categorías
de activos bancarios, es decir, la inversión crediticia y las carteras de
valores. Mientras el saldo vivo del crédito habría experimentado en 2014 una
nueva caída del orden de 70.000 millones —que serían más de 400.000 acumulados
desde el inicio de la crisis— las carteras de valores, sobre todo las de títulos
de deuda pública, experimentaban un incremento casi de similar magnitud.
Sin entrar en el debate sobre
cuánto de la caída del crédito es atribuible a la oferta o a la demanda, lo
cierto es que esa deriva en las dos categorías de activos pone de manifiesto
una poco deseable metamorfosis del negocio bancario, y por tanto de su cuenta
de resultados, en la que va ganando peso su papel como financiador del Estado,
y perdiéndolo como financiador del sector privado, sean hogares o empresas.
(Nota de Carlos Javier
Bugallo: un análisis forzado y complaciente, pues una tasa de morosidad del
13% es gravísima; el descenso de los costes de depósito ha sido un logro del
Gobierno, que impuso por ley la no competencia entre los bancos en la captación
de pasivos; y se evita hablar del robo sistemático de las comisiones bancarias.
La relativa mejora de la cuenta de resultados de los bancos obedece, pues, a
medidas cuestionables y artificiales; de ninguna manera aseguran el
futuro económico de la banca, en exceso dependiente de la deuda pública, como
los protagonistas del artículo deberían haber concluido. ¡Cómo se nota quién se
sienta en el Consejo de Administración del Grupo Prisa!).
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