Por Eduardo Segovia
El Confidencial, 05/01/2017.
En este nefasto cambio de año para la banca en el frente
judicial —cláusulas suelo, gastos hipotecarios...—, el sector ha recibido una
buena noticia en el frente de la solvencia: las nuevas normas del Comité de
Basilea, más duras que las actuales, no entrarán en vigor de inmediato, como
estaba previsto, sino que se aplazan al menos tres meses. Y ese plazo tiene el
añadido de que la reunión crucial para su aprobación, prevista inicialmente
para este fin de semana, se celebrará cuando Donald Trump ya sea presidente. Lo
que significa que puede dar al traste con el acuerdo internacional si se
decanta por una mayor desregulación del sector, como ha insinuado en varias
ocasiones.
El planteamiento inicial consistía en que las normas de
Basilea III pondrían coto definitivamente a las prácticas contables (conocidas
como 'enjuagues' y que algunos académicos definen directamente como 'trampas')
que utilizan los bancos para elevar su solvencia de forma artificial. Estas
maniobras, que el propio gobernador del Banco de España, Luis María Linde, ha
calificado de "cajas negras", son los llamados "modelos internos
que utilizan las entidades para calcular sus riesgos" y que iban a tener
unos mínimos obligatorios iguales para todos, según las normas ahora aplazadas.
De hecho, el motivo de este retraso es precisamente el
desacuerdo sobre el establecimientos de estos mínimos que eviten que los bancos
hagan lo que quieran. Para entenderlo, hay que partir de cómo se calcula el
capital de la banca: dividiendo los fondos propios entre los activos ponderados
por riesgo (APR) de cada entidad. Este concepto es inferior al activo total,
porque solo ponderan por el 100% de su valor los elementos con más riesgo (como
el crédito promotor, la inversión en bolsa o los créditos al consumo), mientras
que otros ponderan muy poco o nada, como la deuda pública o los créditos a
grandes empresas.
Esto es lo que se conoce como 'consumo de capital'. Para
hacer subir el capital, se puede incrementar el numerador —es decir, captar más
capital con ampliaciones que son muy caras y diluyen a los accionistas— o
reducir el denominador. Y eso es en lo que consisten estos 'enjuagues': en
disminuir los APR para calcular unos riesgos inferiores a los reales y así
requerir menos capital.
Suelos a los modelos
internos para evitar abusos
Para ello, se inventó una cosa que se llama 'modelos
internos', que ponderan el riesgo de cada activo de forma individualizada para
cada banco, en vez del modelo estándar, en el que cada crédito o inversión pesa
lo mismo en todas las entidades. Estos modelos deben ser aprobados por el
supervisor nacional, pero este ha dado siempre su visto bueno sin demasiadas
pegas y ha permitido que cada entidad reduzca sus APR "a medida"; lo
que los bancos denominan eufemísticamente "optimización de balances".
Pero el tiempo ha demostrado que este sistema se ha
utilizado de forma abusiva. Esto se demuestra por la diferencia entre los
activos de verdad y los ponderados por riesgo: un estudio del Comité de Basilea
en 2013 encontró que un 25% de esta diferencia en los bancos internacionales
con modelos internos no puede explicarse por factores de riesgo o metodológicos
aceptados por el supervisor. Es decir, se deben a 'enjuagues'. Y las nuevas
normas pretenden poner coto a estos excesos con la imposición de suelos por
debajo de los cuales no pueden situarse las ponderaciones.
Francia y Alemania se
oponen... ¿Y Trump?
Pero los desacuerdos sobre este tema entre los miembros del
Comité de Basilea han impedido su aprobación este fin de semana, con lo que la
situación actual se prorroga. Al menos hasta marzo, ya que los propios miembros
de este organismo consideran que no podrá celebrarse una cumbre de los 35
miembros del Comité hasta entonces. La cuestión es que para esa fecha Trump ya
habrá sido investido presidente de EEUU y eso puede enterrar definitivamente
estas reglas.
La actitud del republicano hacia la regulación bancaria no
está clara, pero algunas declaraciones y, sobre todo, el perfil de su equipo
económico —procedente de la banca de inversión y de los 'hedge funds'— hacen
pensar que se opondrá a un nuevo endurecimiento de la regulación bancaria
después del tsunami que ha vivido el sector tras la crisis financiera de 2008.
Se da la circunstancia de que Francia y Alemania se oponen a establecer suelos,
porque sus bancos son los que más abusan de los modelos internos. Si EEUU se
pone ahora de su parte, las normas se convertirán en papel mojado.
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