miércoles, 8 de mayo de 2013

¿Por qué las plataformas?


Por Rafael Rivera
Diario Levante-EMV, 7/5/2013.

Todo el mundo sabe que las leyes las hacen las personas, y lo que es mejor, las cambian las personas. No hay magia ni poder divino, hay voluntad y acuerdo. Y todo el mundo sabe «que las ciencias adelantan que es una barbaridad», es decir que la sociedad evoluciona deprisa, no es monolítica aunque a algunos les gustaría. Ya sé que tenemos representantes para eso, para hacer posible la convivencia reglada, pero solo nos representan, no nos sustituyen. Nosotros, la ciudadanía, seguimos existiendo. En democracia también hay gente, hay opiniones, no sólo representantes. A las leyes se les llena la boca con el concepto participación, pero es la palabra más vacía de todas las del catálogo democrático; no hay manera de darle contenido auténtico. Los tímidos instrumentos legales posibles, como el referéndum o la iniciativa legislativa popular, están prácticamente inéditos siendo un elemento decorativo en nuestra rimbombante constitución. 40 años de dictadura y 40 años de democracia empatan a un referéndum, ya ven. Tampoco hay una oficina del diputado donde acudir, ni una ventanilla acogedora. ¿Qué pasa cuando «los elegidos» sobrevuelan el suelo sin tocarlo? Entonces es el momento de la voz de la ciudadanía; derecho a reunirse, hablar, opinar, exigir, manifestarse; es decir derecho a presionar, sin tener que rasgarnos las vestiduras por la palabrita. La plataforma es el nombre que reúne todos esos derechos que la ciudadanía quiere ejercer, porque son suyos, y el sistema no le deja resquicios con la tapadera universal de que para eso están los representantes. Y no es así. Los representantes no son un tapón, ni una dormidera, ni un calmante. Son una oreja enorme que ha de estar al día, pendiente de la calle, del desajuste, de la realidad.

Si miles de firmas se van a la basura y no encuentran el eco necesario en el parlamento, si siguen vigentes leyes centenarias que nadie se replantea, si los derechos se van diluyendo a golpe de recorte abriendo una brecha social cada vez mayor ¿qué le queda a la ciudadanía? Le queda la plataforma, unirse para reconstruir la sociedad desde abajo, para reivindicar, para exigir. Si proliferan los 15 M, los salvem, los grupos de afectados, el poder debería preguntarse qué está haciendo mal, en lugar de obsesionarse por disolver a la ciudadanía. Porque, ¿saben? Al final plataformas somos todos.

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