Público.es, 12/02/2015.
Cuando no están secando las arcas
públicas para ser rescatados, están ejecutando desahucios que se cuentan
por cientos de miles desde el comienzo de la crisis. Si alguien ve
ya el final del túnel, son ellos. Son banqueros, y a día de hoy, su
popularidad no está precisamente por las nubes.
Su mala fama parece no tener fin.
Si la lista
Falciani deja bien claro que un banco suizo ayudó a más de uno a
evadir impuestos, la aparición de la familia Botín dentro de esa lista no
arregla las cosas: parece difícil encontrar a un banquero con las manos
limpias.
Lo curioso es que esto siempre ha
sido así. Obviamente, la crisis económica actual y la ingente cantidad de casos
de corrupción en la que aparecen sus nombres en pleno 2015 han agravado las
cosas. Pero, en realidad, su escasa popularidad (siendo generosos)
tiene sus raíces en el Imperio Romano, nada más y nada menos.
Ya en el siglo II a.C. se
encuentran referencias que no dejan precisamente a los banqueros como a unos
héroes. Por aquel entonces, Catón el Viejo ya comparaba el
acto de prestar dinero con el asesinato.
A pesar de los intereses abusivos
que imponían los prestamistas en época romana (según las crónicas, el
prestamista y asesino de Julio César, Bruto, prestaba
dinero con un interés del 48%), su existencia era, como
ahora, necesaria. Además, como en la actualidad, los ‘argentarii’
(banqueros) contaban con el apoyo de los líderes políticos de la época.
En realidad, la historia parece
estar repitiéndose. Según el análisis
del desarrollo económico de Roma llevado a cabo por el profesor del Wolfson College de Oxford Philip Kay,
los ‘argentarii’ vivieron una época de esplendor tras la Segunda
Guerra Púnica. Una época de bonanza económica que se contagió por
todo el Imperio.
Tras la victoria militar, las
arcas romanas se vieron regadas por toneladas de plata llegadas de Cartago.
Como resultado, hubo un aumento de la cantidad de dinero en circulación y los
‘argentarii’ y otros adinerados personajes romanos no dudaron en dar
créditos a todo el que los pedía.
La inversión en infraestructuras,
en agricultura y en el comercio por el Mediterráneo vivían una época de
esplendor. El dinero fluía y, según el profesor Kay, el PIB per cápita
aumentó en la Roma del siglo I a.C. en un 72%.
No ha cambiado (casi)
nada
Si aún cuesta ver la similitud
entre la época de vacas gordas del Imperio Romano y los momentos de esplendor
económico que precedieron a la crisis actual, solo hay que fijarse en el
reparto desigual del crecimiento económico y la catástrofe posterior: los ricos
y los banqueros vieron cómo mejoraba su economía en un 500% mientras
que para los demás la mejora económica se quedó en un 77%. El reparto
del varapalo económico también fue desigual, pero no en el mismo sentido.
Sorprendente, ¿verdad?
Roma perdió territorios en Asia y
la catástrofe llegó. Si los bancos cortaron el grifo al comenzar la crisis que
vivimos actualmente, los ‘argentarii’ hicieron lo propio cuando el Imperio
perdió sus inversiones en los territorios caídos: la fluidez de los créditos
murió y la recesión hizo acto de presencia. No, aunque lo parezca, no
hablamos del año 2008, sino del siglo I a.C.
Hay dos diferencias principales
entre la recesión romana y la que arrancó en 2008: por una parte, una estuvo
causada por cuestiones bélicas y la actual, al menos en nuestro país, tiene que
ver con la guerra del ladrillo. Por otro lado, la gestión de una y otra
crisis tienen poco que ver.
Si en 2015 algunos dicen ver la
luz al final del túnel (casualmente, banqueros y grandes empresarios), mientras
se siguen ejecutando desahucios y el paro continúa por encima del 20%,
puede que las medidas tomadas por los líderes romanos para reactivar la
economía gustaran a más de uno en el día de hoy.
Los cónsules Sila y Pompeyo Rufo
promovieron una ley que permitía la devolución parcial de las deudas y, además,
confiscaron las propiedades de los romanos más ricos. Años más tarde, el
emperador Tiberio
decidió estimular la circulación de dinero realizando préstamos sin intereses.
¡Sin intereses!
En 2015, los ciudadanos no
parecemos tener otra opción que esperar a que el sistema financiero y las
cuentas de los banqueros se recuperen para poder decirle adiós a la crisis,
pero hace siglos los líderes plantearon otras alternativas. Aunque, eso sí, en
esta historia parece haber siempre un punto en común: banqueros o ‘argentarii’,
prestamistas del siglo XXI o usureros romanos, los señores que prestan
dinero para cobrar intereses no han tenido nunca buena fama.
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